Un proyecto asombroso

El otro día dejé de explorar la zona de urbanización concertada Tolbiac para pasar por el muy popular distrito XX y constaté con sorpresa que estaban construyendo un edificio nuevo al pie de las torres de la plaza Vitruve.

Estas dos torres destacan por su altura y constituyen un punto de referencia fácil de identificar entre las puertas de Montreuil y de Bagnolet.

Con 87,3 metros de altura y 31 plantas, la torre Saint Blaise es la más pequeña. Su vecina, la torre Giralda, tiene 103,8 metros de altura y 37 plantas. Ambas torres son edificios de viviendas y con las demás construcciones sociales, el barrio llega a una densidad de población de casi 800 personas por hectárea. Sobra decir que eso no deja mucho espacio para respirar…

Entonces este nuevo proyecto de construcción me asombró y me acerqué para conseguir más informaciones.

En realidad, destruyeron un conjunto de aparcamientos y ahora están construyendo un edificio de siete plantas dedicado a la innovación, la economía social y solidaria y la agricultura urbana.

Esta construcción, bautizada Wikivillage (porque sus promotores pretenden adoptar un funcionamiento colaborativo), será acabada dentro de un año. El objetivo es proporcionar un lugar cumpliendo con todas las normas nuevas de sobriedad y de reciclaje de los desechos, en donde todos los actores de la transición ecológica podrán reunirse e inventar un futuro sostenible.

Presentado así el proyecto parece muy interesante, y aunque tenga algunas dudas al contemplar los datos sociológicos de la zona, puede contribuir a mejorar el cotidiano de sus vecinos.

De momento, seguiré estudiando el vocabulario común a todos estos proyectos emergentes y cuyo sentido parece muy diferente de lo que dicen los diccionarios…

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Conectando mundos diferentes

Después de varias visitas por la zona de urbanización concertada Tolbiac, constaté que su eje principal, la avenida de Francia, comunica muy bien con la orilla del Sena porque casi todas las calles que empiezan en su lado Este presentan un leve declive que lleva al rio.

En cambio, no percibía bien la comunicación entre la avenida de France y la vieja calle Chevaleret que se halla a una decena de metros abajo. Total, dediqué varios recorridos a la exploración entre el eje histórico y el eje nuevo, e incluso presenté las informaciones que noté a una colega que lleva más de diez años viviendo en la calle Chevaleret.

Resulta que solo existen dos caminos que permiten a los coches de circular entre la avenida de France y la calle Chevaleret.

El primer camino sale de la calle Chevaleret y pasa por las calles Léo Frankel y Julie Daubié. El otro camino se halla más al norte y pasa por la calle Alphonse Boudard.

Los dos ejes Oeste-Este de la zona, la calle de Tolbiac y la calle de los grandes molinos, pasan arriba de la calle Chevaleret, pero hay escaleras para los peatones. Las otras calles se transforman en escalera para pasar de la parte alta a la parte baja. En varios lugares, también se ven ascensores Y toca mencionar este comercio de varias plantas que comunica la calle Chevaleret y la calle de Tolbiac.

En resumen, todavía queda mucho por hacer para proporcionar una circulación fluida entre estos dos niveles de ciudad y para los vecinos en silla de ruedas de mi colega, los primeros meses fueron algo complicados. Pero las cosas mejoran poco a poco, y algunos detalles son dignos de interés.

Al recorrer estas vías y escaleras, algunos nombres de calles me llamaron la atención porque destacaban a varias mujeres.

Julie Daubié fue la primera mujer que obtuvo el bachillerato en 1861. Jeanne Chauvin fue la primera mujer que obtuvo el diploma de abogada. Louise Bourgeois fue una artista y escultora francesa.

De momento son muchas las zonas en obras y si hablan de otros nombres de mujeres para designar los espacios, todavía tendremos que esperar.

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Al norte de la Gran biblioteca

Entre el bulevar Vincent Auriol y la Gran biblioteca se halla un espacio de unas cinco hectáreas que forma parte de los primeros lugares transformados por el programa de rehabilitación urbana.

Cuenta con edificios de oficinas a lo largo de la avenida de Francia, pero en los tres otros lados, se ven edificios de viviendas con comercios en la planta baja, entre los cuales toca mencionar una jardinería que visito regularmente.

Esta manzana destaca de las que vi en la parte sur de esta zona de desarrollo concertado porque también alberga una escuela primaria y, en su parte central, un agradable jardín con huerto incluido y una pista de baloncesto. En esta zona de alta densidad, tiene un no sé qué de pequeño pueblo muy agradable.

Pero lo que más me asombró fue encontrar una modesta iglesia dedicada a Nuestra Señora de la sensatez al lado del jardín.

Como en otras partes del distrito XIII, esta pequeña iglesia resulta mucho más bajita que los edificios que la rodean, pero destaca por su vestido de ladrillos rojos. La puerta estaba abierta así que entré para descubrir este lugar.

Diseñado por Pierre-Louis Faloci, el edificio tiene estructura de hormigón y su interior reserva varias sorpresas, empezando por la ubicación de sus bancos.

Sobra decir que esta distribución disimétrica es totalmente intencional…

A mi me gustaron la modestia de las paredes de hormigón y las aperturas hacia el exterior que proporcionan una luz muy suave. También noté los diferentes elementos simbólicos expuestos en las partes laterales, pero el elemento más notable es probablemente la estatua de tilo que representa la virgen y su hijo.

En medio de la gran ciudad, este lugar proporciona un apreciable espacio de tranquilidad…

Confieso que, al salir de esta manzana, pasé por la tienda de jardinería en donde no compré nada.

Luego seguí rumbo a la estación de Austerlitz, en donde encontré un autobús que me acercó de casa…

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Retomando (casi) el ritmo de siempre

El primer día de teletrabajo, con las gatas abatidas por el calor yaciendo en la parte embaldosada del suelo y una temperatura rondando 28 grados, resultó bastante difícil. Pero sobrevivimos y, al atardecer, un largo paseo alrededor de la colina de Montmartre me devolvió la alegría de las caminatas.

Para bien empezar esta nueva temporada parisina, al día siguiente, hice un largo recorrido por los distritos XII y XIII con un caminante argentino que tenía mucho aguante y me regaló unos intercambios muy interesantes.

Luego tuvimos varias sesiones de lluvia, la temperatura bajó, se murió la Reina Elisabeth y las gatas recuperaron algo de vida…

Dediqué una parte del sábado a visitar el mercadillo de la plaza de las Abadesas antes de seguir hacia varias tiendas que se hallan cerca de la Madeleine.

En la tienda de la famosa empresa sueca, casi no se podía circular por la cantidad de gente mirando por todas partes o haciendo cola para pagar. Por suerte, yo no iba a comprar sino a mirar la calidad de un producto preciso y pronto pude escaparme de esta multitud. La segunda tienda resultó más tranquila, pero la generalización de las cajas automáticas empieza a enojarme por que no quiero regalar ese trabajo gratuito a gente que no lo necesita…

Por la noche, organizaban un banquete de barrio, justo al lado de mi casa, y si no participé al acontecimiento, con gusto escuché la música que acompañaba la cena.

Hoy quise visitar un mercadillo organizado en el bulevar de Port Royal, a la frontera de los distritos V, XIII y XIV. En esta zona, el sueldo medio es mas mucho más elevado que en mi barrio mestizo y sentía curiosidad por los objetos expuestos. La verdad es que el mercadillo no me decepcionó.

Instaladas a la sombra de los árboles que bordean el bulevar de Port Royal, casi todas las mesas estaban bien arregladas y la mayoría de los productos eran de muy buena calidad.

Yo me dejé atrapar por el pomo de un bastón, pero no compré el objeto.

Más adelante, visité el otro mercadillo instalado en el bulevar Arago. Allí también encontré mesas muy bien arregladas y algunos objetos realmente bonitos, pero no tenía el nivel del primer mercado.

Luego seguí al azar rumbo al orilla del Sena en donde había mucha gente disfrutando de un tiempo soleado. Contemplé un rato a los ancianos reunidos en una de las pistas para bailar y me alegró verlos tan contentos de disfrutar este momento.

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¡Adelante!

Después de varios días en un pequeño pueblo bastante tranquilo, volver a casa siempre produce un choque por la cantidad de gente, el ruido y el ritmo de las grandes ciudades. Y cuando llegas un sábado, en medio del mercado semanal cuyos clientes proceden de toda la región parisina, el choque resulta más brutal todavía. Sin embargo, al escuchar la troba de africanos cantando y tocando tambores para obtener monedas, sonríes y recoges la energía regalada a los vecinos.

Luego toca conectarte de nuevo con la gran ciudad, visitando algunos comercios y comparando la variedad y los precios de los productos a los que constataste en el pequeño pueblo. Eso hice ayer para llenar la nevera y para preparar algunas sesiones futuras de bricolaje.

Readaptarse también requiere un largo recorrido en autobús para mirar París desde la ventanilla y visitar uno de los mercadillos del día. Eso hice hoy, viajando con el autobús 38, casi desde un extremo de la línea al otro, y visitando el mercadillo organizado cerca de la puerta de Vanves.

Mañana intentaré sobrevivir a la avalancha de correos electrónicos desde casa.

Pasado mañana, volveré a la oficina y a las largas caminatas que me ayudan a soportar las contrariedades laborales. Y luego seguiré explorando esta ciudad que tanto me gusta.

Continuará…

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