¡531€!

Eso sería el presupuesto que los franceses prevén dedicar a la fiesta de Navidad y por el pesimismo local, es un 0,9 por ciento menos que el año pasado. Y yo tengo la sensación que los comercios batallan cada día más para captar este poder adquisitivo…

Pasé de nuevo por la calle Montorgueil entre semana y como ya era de noche me impresionaron las iluminaciones instaladas por la asociación de comerciantes. De paso, unos ecologistas me regalaron su folleto y constaté con alegría que, de momento, impidieron la instalación de un Mc Donald en su distrito…
Más arriba, en el barrio popular de la puerta des Poissonniers, algunas asociaciones instalaron un mercadillo de navidad solidario. Desde sus casetas abiertas a los cuatro vientos, proponían algodones de azucar y sesiones de maquillaje a los niños del vecindario.
Más cerca de mi casa, la sala de teatro alternativo LMP albergaba en su planta alta una exposición venta reuniendo varios artistas del barrio y tengo entendido que en el distrito 20, otro sitio alternativo organizaba un acontecimiento parecido.
Yo sigo resistiendo a las ansias consumistas de temporada…

Hoy tocaba enseñar la colina de Montmartre a una familia procedente de Buenos Aires y el sol se nos regaló una luz muy bonita para apreciar los colores del otoño que se acaba.

En la plaza de las Abadesas constaté que habían instalado una colección de casitas blancas para albergar el mercadillo de Navidad pero ni miramos lo que vendían.
En la calle Lepic, habían convocado una batucada para alegrar el ambiente.
En la plaza du Tertre, encontramos a muchos pintores esperando al cliente de los domingos.
Y al rededor del Sagrado Corazón se veía una colección de casitas de madera albergando otro mercadillo de navidad…
Tras casi cuatro horas subiendo y bajando, nuestros caminos se separaron. Pero me encantó la complicidad que sentí con estos paseantes…

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