Llevaba mucho tiempo sin pasear por los distritos de la orilla izquierda y, al ver el anuncio de un mercadillo de antigüedades cerca de la estación de metro Alesia y al contemplar un bonito cielo soleade invierno, encontré la energía de aguantar un viaje subterráneo de 21 estaciones antes de llegar a la amplia avenida en donde habían instalado una larga colección de carpas.
El primer vistazo confirma enseguida que el poder adquisitivo de los inquilinos del distrito XIV es mucho más importante que él de los desdichados del distrito XVIII: mucha orfebrería, alfombras de categoría y pocos trastos… Volví a ver algunos vendedores que ya había notado en el distrito XVIII el pasado domingo, pero presentaban muchos más objetos. Si noté varias cosas bonitas, pocas eran compatibles con mi presupuesto.
Después de recorrer el mercadillo, seguí rumbo al norte por las tranquilas calles del distrito XIV. Pasé por la calle Mouton Duvernet y al mirar los diferentes comercios de esta calle, pensé que la vida debe de ser muy suave en esta zona. Luego la calle Boulard me llevó al cementerio del Montparnasse, pero me extravié para saludar el león de la plaza Denfert-Rochereau.
Años atrás, los padres de uno de mis amigos tenían un gran piso en esta plaza, pero desde la ventana principal, solo se veía el culo del león y mi amigo soñaba con girar la estatua para ver la cara de la fiera. Otros tiempos, otros delirios…
Con gusto pasé por la calle que bordea el cementerio, contemplando de paso los diferentes talleres de artistas y apuntando que allí es donde se halla la fundación Giacometti. Al salir de esa calle, también noté que tengo que visitar la fundación Cartier… antes de acercarme de la magnífica estatua de Zadkine que instalaron en el terraplén central del bulevar Edgar Quinet.
El recorrido por la avenida Raspail, rumbo al bulevar de Montparnasse resulta muy interesante en el plan arquitectónico porque presenta una interesante variedad de diseños, así como talleres de artistas, y el bulevar es bastante ancho para que el paseante pueda admirar fácilmente estas construcciones.
A continuación, pasé por la calle Bréa y la calle Vavin y noté que los parisinos habían invadido el jardín del Luxemburgo. Yo seguí por la avenida que bordea el jardín al oeste, y esta calle es otro sitio muy interesante por sus contrastes arquitectónico.
La larga calle Bonaparte me llevó al Sena y el paseo se acabó contemplando el Sena, sus barcos y la gente paseando por las orillas.
¡Qué buen día!