Un desconfinamiento gradual

A partir del pasado lunes, recuperamos la libertad de viajar por todo el territorio francés, pero como no abrogaron el toque de queda, es preciso hacerlo de día, entre las 6 y la 19. Por suerte, se admite excepciones para viajar en tren o en metro o con un certificado adecuado…

Aproveché esta posibilidad para volver a la capital el martes por la noche. Tren del atardecer, llegada después de la hora de toque de queda y metro semi vacío… Al llegar a mi barrio rebelde, constaté que todavía había gente en la calle, charlando o compartiendo comida, pero la policía no quiere disturbios y evita los controles.

Nada más entrar en mi residencia, topé con una vecina que aprecio y acordamos quedar al día siguiente en su terraza.

Encontré pocas noticias malas en mi buzón y con gusto llegué a mi refugio parisino.

Empecé el día siguiente subiendo hacia Sagrado Corazón para contemplar la gran ciudad que tanto aprecio. Luego dediqué el resto del día a teletrabajar desde mi casa, lo cual me dejó tiempo, en medio día, para resolver varios trámites y hacer algunas compras.

Al atardecer no pude resistir a las ganas de dar la vuelta de la colina de Montmartre.

No se veían muchos turistas al pie de la colina. En la calle de las Abadesas, los dueños de bares y cafés estaban preparando sus terrazas para la reapertura, puliendo las sillas, pintando las mesas y arreglando los toldos. Pero la zona no tenía la vidilla de siempre.

Seguí rumbo arriba para visitar la tienda de Arnaud Larher, en donde compré varios pasteles para la cita con mis vecinos. En la calle Caulaincourt, también faltaba la vida de las terrazas, pero los feligreses seguían haciendo cola para comprar en las tiendas de comestibles del vecindario.

La noche en la terraza de la quinta planta, con buena comida y buen vino, fue un grato momento…

El jueves, recogí todo lo que tenía que llevar antes de subir en mi autobús rumbo a mi instituto de siempre. Día con lluvia y con el gris parisino…

Llevaba casi siete semanas lejos de mi despacho y el reencuentro con las pocas personas presentes fue muy caluroso. Si todos conseguimos adaptarnos a unas circunstancias laborales especiales, también queda claro que teníamos ansias de contacto directo… Pero tendremos probablemente que esperar hacia setiembre para volver a la normalidad.

Al atardecer, el tren de las 18 me llevó a mi pequeño pueblo de Borgoña. Próximo viaje a París dentro de una decena de días…

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Cuarta semana de confinamiento paradójico

Lo bueno de estas largas semanas en mi casa de campo es que puedo contemplar el florecimiento de las plantas de mi pequeño jardín.

Esta semana, las campanillas blancas del muguete aparecieron y pude regalarlas a mis vecinos para celebrar el día internacional de los trabajadores. También aparecieron los primeros racimos de flores de la glicinia. Es la primera vez que puedo seguir la llegada de la primavera desde mi jardín y la verdad es que compensa de sobra los inconvenientes del teletrabajo.

El jueves por la noche, anunciaron el proceso de vuelta a la normalidad…

La primera fase empieza mañana, con la abolición de la restricción de los desplazamientos a una zona de treinta kilómetros. Así que podré hacer de nuevo legalmente idas y vueltas hacia la ciudad de las luces. Pero tendremos que esperar hasta el 19 de mayo para un toque de queda a las 21. Luego pasará a las 23 el 9 de junio y esta pesadilla se acabará a finales de junio. Por supuesto, todos estos anuncios también incluyen la condición suspensiva “si lo permite la situación sanitaria”.

A mi parecer, estas medidas alargan la larga lista de decisiones incomprensibles porque al mirar la situación de los hospitales y el número de personas que siguen en reanimación, percibir la mejora de la situación sanitaria resulta algo difícil. Pero supongo que eran imprescindibles para evitar disturbios…

La buena noticia de la semana es que ya tuve mi primera sesión de vacunación sin efectos secundarios, en la sala de fiestas de mi pequeño pueblo de Borgoña.

Ahora, sólo falta examinar el programa laboral de la semana y definir si permite un viaje a París…

¡Hasta pronto!

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Tercera semana de confinamiento paradójico

Me quedaban varios días de vacaciones de 2020 y tuve ganas de disfrutarlos esta semana.

Manualidades, lecturas, caminatas rurales… No sé cómo surgieron las ganas de viajar a París, pero sé que el jueves por la mañana subí en un tren que me llevó a la capital, con un pretexto aceptado a pesar del confinamiento: “trámite que no se puede efectuar a distancia”.

Confieso que todavía quedaba tiempo para este trámite, pero nadie controló mis papeles, ni en la estación de salida, ni en el tren, ni en la estación de llegada.

Después de varias semanas en mi pequeño pueblo de Borgoña, es preciso adaptarse de nuevo a esta muchedumbre moviéndose por todas partes, “como las moléculas de un gas”. En el metro, casi todos los viajeros llevan la mascarilla puesta, pero aplicar los demás gestos barrera resulta casi imposible.

Al llegar a mi barrio rebelde, con gusto pasé por la tienda de congelados en donde compré mi comida de medio día, antes de llegar a casa.

Nada más almorzar, me libré de este trámite-pretexto, antes de hacer varias compras en las tiendas de mi barrio parisino y de preparar una mochila con los objetos que quería llevar a mi casa de campo.

Desgraciadamente, este modesto programa no me dejó tiempo para subir al Sagrado Corazón y contemplar la Ciudad de las luces. Me fui corriendo a la estación, me subí al tren de vuelta y llegué después de toque de queda. Por suerte, nadie me controló.

No sé cuándo tocará otra escapada parisina, pero la bueno noticia es que ya tengo citas para las sesiones de vacunación contra la Covid en mi pequeño pueblo de Borgoña.

¡Bien veremos si volvemos a la normalidad a partir del 15 de mayo!

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Segunda semana de confinamiento paradójico

Esta nueva semana coincidió con el principio de las vacaciones escolares. Entre mis colegas, varias personas pidieron unos días para cuidar a sus niños. Otros solicitaron a su familia.

En mi pequeño pueblo de Borgoña, me encontré con varias parejas de ancianos, reclutados por sus niños para cumplir con su papel de abuelos, y algo despistados por la agitación que causa la nueva generación en su rutina cotidiana, pero globalmente felices de compartir estos momentos.

Yo pedí dos días para mejorar la instalación de mi pequeña casa de Borgoña y probar un andamio artesanal en el hueco de la escalera… Las obras progresan lentamente, pero algo es algo.

Ya llevo un mes lejos de París entre teletrabajo y caminatas por los campos. Cómo la librería local tiene esencialmente los libros del momento, tuve que pedir los que me interesan y no llegaron a la fecha anunciada. Mientras tanto, hago muchos progresos con los sitios de diseño de ordenación en línea.

Creo que necesito pasar un momento en la ciudad de las luces, pero de momento no se cómo justificar el viaje.

¡Continuará!

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Primera semana de confinamiento paradójico

Ya empezaron las cuatro semanas de confinamiento con restricciones de desplazamiento a diez kilómetros sin justificación y a treinta con certificado.

Desde mi pequeño pueblo de Borgoña, eso no cambia muchas cosas a mi rutina cotidiana, pero confieso que me fastidia este toque de queda a las 19, que impide cualquier paseo digestivo después de la cena.

Otro cantar será para algunas colegas que todavía no saben cómo enfrentar la pesadilla de las clases desde casa para los niños y tienen que planear alguna solución para las vacaciones de la primavera. Y en nuestra última reunión informal, se notaba bajones de ánimo.

Yo aproveché un día de vacaciones para viajar con unos amigos hasta la capital del departamento y visitar una tienda de vegetales, pero ya tengo bastante planta en mi pequeño jardín.

Dediqué una gran parte de este fin de semana a arreglar detalles en mi casa de campo: tener espacio pone la situación mucho más aguantable…

¡Hasta pronto!

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