Patrimonio empaquetado y sin coches

Este fin de semana se celebraban las jornadas del patrimonio, pero una rápida mirada a las proposiciones de visitas me confirmó la sensación del año pasado: es preciso apuntarse con mucha antelación para ver los sitios “diferentes”. Total, renuncié a meterme en una larga fila de espera para ir hacia el arco del triunfo y admirar el vestido imaginado por Christo y Jeanne-Claude.

Por suerte una línea de autobús que te lleva directamente al Arco pasa al lado de mi casa. Controlé los horarios y el primer autobús del día me llevo a mi destino en menos de media hora.

Desde la avenida de Wagram, la silueta empaquetada del Arco se parecía a un fantasma… Pero al acercarme pude admirar más detenidamente la instalación.

Al llegar a la plaza de l’Étoile, constaté que no había tráfico automóvil en la rotonda y que varios madrugadores ya estaban contemplando el Arco empaquetado. Por supuesto, algunos vigilantes controlaban el acceso a la rotonda y fue preciso presentar mi certificado sanitario para acceder al recinto, pero luego pude pasear libremente en este espacio.

La instalación me pareció realmente impresionante y contemplarla a salvo del zumbido de los coches fue sumamente apreciable.

Entre los detalles que me divirtieron toca mencionar la placa otorgando el nombre de “plaza Christo y Jeanne-Claude” a la rotonda.

Pero después de dar la vuelta al Arco, preferí marcharme de la rotonda y perderme por el distrito XVI.

En este distrito adinerado, recorrí la larga calle Lauriston en donde se halla un antiguo Juego de palma, la reserva de agua de Passy y un edificio tristemente famoso como lugar de tortura de la Gestapo. Desgraciadamente, cuando pasé, todo permanecía cerrado.

Luego seguí varias calles de la colina de Chaillot antes de volver a las Campos Elíseos y de apreciar otra vista del Arco empaquetado.

Pasé el resto del día paseando por varias partes del norte de París, saboreando el beneficio de la ausencia (casi total) de tráfico automóvil, probando la nueva heladería libanesa que se instaló al pie del Sagrado Corazón y visitando uno de estos mercados de segunda mano que tanto me gustan.

¡Perfecto para cargar las pilas!

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