Hoy se acaba una sucesión de días de canícula, con temperaturas parecidas a las de la crisis del 2003. Por suerte, las casas viejas de mi lugar de veraneo tienen una buena inercia térmica y la temperatura interior se quedó naturalmente inferior a 27 grados.
Hoy toca preparar las maletas para el viaje de vuelta a París y me preocupa la temperatura que me espera en mi piso parisino, cuyos ventanales miran hacia el sur. Por seguridad la gata se quedará en una de las casas viejas. Y yo no tendré otra opción que adaptarme a este bochorno.
Luego os cuento.