Se acabaron las dos semanas de vacaciones de febrero…
Aunque parezca mentira, eso tiene muchas consecuencias sobre el ritmo parisino. Son muchos los habitantes adinerados que se escapan de la ciudad para pasar una semana en alguna estación de esquí. Y para los que no se marchan, es preciso encontrar una solución para cuidar a los niños.
Una de mis amigas me contó que había una cantidad increíble de niños en la feria de agricultura y mientras ella compraba vino, los niños visitaban la finca más grande del mundo…
Desgraciadamente, no pude acompañarla pero aproveché la tarde soleada del 29 de febrero para seguir la manifestación europea entre Bastille y la plaza de la nación. Es que sólo faltan siete semanas para las presidenciales y se acelera la campaña…
Para olvidar un rato estas palabrerías, fui a ver la película hispano argentina «un cuento chino» en un cine de arte y ensayo y pasé un rato estupendo.
¡Se la recomiendo!
Luego constaté una vez más que los restaurantes supuestamente japoneses son los que proponen los menúes con la mejor relación calidad precio y seguí caminando.
El sábado fue cuando exploré un gran trozo de la avenida de Flandre, en el distrito 19.
Entre construcciones nuevas y comercios que uno encuentra en cualquier sitio, me costó percibir el «glamour» parisino. Pero admito que el tiempo nublado y la llovizna no me ayudaron 😉
Lo mejor de ese día fue mi visita de la tienda de Emmaus ubicada en el 104: encontré seis pequeños cubremacetas por 2€ y pude plantar los esquejes de temporada…
Al día siguiente, exploré las tiendas de plantas que se hallan en la orilla del Sena. De momento fui razonable pero creo que dentro de unas semanas tocara pasar de nuevo por aquí antes de hacer plantaciones en mi nuevo balcón.
Mientras tanto seguimos con los abrigos y los paraguas…