Mientras el movimiento « Nuit debout » sigue ocupando la plaza de la República, empecé a buscar una bici extra en un sitio de segunda mano. Uno no imaginaba la cantidad de bicis que se venden en París. Por cierto no todas son gangas pero la variedad es verdaderamente impresionante.
Limité mi exploración a las ofertas relativas a una marca que me cae bien. La primera bici que me pareció interesante ya estaba vendida. La segunda no estaba en París. La tercera, correcta de precio, se hallaba en el distrito 10.
Cuando llamé a la vendedora, me dijo que no podía enseñarme la bici por la noche porque volvía a casa muy tarde. Pero finalmente quedamos a las 21 delante de un edificio de la calle de Paradis.
En otros tiempos esta calle albergaba todas las tiendas de vajilla de lujo. Estos comercios desaparecieron poco a poco y ahora se ven locales más conformes con los gustos y presupuestos de los treintañeros.
Desde la calle, el edificio de la vendedora parecía normalito pero nada más entrar descubrí una sucesión de tres patios acondicionados con plantas y muy bien cuidados. Sobra decir que en un entorno de este tipo, uno olvida enseguida la agitación parisina.
La bici esperaba en el último patio y cerramos el trato muy rapidamente.
Ese día por la mañana, me paré un rato delante de un escaparate en el pasaje de los panoramas para admirar un animal improbable. Imagino que me trajo suerte.
Al día siguiente volví al conservatorio de los artes y oficios.
En medio día probamos un sitio que se llama “le camion qui fume” y pude apreciar otra vez los excelentes burgers de esta compañía, en un espacio mucho más agradable que la plaza del distrito 12 en donde los descubrí.
Y ahora toca trasladar la nueva bici rumbo a Borgoña para los paseos veraniegos.
Continuará…