Durante los juegos olímpicos, la vida continua…

Volví a la capital después de unos días de vacaciones bien empleados y tengo que reconocer que el acontecimiento deportivo provoca varios cambios.

Para empezar, se nota un ambiente especial en los transportes: menos parisinos gruñones, más extranjeros alegres y algo de complicidad entre los que están en París para los Juegos.

Luego es preciso averiguar los perímetros de seguridad de las pruebas del día antes de desplazarse para evitar las malas sorpresas. Así la prueba ciclista por las calles de París fue un buen regalo para los aficionados, pero complicó bastante los desplazamientos de los demás.

Y no menciono el precio del tique de metro cuyo precio fue duplicado durante los juegos…

Cuando llegué a mi instituto de siempre, me encontré en una planta casi desierta porque los unos se marcharon de vacaciones y los otros están teletrabajando por culpa de los juegos…

Si renuncié temporalmente a mis largos recorridos, pasé por algunas zonas alejadas de los acontecimientos principales.

En el bulevar de la Villette, habían instalado el mercado de los miércoles y los vendedores parecían preocupados. Uno de elles estaba diciendo que nunca había vivido un mes de Julio con tan pocos clientes… Y la verdad es que se veía mucha mercancía y poca gente para comprarla…

 A pesar de las medallas, la vida continua y sigue maltratando a los ciudadanos de a pie

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Vacaciones

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Esperando los Juegos Olímpicos

Normalmente, las semanas más tranquilas del verano en la ciudad de las luces son las dos primeras de agosto. Al pasear por las calles del centro de París, tuve la sensación de que muchos parisinos ya se marcharon de vacaciones o ya activaron la posibilidad de teletrabajar para quedarse fuera del centro de la ciudad, sus restricciones de circulación y sus atascos gigantes…

Para los que se quedan, algunas estaciones de metro permanecerán cerradas, supuestamente por cuestiones de seguridad, y casi se duplicará el precio de los boletos de metro…

A pesar del bochorno, hice un largo recorrido a partir de la plaza de la Madeleine y me paré en la plaza Gaillon para admirar su fuente.  Desgraciadamente, almorzar en la terraza al pie de la fuente está por encima de mis posibilidades así que seguí rumbo al norte.

En algunas zonas cerca del bulevar de los italianos, están reformando grandes edificios de oficinas para adaptarlos a las nuevas modalidades de trabajo y de cooperación, pero de momento, los diferentes barrios residenciales por donde pasé siguen manteniendo su ritmo de siempre.

Lo bueno de la semana fue constatar que se acabaron algunas obras impactantes para los transportes públicos y llegar a una zona comercial en tan solo unos minutos.

Yo aproveché esta fuga de los parisinos para visitar tranquilamente algunos almacenes, conseguir informaciones y consejos de los dependientes mucho más disponibles que en otras ocasiones y evitar la prueba de aguantar una hora de fila en la caja.

A ver como siguen las cosas cuando empiezan los juegos…

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París exprés

Los azares de mis actividades me llevaron a acompañar a dos personas que tenían una cita en la embajada de su país para conseguir nuevos pasaportes. Eso dejaba bastante tiempo para organizar un paseo por la capital.

Lo primero que hicimos fue subir por la colina de Montmartre hacia el Sagrado Corazón. Al lado de la iglesia, había una cantidad impresionante de policías y pensé un rato que eran más numerosos que los turistas. Pero también sospeché que se trataban de policías provincianos transferidos a París para los juegos olímpicos porque algunos se sacaban fotos en las escaleras de la colina, como los turistas…

Nuestro paseo por la colina también pasó por la plaza de los pintores, invadida por las terrazas de restaurantes, y pronto seguimos rumbo abajo para pasar por la calle de las abadesas y admirar el molino rojo, con sus alas.

Luego seguimos en metro hacia el arco del triunfo y recorrimos un trozo de los Campos Elíseos.

Ya era hora de presentarse a la embajada y aplazamos el resto de la visita.

Al salir de este lugar, seguimos rumbo a la torre Eiffel, porque “solo conocían sus fotos en Google”. La torre ya lucía los anillos olímpicos y desde el puente de Iena, pudimos apreciar su impresionante silueta. Desgraciadamente, instalaron un espacio temporal al pie del Trocadero para los juegos, así que de momento no se puede admirar esta perspectiva ☹

Seguimos en metro rumbo a Saint Michel y pudimos constatar que la catedral ya tiene una flecha nueva y parece casi lista para los Juegos.

En las orillas del Sena, ya instalaron graderías para la ceremonia de apertura de los juegos.

Para mis acompañantes, esta visita exprés será un excelente recuerdo.

Yo tuve la sensación de que muchos parisinos ya se marcharon de vacaciones porque ya están hartos de los atascos gigantes.

Confieso que me preocupan un poco las potenciales restricciones de desplazamiento, pero siempre queda la posibilidad de refugiarme en mi casa de campo…

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Los encantos del distrito XV

No sé cómo superaremos las semanas de los Juegos olímpicos y paraolímpicos. Lo que sí sé es que desplazarse en coche, taxi o autobús se vuelve cada día más complicado. Y no hablo del metro y de las estaciones cerradas por cuestiones de seguridad…

El otro día, en la muy selecta avenida Montaigne, tuve que abandonar el autobús que non consiguió recorrer los 750 metros de esta vía en unos treinta minutos. Crucé el Sena por el puente de Alma y seguí caminando por la avenida Bosquet.

Desde la Escuela militar, ya no se ve la perspectiva del campo del Campo de Marte porque hay instalaciones temporales. Así que pronto me marché de esta zona.

Volví a encontrar algo de tranquilidad al llegar al ayuntamiento del distrito XV y pasear por su gran plaza a salvo del tráfico automóvil. Este espacio muy mineral me pareció perfecto para reunir a los ciudadanos y proclamar el resultado de algunas elecciones. Pero pronto me alejé de este sitio para explorar uno de los parques de este barrio.

El parque Saint Lambert fue creado en los años 1930s, así como los edificios que lo rodean, aprovechando el espacio liberado por el cierre de una fábrica de gas.

La primera cosa que noté desde la calle fue la estatua de los dos ositos de Victor Peter. Entonces entré en el recinto y pude apreciar la calidad de la concepción de este parque.

Si su gran estanque estaba vacío (probablemente por mantenimiento), sus partes cubiertas de césped invitan a tumbarse para tomar el sol.

Alrededor de esta parte central, una cintura arbolada propone varias zonas de actividades.

En la zona de los niños es donde instalaron la estatua de un perro de René Paris, tranquilo vigilante de los juegos infantiles.

La parte que domina el estanque regala sombra, tranquilidad y una bonita vista del parque. Pero también se ven un jardín compartido, un teatro de pleno aire, otro de Guiñol, y varios rincones en donde algunos deportistas pueden entrenarse.

Y como si fuera poco, no hay mucho tráfico automóvil en las calles que rodean el parque. Desgraciadamente, conseguir un piso en esta zona debe de ser fuera de mi presupuesto…

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