¡Tierra!

Ya sabía que las mudanzas se parecen a unos tsunamis pero confieso que me dejé sorprender.
Los mozos de la mudanza llegaron temprano por la mañana y mientras una de las gatas demostraba su desaprobación desde «su» balcón, la otra se colaba debajo de los muebles de la cocina…
Yo seguí con los últimos desmontajes y tres horas despues, abandoné las gatas y me fui con los mozos a la nueva casa.

Si la velocidad del cargamento me impresionó, el ritmo de la descarga fue para alucinar: te llevan cajas y cajas y tienes que inventar manera de guardar las cosas en un espacio que todavía no controlas…
En fin… superé la prueba y poco despues de la una fue cuando se acabó el tsunami.

Entonces empezó un largo fín de semana sin internet, sin telefóno fijo y sin móvil…
Dediqué la tarde del viernes a organizar un poco las cosas y por la noche pude recuperar las gatas, despistadas en el piso abandonado…

Luego fue cuestión de paciencia.
Cuando se acabó el primer fín de semana en la nueva casa, las cortinas estaban instaladas pero todavía quedaban una decena de cajas…
Recuperé internet el lunes por la noche, acabé la instalación de los libros el pasado viernes, y dediqué casi todo el fín de semana al tema de la ropa.
Y para bien empezar noviembre, uno de mis amigos me llevó la máquina que necesitaba para taladrar mis nuevas paredes de hormigón armado…

Hoy casi todo encontró su sitio y las gatas recuperaron escondites y lugares de observación.
Ahora sólo falta enseñaros la vista que tenía desde la cocina de mi viejo piso…

… y lo que veo desde el balcón de mi nuevo piso.

¡ Merecía la pena mudarse !