Años atrás viví en la calle que sirve de límite entre los distritos IX y X. Recorrí casi todas las calles y galerías de esta zona, pero nunca tuve la oportunidad de entrar en la iglesia que se halla en la esquina de la calle Sainte Cécile y de la calle del conservatorio, a menos de 250 metros del piso que alquilaba en aquel entonces.
El otro día pasé por la calle Saint Cécile y la puerta de la iglesia estaba abierta. Así que no pude resistir a las ganas de visitar este edificio que no conocía.
Desde fuera, se trata de una construcción bastante maciza y sin campanario, pero por dentro es totalmente diferente.
Nada más entrar, me impresionó la delicadeza de la estructura de este edificio. De estilo gótico, con bóvedas pintadas, destaca por los pilares de hierro fundido que sostienen la construcción sin tapar la vista de las partes laterales y la cantidad de vidrieras que iluminan la nave. En el suelo de parqué, los parroquianos pueden respirar sin sentirse aplastados por las proporciones de la iglesia.
Ese día, estaban a punto de cerrar la iglesia, así que no pude quedarme más para dar una vuelta y examinar todos los detalles, pero queda claro que merecerá otra visita.
Seguí rumbo a la calle de Trévise y constaté que todavía no arreglaron los daños causados por una explosión que ocurrió tres años atrás. Luego pasé por la cité Bergère en donde visité una pequeña heladería muy correcta.
Para volver a casa pasé por otros sitios que frecuentaba en aquel entonces. El café “Au Général Lafayette” sigue proponiendo una veintena de cervezas. Los comercios de comida siguen alegrando la calle Cadet pero su mercería desapareció…
Yo seguí rumbo arriba por la calle de Rochechouart, hacia la colina de Montmartre.
¡Otros tiempos, otros barrios!