Paseando por el distrito XVII

Esta semana no participé a la manifestación de protesta contra la reforma de las pensiones de jubilación: el proyecto ya llegó al parlamento y el gobierno organiza una conferencia de financiación. Ahora toca esperar las aclaraciones acerca de este sistema casi universal, aguantar la reducción de los salarios debida a la deducción de los días de huelga y recuperar fuerzas antes de volver a la calle.

Yo aproveché este alto el fuego para retomar mis largas caminatas parisinas, a pesar del frio y de las numerosas sesiones de llovizna.

Ayer caminé rumbo al barrio des “Epinettes”, en el distrito XVII, con la idea de explorar la calle de la Jonquière que se estira entre la estación de metro Guy Moquet y el antiguo ferrocarril que daba la vuelta a la ciudad de París.

Cerca de Guy Moquet, se nota una vida de barrio, con varias tiendas de proximidad. Los edificios son modestos, pero se ven algunas fachadas interesantes.

Más adelante, la calle de la Jonquière lleva a una zona en donde las fábricas de locomotoras del siglo XIX fueron arrasadas para construir una piscina y varios edificios de viviendas sociales, con un pequeño parque para los niños. Me asombró la calidad de estas construcciones de ladrillos rojos, separadas por una ancha calle con muchos aparcamientos.

Justo al lado, el pasaje del “pequeño ciervo” destaca por las dos esculturas de Philippe Rebuffet que decoran su esquina. Pero estas construcciones de los años 90s no tienen la calidad de sus vecinas.

La avenida de Clichy me llevó a la muy tranquila “Cité des fleurs”.
En 1847 fue cuando los propietarios de esta parcela oblonga arreglaron su organización: una callecita en el centro con tres pequeñas plazas redondas, y en ambos lados una zona de jardín separando las casas de la calle. También promulgaron reglas muy estrictas y eso explica que el sitio no cambió mucho a lo largo de los años. Hoy es un rincón muy tranquilo, a salvo del tráfico automóvil, y con horarios de acceso limitados.

A continuación, también pasé por la calle Pouchet en donde visité la iglesia “Saint Joseph des Epinettes”.
Esta curiosa construcción de hormigón armado cubierto de ladrillos alberga un impresionante órgano del siglo XVIII. Desgraciadamente no pude escucharlo.

Luego seguí rumbo al distrito XVIII con la idea de pararme en la tienda de Arnaud Larher para comprar algún pastel. Y así fue cómo pude probar una tarta de lichis con chantilly de rosa riquísima.

Ahora sólo falta planear otros recorridos para seguir explorando los diferentes aspectos de este distrito que no cuenta muchos monumentos históricos…

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Retomando el ritmo de siempre

Los empleados de la sociedad de transportes parisinos (RATP) acabaron con sus reservas de dinero y volvieron a trabajar. Así que el gobierno francés considera que puede seguir adelante con sus reformas y proclama por todas partes que la protesta flaquea…

Esta visión me parece algo curiosa ya que el Consejo de estado francés acaba de publicar varias críticas mayores acerca del proyecto del gobierno. Ya veremos lo que hacen estos altos cargos, los diputados y los senadores y mientras tanto, se trata de recuperar fuerzas y de disfrutar los momentos que regala la ciudad de las luces.

Yo con gusto volví a viajar con mi autobús de siempre para ir al trabajo. Pero el viernes, también participé a la manifestación del día, cuyo trayecto pasaba por la orilla del Sena, rumbo a la plaza de la Concordia. Abandoné la marcha poco antes de llegar al puente Nuevo, pero ya llevaba casi cuatro horas esperando o caminando lentamente a pesar del frio.

Ayer visité la “Grande Halle” de la Villette en donde organizaban dos salones “hermanos”: uno dedicado a la vida natural y otro dedicado a la permacultura.

En el primer proponían una gran variedad de productos alternativos para mejorar el bienestar. Yo noté jersey de alpaca, prendas de lino, edredones de lana, varios masajistas, bebidas dietéticas y proposiciones esotéricas de todas clases. En esta parte, la única cosa que me interesaba era una pequeña “cuchara” para limpiar orejas que me costó una decena de euros.

La zona de la permacultura me pareció mucho más interesante.

Cuando pasé, una conferencia explicaba cómo ganarse la vida con un jardín de sesenta áreas. Yo preferí mirar las esculturas de “la petite forge” o los elementos decorativos de “Jardins animés”.

Resistí a la tentación de comprar un vermicompostador de casa. Pero me dejé atrapar por el puesto de semillas bio, en donde compré cuatro bolsitas. También me paré en el puesto de las ollas de barro que sirven como sistema de riego y me marché con cinco ollas…
Así acabé con el presupuesto del día y volví a casa.

Por la noche caminamos rumbo arriba par la colina de Montmartre con un amigo, sacando fotos y comparando las imágenes.
Delante del Sagrado Corazón, al ver la cantidad de gente, pensé que el funicular funcionaba de nuevo.
En la plaza del Tertre, el frio había desanimado a los pintores y a los turistas.
En la plaza de las Abadesas, se celebraba la fiesta de la vieira…

Yo volví tranquilamente y con gusto encontré el calor de mi casa.

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Entreacto

El pasado lunes, ya contábamos 40 días de huelga de los transportes.
Algunas líneas de metro o de la red exprés regional volvieron a funcionar un poco y si seguimos con una gran cantidad de huelguistas, desplazarse en la región parisina resulta más fácil.
Yo dejé de viajar con el primer tren de la línea 4 para pasar por la línea 2 en donde hay menos gente.

Muchos huelguistas perdieron una parte importante de su nómina de diciembre y algunos llegaron a sus límites económicos. A pesar de todo, había mucha gente en la marcha del jueves y mucha gente en huelga.
Entre las acciones más impresionantes, toca mencionar el concierto regalado por los músicos de la Ópera desde la escalera del palacio Garnier, o los abogados que tiraron sus togas al pie de la ministra de la justicia1…
Algunos aprovecharon la manifestación para rellenar su caja de resistencia y confieso que me alegró ver la cantidad de contribuciones que consiguieron.

En mi instituto, más de setenta personas participaron a la manifestación del jueves (¡una marca!). Ya tenemos una caja de resistencia y dentro de unos días los sindicatos mandaran dinero para ayudar a las personas más perjudicadas por el movimiento.
No sé cómo acabara este profundo movimiento de protesta…

Lo que sí sé es que con gusto aproveché un sábado sin manifestación para pasear por el distrito XI.
Visitamos algunas tiendas, nos paramos en un café, cosas sencillas como la vida 😊

Hoy visité con un amigo el sitio que llaman “les grands voisins”.
Instalado en el terreno y los edificios del antiguo hospital Saint Vincent de Paul, “les grands voisins” es un conjunto que cuenta con estructuras de alojamientos de inserción, talleres de artesanos y de artistas, cafés, restaurantes y asociaciones que organizan conciertos, clases y conferencias de todos tipos, acontecimientos o fiestas.
Hoy organizaban su gran mercado mensual y aproveché la circunstancia para visitar el sitio.

Llegué sobre las tres de la tarde y ya había mucha gente, algunas participando a una clase de danza.
Entre las cosas presentadas, noté algunos productos originales, pero pocos realmente interesantes. Casi todos los talleres estaban cerrados y las mesas exteriores del café, sucias, no daban ganas de sentarse un rato.
Hablamos con dos chicas que proponían servicios de bienestar (osteópata, masajista, dietista, …). Confirmaron que el sitio ya tenía menos superficie que cuando empezaron y nos contaron que la aventura colectiva se acabaría en Junio…
Imagino que encontrarán otro espacio en París.

Mientras tanto, cerca del museo del Louvre, manifestaban contra la extensión de la reproducción asistida…
Yo seguí rumbo a la colina de Montmartre.

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“El pueblo unido…”

Pronto volví a encontrar el ritmo de diciembre: primer metro en la línea 4 a las seis y media de la mañana y enlace con la línea 1 (automática) para ir al trabajo, vuelta caminando al azar. Lo cual representa marchas cotidianas de unos 12 kilómetros.

El lunes al anochecer, pasé por el mirador que se halla en lo alto del parque de Belleville y con gusto me paré un ratito para contemplar esta ciudad que tanto me gusta. El martes me paré en la muy bonita librería del canal (cercal del canal Saint-Martin). Y el miércoles, en una de las asociaciones de mi barrio, esperamos en vano a los usuarios que ayudamos a arreglárselas con las herramientas informáticas.

El jueves participé a la nueva jornada de huelga nacional y a la manifestación organizada entre la plaza de la República y la iglesia Saint-Augustin.
Caminando rumbo al punto de salida de la marcha, noté que la brigada motorizada de represión de las acciones violentas se acercaba a la iglesia Saint-Vincent-de-Paul. Más abajo, un grupo de policías caminaba por la acera del bulevar mientras otros cerraban calles perpendiculares al recorrido.

Entre los manifestantes, se veía una fuerte proporción de agentes de la educación nacional, con banderas de sus escuelas y fanfarria incluida.
En la plaza Jacques Bonsergent, varios colectivos feministas estaban preparando y repasando el baile y la canción del día (denunciando las medidas relativas a las mujeres).
En las aceras, varios turistas japoneses, privados de museos, sacaban fotos del acontecimiento.
Y más adelante, una muchedumbre compacta estaba esperando el arranque de la marcha.

Acabé por ubicar a mis colegas y tuvimos que esperar hasta las cuatro y medio para avanzar.
En varios puntos la policía había lanzado bombas lacrimógenas y yo preferí abandonar la marcha al llegar a la calle de Rochechouart.

El sábado también fui a la manifestación del día entre la plaza de la Nación y la plaza de la República.
La participación me pareció menos importante que el jueves, pero se notaban varios grupos del sector privado, así como un grupo importante de abogados con sus togas negras.

Al llegar a la plaza de la República, me impresionó la cantidad de camiones de policía, pero no me quedé: miré algunos videos publicados por unos amotinadores, no entiendo su juego estéril de provocación y suelo evitar los lugares de pelea.

Hoy tocaba descansar. Mañana seguiremos estudiando el proyecto de reforma de las pensiones y calculando cuanto pierde cada uno…

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Volviendo…

Con gusto pasé dos semanas lejos de París y de todas las complicaciones en relación con las huelgas. Me marché sin saber precisamente cuando volvería porque tampoco sabía cómo las fiestas de fin de año impactarían el movimiento de protesta.

Después de celebrar el año nuevo llegó la hora de buscar una solución para volver a París. El tren que había notado resultó cancelado, así que sólo quedaba dos soluciones: madrugar o viajar con un tren declarado “lleno”.
Pasé por la pequeña estación de ferrocarriles de mi pueblo borgoñón en donde la taquillera me explicó que ya no podía vender billetes para el tren “lleno” y que eso era una medida para evitar que la gente se precipite para tomar este tren.
Pero también me explicó que podía comprar un billete en la máquina automática para subir al tren y eso hice.

Curiosamente, el tren resultó casi vacío y a duras penas llegamos a cinco personas en un vagón de 80 asientos… Y a una centena de viajeros en un tren de unos quinientos asientos…
Total, al llegar a París, pude encontrar un taxi sin problemas e intentar volver a casa.

Todo pasó relativamente bien hasta la plaza de la República, pero a partir de este punto fuimos bloqueados en un atascazo de primera. Y después de hora y cuarto en el coche, el importe apareciendo en el contador me quitó la paciencia: preferí seguir caminando y legué a casa sobre las 11 de la noche.

Necesité casi todo un día para deshacer la maleta, llenar la nevera, ordenar los correos, pagar las facturas y recuperar el ritmo parisino.

Al día siguiente, un rayo de sol matutino me dio la energía para mi primera caminata del 2020.
Pasé por la calle en donde vive una artista callejera que pone cada día un pensamiento al pie de su casa. Pero la frase del día ya estaba casi borrada, así que seguí cuesta arriba para pasar al pie del Sagrado Corazón…

Luego seguí cuesta abajo rumbo a la Ópera.
En la avenida que lleva al Louvre, los turistas japoneses estaban experimentando el encanto de las huelgas de transportes. Yo seguí rumbo al Carroussel del Louvre en donde constaté varios cambios de cadenas de tiendas.
Pronto volví a la calle de Rivoli y al BHV en donde la frecuentación me pareció bastante baja, pero será porque la gente ya espera el principio de las rebajas.

Cuando caminé rumbo a casa, cuesta arriba, ya se veían más peatones en las aceras y muchos coches por todas partes.
Al llegar, descubrí que la manifestación del día caminaba entre la estación de Lyon y la estación del Este.
Yo preferí reservar las fuerzas para la semana que viene…

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