El caos de los transportes

 

La perspectiva de una quinta ola de coronavirus se hace cada día más real: las cifras de contaminaciones diarias aumentan así como el número de personas hospitalizadas. Y ahora se trata de vacunarse por tercera vez.

En este contexto, los elegidos de la región Ile de France constataron que el nivel de frecuentación de los transportes públicos sigue estancado a 75% de su nivel anterior al covid y aprobaron una reducción de la oferta, lo que significa una disminución de frecuencia de los autobuses, metros y tranvías.

Si yo entiendo perfectamente los problemas de rentabilidad de las compañías públicas, también se sabe que los que siguen viajando en estos transportes son los trabajadores de la “primer línea”, “invisibles” pero totalmente imprescindibles. Ganan poco, viven lejos y cualquier reducción de los horarios pronto se convertirá para ellos en una auténtica pesadilla.

Para los numerosos habitantes de las afueras que eligieron desplazarse en coche, ya es preciso despertarse y  marcharse más temprano, y aun así, uno no se libra de los atascos.

Yo constato de vez en cuando que el primer autobús de mi línea pasa más tarde, pero eso no impacta mucho mi jornada laboral.

La única noticia buena es que en algunas zonas, los patinetes tendrán que limitar su velocidad a unos diez kilómetros por hora. Ahora sólo quedara la tarea casi imposible de enseñar el código de circulación a los ciclistas y luego podremos convivir más normalmente en las calles de la capital.

 

Como caminante incorregible, al pasar por la puerta de Pantin, noté en el suelo este medallón de peatón y al encontrar varios ejemplares, entendí que eso era una señalización entre la estación de metro y la parada de tranvía.

Me alegró constatar que todavía conceden un pequeño trozo del espacio público a los peatones y ahora tengo que encontrar un medallón de este tipo para ponerlo delante de mi casa 🙂

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