Después de varios días lejos de la ciudad de las luces, ya era hora de volver a la capital y de retomar, más o menos, el ritmo parisino.
Pero todavía son muchas las personas que siguen de vacaciones y se nota tan en la oficina como en los transportes.
Unas semanas atrás, ya había notado algunas iluminaciones alrededor de la colina de Montmartre, empleando la palabra “village” (o sea “pueblo” en español) para designar el espacio incluido en el perímetro administrativo oficial de Montmartre.
Al pasear por el distrito once, constaté con sorpresa que en esta zona también existe un “Village” Faidherbe.
Confieso que en el momento pensé que los inquilinos relativamente favorecidos de este barrio muy bien rehabilitado querrían enunciar su diferencia y marcar su territorio.
Pero también constaté que dentro de los límites de la ciudad de París, son muchos los “villages” y casi todos tienen características comunes: varios comercios, algunas escuelas, algunos bares en donde socializar y habitantes capaces de movilizarse, sea para que nada cambie, sea para proponer y obtener mejoras de su vida cotidiana.
Luego examiné el proceso de las iluminaciones navideñas en las calles de la gran ciudad y recordé que las estructuras que financian estas instalaciones temporales son generalmente asociaciones de comerciantes.
Entonces estas celebraciones de los “pueblos” parisinos serán más bien una manera de indicar las zonas en donde los habitantes tienen que hacer sus compras de fin de año…
Por cierto en mi barrio rebelde no se ven iluminaciones de este tipo porque los clientes proceden de toda la región parisina.
Por suerte, de momento, el florero de la esquina conservó su magnífico escaparate y sigue alegrando nuestros atardeceres.
Mañana se acaban las vacaciones escolares y anuncian una ola de frio polar… Tendré que esconderme con las gatas debajo del plumón.