El teatro de las “Bouffes du Nord” es una sala que se esconde detrás de la fachada de un edificio haussmaniano, cerca de la estación del Norte. Yo descubrí este lugar diez años atrás para ver la cantautora Camille en “la Dama del mar”, una obra de Ibsen.
Construido en 1876, no luce los oros de otros teatros, pero la sala casi redonda, sus tres niveles de palcos y sus paredes sencillas vestidas de capas antiguas, desprenden una poesía improbable.
Descubrí por casualidad que el cuarteto Talich tocaría varios cuartetos de Dvorak y Shostakóvich en este lugar. Tengo algunas grabaciones impresionantes de este cuarteto de cuerda checo y como todavía quedaban localidades correctas tan de precio como de ubicación, tuve ganas de asistir a este acontecimiento.
Así que el pasado lunes, poco antes de las 20, recorrí el kilómetro de distancia entre mi casa y el teatro y con gusto me instalé en la parte central del primer palco.
Me impresionó la precisión casi diabólica del primer violín, así como la complicidad entre los cuatro músicos. La acústica de la sala es excelente así que pude apreciar muchos detalles que no se perciben al escuchar una grabación.
El concierto se acabó sobre las diez, después de casi dos horas de música y una última pieza bastante alegre. Abandoné mi butaca y pasé por las viejas escaleras rumbo abajo.
Al salir de la sala, volví a la realidad bastante agitada de la gran ciudad y pasé por el puente “Saint-Ange” que franquea los carriles de la estación del Norte.
En la parte central del puente, una centena de migrantes estaban instalando su campamento rudimentario para la noche, conformes con su deseo de quedarse aquí. Mientras tanto los viajeros de la noche pasan por la estación del Norte, puerta hacia otros lugares y todos los sueños que acompañan…
Y mientras caminaba pensé que tendría que otorgarme más paréntesis musicales, entre aquí y otros lugares.