Restricciones y más restricciones

La vuelta a la oficina fue un proceso bastante agotador ya que todos los compañeros presentes querían ponerme al día y compensar todas las charlas que no pudimos tener a lo largo de mis cuatro semanas fuera de París. Por suerte, todavía son muchos los que practican el teletrabajo y eso simplifica las medidas necesarias para evitar las contaminaciones. Pero también hubo, entre los presentes, unas personas bondadosas que se encargaron de regar mis plantas.

Al atardecer retomé las largas caminatas que me llevan a casa, y cada día escogí un itinerario diferente. Varias cosas me llamaron la atención.

Para empezar, en el largo bulevar de Charonne, noté que varios cafés instalaron mesas altas en la acera para que la gente pueda poner su vaso y conversar con los vecinos. Si estas personas se frecuentan con constancia, queda claro que estos momentos no tendrán impacto sobre la difusión del virus, pero no sé si así es.

Cerca del canal Saint Martin, los clientes de los bares olvidan alejarse de los locales y se sientan juntos en las aceras.

Más adelante, cerca de la estación del Este, varios cafés instalaron cortinas opacas y queda claro que acogen a sus parroquianos de manera algo clandestina.

Lo cierto es que la gente ya no puede más con todas las restricciones que limitan o impiden la parte sabrosa de la vida. Y ya son muchos los que inventaron soluciones. Así tengo colegas que se llevan el pijama porque se quedan para dormir cuando unos amigos los invitan a cenar. Y todos tenemos amigos viejecitos que necesitan ayuda a cualquier hora de la noche…

El viernes al atardecer, anunciaron que la hora del toque de queda pasaría de las 20 a las 18 en todo el territorio francés a partir del sábado.

Yo ya experimenté toque de queda a las 18 en mi pueblo de Borgoña y la verdad es que, en un pequeño pueblo, no molesta porque tampoco hay muchas cosas por hacer. En París el tema me parece relativamente diferente.

Ayer necesité una gran parte de la mañana para hacer todas las compras necesarias y cuando volví a casa, se puso a nevar… Luego pasé un gran rato para dar la vuelta de la colina de Montmartre, caminando lentamente para no deslizar. Delante del ayuntamiento del distrito XVIII, la nieve se convirtió en una bonita decoración extra para los árboles de Navidad.

Después de esta ola de frio y nieve, casi todos los parisinos respetaron el toque de queda y se quedaron en casa a partir de las 18.

Hoy, aproveché un tiempo más clemente para hacer un largo recorrido por el distrito VIII. Había notado en el mapa la presencia de un mercado en la calle Corvetto y allí fue. Desgraciadamente, casi todas las tiendas estaban cerradas y eso no tenía nada que ver con las zonas de compras domingueras.

Total, volví par la calle de los martirios, tan concurrida como siempre, pero noté de paso carteles “en alquiler” en varios escaparates. No sé cuánto tiempo los comercios podrán aguantar las restricciones y evitar la quiebra.

¡Crucemos los dedos!

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