Para bien estrenar el año, me marché unos días rumbo a una pequeña ciudad en la costa atlántica. Poca gente, poca actividad, y la deliciosa sensación de cargar las pilas antes de enfrentar el 2011 que todos anuncian como un año difícil.
Cuando volví a París encontré una ciudad preparando las rebajas de enero: clientes identificando los productos, dependientes decorando las etiquetas con marcas de color… Todo eso tenía un toque de víspera de batalla y me quitó las ganas de participar a esta celebración consumista.
Pero el martes no pude resistir a la curiosidad cuando pasé delante de la nueva pastelería de la calle Lepic y entré para probar uno de estos pasteles de colores tan extravagantes que no parecen reales.
Finalmente la prueba resultó bastante positiva. Si el pastelito que probé no llega al nivel de los productos de mis pasteleros preferidos, me proporcionó una agradable sensación, mucho más refinada que lo que uno encuentra en la esquina de su calle.
Al día siguiente, me perdí cerca de los límites del distrito 17, justo al lado del periférico. En esta zona mal comunicada, tuve la suerte de cenar con una comilona de palabras, en el comedor-salón-taller de su amplia vivienda social. Ventanas que contemplan el terreno de deporte en donde los bomberos vienen a entrenarse una vez a la semana, dibujos clavados en las paredes y enanos de jardín esperando en cualquier sitio… uno no imagina al contemplar algunos objetos todas las etapas del proceso creativo que fue necesario… 🙂
Y mientras tanto empezaban las rebajas…
De momento no noté una efervescencia particular y supongo que son muchas las personas que esperan la segunda semana de rebajas. Por otro lado me asombraron las cifras anunciadas por algunas de las personas interrogadas en un artículo de la red: 350€ para los zapatos de una, un presupuesto de 600€ para otra… Creo que el periodista no escogió una muestra muy representativa.
Y para acabar con esta instalación en el 2011 hice un largo paseo por el distrito 18, desde la zona oficial de Montmartre, hasta la parte muy popular de Chateau Rouge, aprovechando un estupendo sol de invierno y el cielo azul que acompaña.
La buena noticia es que de momento no compré ni un trapo. A ver si supero mi marca precedente y si llego a más de un mes si comprar trapos :-)))