Servicio veraniego

La vuelta a la capital fue algo brutal.

Al salir de la estación de tren de Bercy, quise viajar en metro rumbo a casa y me tocó una parada general de la línea por un incidente en Châtelet. No hubo más remedio que seguir caminando rumbo a la estación de Lyon, punto de salida de muchos trenes de cercanía, en donde había una cantidad impresionante de gente recorriendo los interminables corredores que comunican las diferentes líneas… Imagino que se trataba de una frecuentación normal, pero para alguien que suele desplazarse caminando o viajando en un autobús casi vacío, el contraste resultó impresionante.

Por suerte, el itinerario alternativo no tardó mucho y llegué con media hora de atraso.

Al día siguiente con gusto recorrí la larga calle de los Pirineos relativamente fresca por sus numerosos árboles. Si observaron casi mil kilómetros de atascos por las salidas de vacaciones, todavía queda gente en la grande ciudad. Y las malas noticias acerca de una posible cuarta ola de pandemia complican las perspectivas veraniegas.

El miércoles fue cuando empezó lo que llamo “servicio veraniego” ya que la mitad de mis compañeros de trabajo están de vacaciones…

Como siempre en estos casos, tienes que enfrentar a estas personas que quieren acabar con todos sus expedientes antes de marcharse de vacaciones y que olvidaron que los demás también se van…

Por suerte, pude otorgarme una larga caminata para relajarme.

El jueves anunciaban un día de mucho calor y almorcé con una colega en una terraza sombría. En mi instituto de siempre, algunos proyectos complicados provocan mucho estrés entre los unos y desaliento entre los otros. Yo regalé una escucha bondadosa a esta colega y creo que le vino bien…

Acabé la semana laboral con un nivel bastante alto de cansancio y dediqué el fin de semana a sestear con mis gatitas.

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Vacaciones…

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Por fin llegan las vacaciones…

Esta semana, mi estancia en París tenía un toque diferente. En mi instituto de siempre, todos vamos muy cansados por las restricciones de todas clases, el ritmo alto de las horas de teletrabajo y un tiempo relativamente inestable. Ahora toca organizarnos para mantener una permanencia mientras salimos de vacaciones por turnos.

A mi me tocaron las dos semanas que vienen y dos semanas extras en agosto. Pero antes de marcharme quise acabar con varios asuntos pendientes y mis últimos días de trabajo fueron algo agotadores. Incluso llegué a escaparme de la oficina para que no me hagan una demanda extra.

A pesar de eso, conseguí preservar tiempo para mis caminatas cotidianas.

El miércoles fue cuando se celebró el fin de las restricciones de capacidad en los bares y restaurantes y me impresionó la cantidad de personas apiñadas en las terrazas al atardecer.

Y fue peor todavía el jueves por la noche, cuando contemplé las largas mesas instaladas en la acera para cenar: creo que la proporción de vacunados no llegaba a la mitad, lo cual significa que vamos a tener una ola extra de Covid…

Y como si fuera poco, también empezó la temporada de las rebajas.

Dicen que toda esta gente que consume sin restricción está gastando los ahorros generados por las circunstancias sanitarias, como si se tratara de recuperar el tiempo perdido… Buena oportunidad para los comercios que superaron los meses de cierre…

Yo no hice tantos ahorros…

Antes de marcharme de vacaciones, pasé de nuevo por la heladería de Raimo para probar otra vez los sabores de lichi y rosa…

Cuando llegué a la estación de Bercy, había mucha gente con maletas grandes y viajando hacia los montes del centro de Francia. Por suerte, también había más vagones…

¡Hasta pronto!

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Un día libre en París

Esta semana me otorgué un día de libertad en la capital.

Me marché de casa temprano, rumbo a la iglesia Saint-Ambroise. En el bulevar Magenta, noté que había mucha gente caminando y pensé que era uno de los cambios provocados por la pandemia para evitar el contagio.

Pronto giré a la izquierda para pasar por la calle de Lancry hasta el canal Saint-Martin, pero a estas horas no tenía mucha vidilla. Tampoco había mucha gente en las orillas del canal, pero ya se notaba mucho tráfico automóvil.

Di la vuelta al hospital Bichat para llegar a la avenida Parmentier. Por suerte las tiendas de ropa todavía estaban cerradas, así que no tuve que hacer muchos esfuerzos para resistir a las tentaciones. En esta zona, padres y madres estaban llevando a sus niños a la escuela y aprovechaban el momento para charlar con sus vecinos.

Al lado del jardín Maurice Gardette, varias personas empezaban el nuevo día, compartiendo un café con amigos, pero ya no tenía bastante tiempo para sentarme un rato.

Al salir de la primera cita de la jornada, caminé rumbo al norte para arreglar varios detalles domésticos, pero mi autobús de siempre no iba hacia el fin de línea por causa de un incendio, así que no hubo más remedio que seguir caminando.

Luego tuve que marcharme volando rumbo a la plaza Daumesnil en donde me esperaba una amiga para almorzar y saborear un helado en la tienda de Raimo.

En el restaurante, ya no te dan el menú, tienes que escanear un código QR con tu móvil y si escogiste la herramienta adecuada, el menú aparece en tu teléfono… Por suerte, el camarero todavía es capaz de enunciar la lista de platos disponibles…

En la tienda de Raimo, escogí tres sabores (rosa, lichi y frambuesa), todos muy ricos… y pudimos sentarnos en la terraza de la heladería para saborearlos.

Luego caminamos rumbo a la estación de Lyon de donde salía el tren de mi amiga.

Yo seguí la caminata del día rumbo a la plaza de la Bastille, pero hice un desvió por la calle Ledru Rollin. En esta calle, ya no existen algunas tiendas de muebles y decoración que me interesaban, pero todavía quedan algunos escaparates en donde puedes pillar ideas.

Después de saludar al genio de la columna, pasé por la plaza de los Vosges, en donde los árboles se desarrollaron bien y ahora tapan una parte de los edificios. Luego pasé por un pequeño jardín descubierto años atrás y cuya entrada se halla en la curva de la calle Villehardouin.

Escondido en medio de una manzana, este pequeño jardín proporciona un espacio muy agradable para olvidar un poco el ruido de la gran ciudad. Además, tiene una bonita colección de rosas, algunos bancos y varias zonas de césped en donde instalarse.

Luego me paré en algunas tiendas, y seguí de nuevo rumbo al norte para volver a casa.

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Retomando un ritmo casi normal

Cada nueva estancia en París me regala novedades que no percibiría si viviera completamente en la gran ciudad.

Cuando volví el martes por la noche, el tema del momento en mi barrio era el partido de fútbol entre Francia y Alemania. Como siempre en estas ocasiones, basta con escuchar el ruido de la calle para saber cómo cambia el marcador.

Más adelante, después del toque de queda, el otro ruido que me llamó la atención fue la intervención de la policía tras un alboroto que se acabó con un herido sangrando en la acera. Mientras unos policías atendían al herido, los demás guardaban el agresor presumido y para evitar los abusos, varios vecinos estaban grabando el acontecimiento desde su ventana. Curiosamente, la ambulancia tardó mucho en llegar, pero me explicaron unos colegas que cambiaron el sistema de regulación y que ni lo bomberos llegan rápidamente…

Al día siguiente, constaté que son muchas las personas que abandonaron el teletrabajo para volver a la oficina y eso se nota en las calles, en los transportes… y en la panadería que se halla cerca de mi instituto de siempre, en donde reapareció la larga cola de medio día.

La temperatura subió brutalmente a unos 35 grados, pero al visitar algunas tiendas, uno siempre puede refrescarse.

Yo pasé por varios almacenes que no visitaba desde varios meses y volví a casa con una tela de sombrero y un pulverizador.

El jueves, por primera vez desde no sé cuantos meses, pude sentarme en una terraza para almorzar con un viejo amigo de paso en París. Al atardecer, pasé por los bulevares de Ménilmontant y de Belleville en donde me impresionaron la extensión de las terrazas y su frecuentación. Más adelante, en la orilla del canal Saint Martin, uno de los restaurantes había instalado una larga mesa de casi veinte metros…

Al llegar a mi barrio, constaté que habían organizado un concierto de Raï para celebrar el bautismo de una pequeña plaza que se halla entre las calles Polonceau y de la Goutte d’or con el nombre de la cantante Cheikha Remitti. Había muy buen rollo, pero ya llevaba horas caminando…

La buena noticia del viernes fue que ya podemos dejar de poner mascarillas en las calles “tranquilas” y además abrogan el toque de queda. ¡Por fin!

El viernes por la mañana ya estaban preparando la fiesta de la música en la plaza de la República. Yo no estaré en París, pero mola la sensación de volver a una vida normal.

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