Entre las gotas de lluvia…

Esta semana tuve la oportunidad de pasear por las calles parisinas con un arquitecto argentino. A mi siempre me encanta compartir un momento con gente abierta y curiosa para enseñarle lugares que me gustan. Pero este paseo fue distinto porque el visitante me dejó ver lo que miraba y me regaló una perspectiva nueva sobre sitios que visito con frecuencia.

En la zona de Les Halles, nos paramos un gran momento para contemplar las obras y la estructura metálica que ya instalaron para soportar la canopea, examinar los dibujos representando la instalación final e incluso visitamos el pabellón temporal que presenta el proyecto. También entramos en la parte comercial subterránea para contemplar la plaza cuadrada diseñada por Paul Chemetov.
Como muchos habitantes de la capital yo ya asimilé el proyecto. Pero olvidé las proezas técnicas que eso implica a diario y merecía la pena pararse un rato.

Tras este largo recorrido enfrenté una realidad más común en el centro de impuestos de mi distrito. Llegó la campaña de declaración de la renta y me impresionó la larga cola de personas esperando para solicitar una cita y asistencia. Pero enfrentar este ritual será requete complicado para quien no domina la lectura o el idioma. Para los demás, conseguir los formularios adecuados resulta tan pesado que acabas usando internet aunque contribuya a suprimir empleos 🙁

Y ahora toca preparar las maletas para marcharme unos días de París y asistir al festival de la palabra. ¡Hasta pronto!

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¿A donde se fue la primavera?

Tras el largo puente de la pasada semana, volver al trabajo no fue tan difícil.
Un cielo gris, unas temperaturas entre 10 y 20 grados, el anuncio oficial de la entrada de Francia en recesión, no les faltaban razones a los parisinos para poner mala cara…

Yo pasé un rato divertido al transportar una tabla de 2,5 metros con un amigo por las callecitas del Marais. Por suerte se trataba de una variedad de madera relativamente ligera. Pero las aceras del distrito 4 son bastante estrechas y siempre surgen situaciones cómicas con los cochecitos o con personas en las nubes. :-))

Pero el viernes por la noche fue cuando disfruté el momento más parisino de toda la semana.
Conseguí asientos en el patio de butacas de la Ópera Bastille para asistir a «La Gioconda» de Ponchielli. No formo parte de los aficionados a la Ópera, pero tenía ganas de asistir por lo menos una vez a este tipo de espectáculo. Y la verdad es que no me arrepentí.
Me impresionaron los decorados y sus cambios así como el vestuario. El orquesta y los coros tenían un nivel muy alto y entre los intérpretes principales me dejé seducir por el fantástico timbre de la voz de Maria José Montiel.
Total pasé un excelente momento y en cuanto pueda, repetiré.

Ayer probé un tramo del tranvía sur para visitar una tienda de jardinería pegada al límite de París. Descubrí los edificios que levantaron en la orilla del Sena, a continuación de la Gran Biblioteca y constaté una vez más que la vida sin coche se vuelve una pesadilla cuando te arriezgas en las afueras de París… Pero superé la prueba 🙂

Hoy se celebraba el último día semi-festivo de Mayo, lo cual significa que la mitad de la gente trabajaba mientras la otra no… Y el cielo se nos regaló unos chubascos impresionantes, de los que te quitan las ganas de salir.

A ver si mañana hay suerte para los paseantes argentinos que espero…

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Una semana cortísima

Dos días festivos seguidos en medio de las vacaciones escolares de primavera… Son muchos los parisinos que aprovecharon las circunstancias para marcharse unos días.
Mi instituto estaba cerrado el viernes así que experimenté un nuevo ritmo semanal: dos días de trabajo y cinco días de fín de semana… ¡Estupendo!
Además, para los que se quedaron en la capital, se notaba un ritmo tranquilo super agradable.

Descansar, pasar un rato pintando dos cuartos en la casa de un amigo y hoy, por fin pude pasar un gran rato callejeando.

Para empezar pasé al lado del ayuntamiento del distrito 18 en donde organizaban un mercadillo. Por la cantidad de vendedores profesionales, se veía que tenía más categoría que el mercadillo de la pasada semana. Pero también se veían muestrarios de particulares.
Había mucha gente y poco espacio para caminar así que no me detuve y seguí rumbo al otro lado de la colina de Montmartre.

En la calle Lepic, sobre las 11, la gente todavía estaba despertando.
Crucé el bulevar y seguí rumbo abajo hacia la calle de los martirios…

Pocos turistas, muchas familias con niños pequeños, unas tiendas acogedoras, este barrio tenía pinta de buena vida.

Más abajo, en la calle Montorgueil, el local del partido socialista estaba abierto y unos militantes, valientes o inconscientes, apoyaban la política de Hollande en la calle. Yo descubrí una ferretería de otros tiempos pero no encontré lo que buscaba.

Un autobus me llevó al lado del mercado de los niños rojos en donde se notaba el ritmo tranquilo de los domingos.

Tras una pausa cerca de Bastille, visité la iglesia Saint Paul Saint Louis cuya fachada, recién revocada, luce un magnífico reloj. De paso recomiendo visitar la panadería de la calle Saint Paul por sus guimauves
Pasé una vez más por una tienda del muelle de la Mégisserie en donde pude admirar varias flores de epifilos.

Luego sólo faltaba volver a casa para descansar un rato mientras los parisinos enfrentan los atascazos anunciados en la radio…

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¡Ya lo hice!

Llevaba siglos con las ganas de participar a un mercadillo entre los vendedores y ese domingo fue cuando lo hice por primera vez 🙂

El tema parece sencillo pero la verdad es que se necesita bastante anticipación para conseguir el derecho de ocupar dos metros de acera.
Para empezar es preciso identificar a los organizadores y apuntarse con mucha antelación (uno o dos meses) para conseguir un sitio interesante. Por suerte una conocida se encargó de los trámites administrativos y como se trataba de conseguir dinero para una asociación, me invitó muy fácilmente.

Luego, y con dos o tres semanas de antelación, empieza la selección de los objetos para vender.
Tuvimos varias charlas para definir lo que presentaríamos. Descartamos las prendas muy difíciles de vender por la cantidad de ofertas baratas que se ven en el barrio. Excluimos los viejos equipos informáticos pero seleccionamos varias colecciones de vasos y jarras en la bodega de la asociación.
Yo exploré mi cajón de bisutería y mi reserva de cursilerías, añadí un aguayo olvidado, dos mecheros inútiles, un mantel improbable y puse todo en una maleta. Añadiendo donaciones de todas clases, llegamos a una bonita colección de trastos, perfecta para cualquier brocante callejera.

Por suerte la conocida despierta temprano y se encargó de instalar los elementos principales a las siete de la mañana. Yo pude llegar sobre las diez e instalé enseguida el contenido de mi maleta.

Como ya lo había constatado al recorrer los mercadillos de primavera, existen dos tipos de muestrarios: los que proponen amontonamientos de trastos y los que presentan una selección de objetos. Lo bueno es que cada tipo de presentación tiene sus aficionados.
Como no teníamos millones de cosas por vender, cuidamos las presentación.

La primera cosa que vendí fue mi maleta. Total no había más remedio que vender todo lo que contenía.
Luego fueron siete horas atendiendo a un sucesión ininterrumpida de parroquianos regateando cualquier detalle…

Entre las curiosidades, conseguimos vender: un foco de cine, un cubrecama de peluche y una caja de madera para botellas de vino…(sin botellas)
Despedimos a algunos clientes demasiado insistentes, regalamos gangas a otros, más simpáticos.
Al final la asociación recuperará casi 300 euros y yo pasé un excelente rato.

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Una buena semana :-)

Nada mejor para hacer un buen paseo por París que salir con algún cómplice en busca de cualquier detalle. Eso hice el pasado lunes y el pretexto del día fue encontrar cucharillas.
Para empezar pasamos por la calle Montmartre, al lado de San Eustaquio.
Años atrás eso era el barrio en donde uno encontraba todas las tiendas dedicadas al material de cocina y restaurante para los profesionales. Poco a poco estas tiendas fueron transformadas en comercios de prendas pero todavía quedan algunas. Yo quería comprobar la calidad de un producto que había encontrado en internet y la verdad es que entendí enseguida porque la oferta era tan barata (12 piezas por menos de 20€): la cucharilla aguantaba mal la presión y se retorcía muy facilmente.
Total seguimos rumbo al BHV cuya planta dedicada a la cocina y a los artes de la mesa forma parte de las referencias parisinas. Y efectivamente en esta tienda encontramos un montón de cucharillas restistentes pero por un precio mucho más elevado (entre 4 y 14€ cada pieza).
Al final entramos en varias tiendas de la calle Saint Antoine y encontramos la solución en una tienda que se llama «la vaissellerie» con 2€ por cucharilla…

Al día siguiente se acabó el follón acerca del matrimonio gay. Votaron la ley en la asemblea y ahora sólo falta que el consejo constitucional procese el recurso presentado por unos diputados y senadores pleitistas…

El jueves tuve la oportunidad de asistir a un espectáculo de danza de la compañía Blanca Li titulado Electro kif. La coreógrafa se apropió la vitalidad de las danzas urbanas para crear una posibilidad de encuentro ente estos jóvenes bailarines y un público abierto y curioso. El resultado me pareció realmente impresionante, tan en el plan técnico como por la energía que necesitarán estas danzas.

Ayer volví a pasear por el discreto distrito 8 y constaté con alegría que la iglesia rusa Alexandre Nevsky estaba abierta. Cuando entré, me encontré en medio de una ceremonia y me marché de puntillas. Pero este breve momento resultó una perfecta preparación para el concierto que me esperaba en la sala pleyel.

Ayer la mítica sala parisina recibía al músico francolibanés Ibrahim Maalouf, trompetista brujo, que cautiva con sus cuartos de tono tan orientales. Fueron dos horas de maravilla escuchando una música que se nutre de tantas culturas que se vuelve inclasificable.
¡Como cuesta volver a la cotidianidad!

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