Esta semana empezó con una maravillosa sorpresa : la hoya que cuido en mi despacho me regaló una magnífica « flor de cera », tan delicada que parecía mentira. De repente entendí todo lo que cuenta el principito acerca de «su» rosa…
Fuera de la oficina, aproveché un momento de libertad para seguir explorando el distrito 20, alrededor de la calle de Bagnolet. Pero todavía no controlo bien la frontera entre esta zona y el cementerio del Père Lachaise y noté varios callejones que tendré que explorar más detenidamente.
El jueves pasé por el muelle de la Mégisserie y me paré en la tienda de la familia Bru, una de las pocas que siguen proponiendo plantas y consejos para los jardines. Si no vi epicactus, noté que tenían varias hoyas de colección y volveré a visitarlos cuando se acabe la floración de la mía. También noté una interesante colección de enanos de jardín pero ningún tan subversivo como el de la pasada semana. 🙂
Luego tocaba pasear con dos treintañeros procediendo de Galicia y contemplar el reflejo de la ciudad en los ojos de estos paseantes fue de nuevo un gran placer. Ese día, por primera vez, el recorrido se acabó en una tienda de manualidades… 🙂
Al día siguiente, una de mis gatas me despertó de madrugada. Salí temprano y cuando llegué a la plaza de la república, sobre las siete, constaté que muchas personas sin domicilio siguen durmiendo en los bancos de la plaza. Me impresionó el volumen de equipaje de uno de los dormilones.
No sé como se las arregla para moverse con tantas cosas…
Este fin de semana me junté a los parisinos que se marchaban de vacaciones porque quería buscar gangas en un mercadillo de segunda mano lejos de París. Por fin encontré el espejo Art déco que buscaba y constaté una vez más que los precios parisinos son muy exagerados. (Lo que ahorré al comprar el objeto compensa de sobra el precio del tren).
Y ahora espero con ansias la hora de volver a la oficina para ver si mi flor sigue sin marchitarse…