Volví a la capital después de unos días de vacaciones bien empleados y tengo que reconocer que el acontecimiento deportivo provoca varios cambios.
Para empezar, se nota un ambiente especial en los transportes: menos parisinos gruñones, más extranjeros alegres y algo de complicidad entre los que están en París para los Juegos.
Luego es preciso averiguar los perímetros de seguridad de las pruebas del día antes de desplazarse para evitar las malas sorpresas. Así la prueba ciclista por las calles de París fue un buen regalo para los aficionados, pero complicó bastante los desplazamientos de los demás.
Y no menciono el precio del tique de metro cuyo precio fue duplicado durante los juegos…
Cuando llegué a mi instituto de siempre, me encontré en una planta casi desierta porque los unos se marcharon de vacaciones y los otros están teletrabajando por culpa de los juegos…
Si renuncié temporalmente a mis largos recorridos, pasé por algunas zonas alejadas de los acontecimientos principales.
En el bulevar de la Villette, habían instalado el mercado de los miércoles y los vendedores parecían preocupados. Uno de elles estaba diciendo que nunca había vivido un mes de Julio con tan pocos clientes… Y la verdad es que se veía mucha mercancía y poca gente para comprarla…
A pesar de las medallas, la vida continua y sigue maltratando a los ciudadanos de a pie