Una semana lejos de París

Hoy se acaba mi primera semana de teletrabajo integralmente lejos de París y empiezo a notar algunos detalles que fastidian.

El lunes, un técnico activó una línea telefónica en mi casa de campo para que tenga mi propia conexión ADSL. Hasta este momento, usaba la conexión de un vecino muy amable que me había comunicado su contraseña, pero eso no podía seguir para siempre. En medio día, mi PC ya reconocía el módem ADSL, pero la contraseña de la etiqueta no funcionaba ya que la impresión no mostraba completamente el último carácter. Por suerte conseguí resolver el acertijo, pero pronto constaté que el ADSL no tiene la velocidad de las conexiones que suelo usar en París… De repente, tuve la sensación de volver 20 años atrás.

También sorprende el cierre meridiano de los comercios que impide hacer las compras del día.

Otro elemento que despista totalmente a una persona que suele vivir en París, es el respeto estricto del toque de queda por los aldeanos. A las seis en punto, todos los comercios (menos las farmacias) están cerrados y no queda gente en las calles. Casi todos dejaron de trabajar a las seis menos cuarto para tener el tiempo de llegar a casa.

En París, nunca cumplo con este límite de las 18, simplemente porque no me deja tiempo para hacer tres compras y volver a casa caminando. Y en mi pequeño pueblo de Borgoña, me cuesta encontrar un ritmo adecuado para combinar las horas de trabajo y una larga caminata diaria.

Por suerte, en este pequeño pueblo también conozco a algun@s rebeldes y una de es@s me invitó a chatear en su casa, cuarenta y cinco minutos después del toque de queda. Fue un momento muy divertido, sobre todo cuando comparamos todas las explicaciones que habíamos imaginado por sí algún policía nos controlaba

Hoy, hice de nuevo una larga caminata por uno de los senderos que llevan a Santiago, contemplando el valle del Loira y saboreando el viento sin mascarilla.

Dentro de poco tendré que volver unos días a Paris.

Continuará…

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