Esta semana no participé a la quinta manifestación de protesta contra el proyecto de reforma de las pensiones de jubilación porque tenía una cita con unos turistas para recorrer la colina de Montmartre. Llevaba mucho tiempo sin pasar por esta ruta y con gusto visité de nuevo estos lugares que tanto aprecio.
Para empezar, cuando llegamos a la plaza de las Abadesas, había una cantidad impresionante de turistas, haciendo cola para entrar en el pequeño jardín en donde se halla la pared de los “Te quiero”. Mis acompañantes no conocían este detalle y sacaron la imprescindible foto de pareja.
Luego entramos en la iglesia Saint Jean de Montmartre y descubrimos que estaban haciendo una restauración interior. Total, no encontré la bonita puerta de los pecados capitales que estaba en la iglesia. Supusimos que estaba guardada a salvo de las obras.
A continuación, seguimos por el recorrido de siempre, entre recuerdos de la película Amélie Poulain, Molinos, talleres de artistas, plaza de los pintores y oposición entre rojos y conservadores.
Lo bueno de la temporada es que las terrazas de restaurante todavía no invadieron la plaza de los pintores, así que pudimos ver muchos artistas presentando sus obras.
En cambio, me molestó mucho constatar que curas y monjas reservan una parte cada día más importante de las iglesias a sus tres parroquianos, restringiendo el espacio disponible para los visitantes. Yo no suelo respetar estos límites, pero me parece realmente abusivo.
Mientras mis acompañantes daban la vuelta ritual dentro del Sagrado Corazón, yo me quedé contemplando la gran ciudad…
Y cuando se acabó la visita, se pararon en una terraza que les gustaba mientras seguía rumbo abajo para visitar algunas tiendas.
La ausencia de la puerta de los pecados capitales me preocupaba, así que al día siguiente pasé de nuevo por la iglesia Saint Jean e pregunté a la doña que instalaba folletos si la puerta todavía estaba en la iglesia. Entonces me enseño la capilla suroeste y nada más entrar constaté que no había desaparecido. ¡Qué alivio!