El tren de vuelta llevaba poca gente y me dejó, puntual, en la estación. La gente en el andén y luego en la acera te prepara a la vida subterránea del metro parisino. Pero el caos en la salida de la estación Château Rouge siempre produce un choque. Y cuando vas con la mochila y un bolso de transporte de gato en cada mano, caminar resulta más complicado aún…
Finalmente tardé poco más de media hora para llegar a casa y liberar las gatas.
Constaté con alegría que las plantas fueron bien cuidadas : la última lavanda que instalé se volvió muy exuberante e incluso quedaban algunas fresas.
Mi buzón albergaba una cantidad razonable de correos de todas clases y noté con alivio que no llevaba malas noticias.
Y después de estas verificaciones dediqué mi primera tarde parisina a las cuestiones de avituallamiento.
Salir de compras por la tarde, mientras todos están trabajando, forma parte de los pequeños placeres cotidianos. En la frutería, la dependiente no tenía prisa y pudimos conversar tranquilamente. Y el supermercado también me pareció super tranquilo.
Ayer quise volver a sumergirme en el movimiento parisino y pasé por la plaza de la república en donde el municipio presentaba las proposiciones de los ciudadanos en el marco del presupuesto participativo. No noté mucho interés acerca de este acontecimiento…
Luego seguí rumbo a la colina de Belleville y a la tintorería que ya había ubicada. Desgraciadamente no abre los sábados pero una parada en el salón de té argelino de la calle Saint Maur me hizo olvidar esta contrariedad…
Y hoy, por la mañana, hice un largo recorrido alrededor de la colina de Montmartre. Los turistas siguen afluyendo por la plaza de Anvers y en la calle de las abadesas se nota que los parisinos ya volvieron de vacaciones.
Al lado del ayuntamiento del distrito 18, los refugiados expulsados del pequeño jardín que se haya al pie del metro La Chapelle, estabán manifestando para conseguir papeles y techo, rodeados por una treintena de policías.
Mientras tanto los políticos peroran sobre la necesidad de acoger a otros refugiados…
De momento toca saborear mis últimas horas de vacaciones. Desconecté totalmente del trabajo y no sé lo que me espera en la oficina.
¡Mañana será otro día!
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Bienvenida a la rutina! Al menos has tenido vacaciones… Otros nos hemos tenido que conformar con tus relatos, aunque hay que reconocer que viajando a través de ellos conoces mucho de París (y más barato ;- ) )
El problema de los refugiados sirios nos quita el sueño a todos. Aquí, en España, también nos preocupa.
Al menos voy a contribuir a aumentar tu vocabulario español: una bolsa o jaula para transportar animales aquí se llama TRANSPORTÍN.