Vacaciones…

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Crónicas de huelga (2)

Dediqué mis últimos días laborales a cerrar una buena cantidad de expedientes y así pude marcharme de vacaciones con varios días de antelación. Aún así, encontrar una solución para viajar lejos de la capital parecía bastante complicado.

El martes por la noche constaté que el miércoles por la tarde, anunciaban en la estación de Lyon dos trenes parando en mi ciudad de vacaciones y pensé que podía arriesgarme. Sólo faltaba encontrar una solución para ir de mi casa a la estación, con una maleta y una gata.
El miércoles sin metro, sin autobuses y con atascos por todas partes, lo más fiable era recorrer andando los seis kilómetros hacia la estación de Lyon.
En la web anunciaban que esta solución necesitaba hora y cuarto. Yo preferí dejar tiempo para los imprevistos así que me marché de casa con casi tres horas de antelación.

14h15: poner la gata en su mochila de transporte, recoger la maleta y marcharme.
Constatar el caos de coches, bicis y peatones en el bulevar Magenta pero seguir adelante.
14h56: salir de la plaza de la República
15h15: saludar de paso al genio de la Bastille
15h30: llegar a la estación de Lyon.

En la nave principal, las máquinas automáticas no me dejaban comprar un billete.
En la taquilla, después de veinte minutos esperando, me dijeron que no podían vender el billete que quería y que tendría que comprarlo en el tren.
Volví a la zona de espera y a las 16h40 indicaron donde estaba el tren deseado.

Suerte tuve porque no solo pude entrar en el tren sino que también pude encontrar un asiento y un espacio para la maleta y la gata.
Suerte tuve porque nunca vimos pasar al cobrador, así que fue el viaje más barato que hice en esta línea.

Ahora sólo falta desearles a tod@s unas muy felices fiestas de Navidad.

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Crónicas de huelga

Lunes:
Mi autobús de siempre no funciona, pero la página de información de la sociedad de transportes indica que otro autobús, que sale de la estación del Norte, funciona normalmente. Así que a la seis y cuarto voy a la estación en donde ya hay mucha gente, demasiado gente para el autobús 43 en donde los trabajadores de la madrugada batallan para entrar…
Yo renuncio a esperar más y sigo caminando rumbo a la plaza de la Nación, a pesar de los chubascos que complican la progresión y de los atascos que aparecen poco a poco, con bicis por todas partes. La línea 1 funciona y me lleva a mi destino.
Al atardecer, un bonito cielo azul me anima a volver caminando. Al final serán 16 kilómetros andando.

Martes:
Al controlar las informaciones de la sociedad de transportes, descubro que en la línea 4, que pasa al lado de mi casa, hay un tren de cada tres. Madrugo para entrar en el primer metro y sobrevivo a la presión de la cantidad enorme de gente esperando en la estación del Norte. Luego un enlace en Châtelet me lleva a la línea automática y así puedo llegar sin problema a mi instituto.
La verdad es que me hubiera gustado participar a este segundo día de huelga y a la manifestación asociada, pero quiero marcharme de París para las fiestas y tengo un montón de cosas por hacer antes.
Al atardecer, la línea automática me lleva a la estación Saint-Paul-Le-Marais y puedo volver a casa tranquilamente, mirando, de paso, los escaparates navideños.

Miércoles:
Repito la estrategia del día anterior para llegar al instituto.
Al atardecer, me acompaña una colega que alojaré porque lleva varios días sin transportes. Dejamos la línea 1 cerca del ayuntamiento y seguimos rumbo al Norte tranquilamente. Sobrevivo a una cena en el restaurante vegano de mi barrio y luego subimos a la colina de Montmartre: los turistas no llegaron a la colina y podemos disfrutar a solas del panorama.
¡Qué suerte!

Jueves:
Con mi colega repetimos la estrategia de los días anteriores y llegamos fácilmente al instituto. Pero se ve que el nivel de cansancio aumenta…
Luego toca poner el traje de representante del personal para preparar y luego participar a una larga reunión con la dirección.
La jornada se acaba a las 18, con lluvia. El metro me lleva al ayuntamiento y hago una parada en la pastelería de la calle Rambuteau para saborear un dulce de limón verde. Luego toca una caminata rumbo al distrito XVIII, comer, leer, dormir.

Viernes:
Último día de la semana laboral. Sigo pasando por la línea 4 pero somos cada día más numerosos en el primer tren del día.
Acabé una de las dos tareas que tengo que hacer antes de marcharme de vacaciones. En medio día, con una colega, aprovechamos un rayo de sol para pasear por el bosque de Vincennes. Al atardecer, vuelvo caminando a casa, dejando atrás mi autobús de siempre atascado en el bulevar Voltaire.

Este fin de semana seguimos sin transportes públicos, con atascos y caminando.
Yo pasé por la zona de La Bastille en donde noté cierta agitación en las tiendas. Ya llegó el último fin de semana antes de las vacaciones escolares y la gente corre por todas partes en busca de regalos.
No sé cómo viajaré hacia Borgoña con la gata y una maleta pesada, pero de momento no me preocupa.
¡Algo inventaremos!

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¡Huelga!

Llevaba muchísimo tiempo sin participar a una huelga, pero esta vez me pareció absolutamente imprescindible. Después de varios meses de recortes en todos los servicios públicos, ahora toca una reforma del sistema de jubilación, tan confusa que huele a trampa. Y las primeras simulaciones, aplicando las pocas reglas enunciadas, confirman una bajada de las pensiones para todos.

EL gobierno pretende que varios elementos siguen negociables, pero también declaró como intocable, la regla de dedicar a las pensiones de jubilación una cantidad máxima de 14% del producto interior bruto (PIB). Y esta regla, si la proporción de jubilados aumenta más que el PIB, significa otro riesgo de recorte de las pensiones. Así que el jueves, puse mi traje de manifestante (bufanda y gorra rojas para que no me confundan con los bloques negros). Quedé con el vecino, maltratado por las reformas de Radio France, y caminamos rumbo al punto de encuentro de la marcha.

Pronto encontramos el balón en donde tenía que juntarme con mis compañeros, pero como llegamos temprano, no conseguí ubicarles. Total, seguimos rumbo a la plaza de la República para hacernos una idea de la importancia de la protesta.
En la calzada, ya había tanta gente que resultaba imposible caminar por este espacio. Entonces pasamos por las aceras, pero pronto pasó lo mismo y dejamos el itinerario principal para seguir por unas calles paralelas.

Cuando llegamos a la cabeza de la marcha, constatamos que había gente delante de este punto. Chalecos amarillos por un lado y anarquistas por otro…
Eso olía a un posible bloque negro, así que después de echar un vistazo a la plaza de la República, pasamos par la calle del “Château d’eau” para volver al balón de mi grupo.

El vecino prefirió volver a casa mientras varios mensajes me ayudaban a encontrarme con mis compañeros. Seguimos esperando el principio de la marcha durante casi dos horas y a las cuatro y media pudimos progresar de unos metros. Media hora más tarde, llegamos a unos cientos metros más.
Confieso que el frio, el anochecer y la perspectiva de esperar horas antes de llegar a la plaza de la República me desanimaron y volví a casa. Pero algunos manifestantes pudieron llegar a la plaza de la Nación y esta marcha resultó más importante que la de 1995, al nivel del hartazgo que siente la gente con este gobierno.

Hoy, ya llevamos cuatro días sin metros ni trenes.
El viernes por la mañana, un autobús me acercó de mi instituto, pero volví a casa caminando.
Ayer, me quedé en el distrito XVIII, y hoy hice caminando el viaje ida y vuelta hacia el distrito XI en donde me esperaban algunas botellas de Champagne.

Mañana será otro día…

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Iluminaciones

A veces pienso que no aprovecho bastante el hecho de vivir en París para visitar exposiciones o ver espectáculos. Pero en muchos casos, es preciso reservar con antelación y a mí me gusta improvisar…
El pasado fin de semana no pudimos encontrar entradas para la exposición dedicada a Leonardo da Vinci y pasó lo mismo con todo lo que miramos así que renunciamos.

El lunes por la mañana constaté que proponían entradas para las iluminaciones en el jardín de las plantas el mismo día a las 18 y, después de controlar las previsiones meteorológicas, compré un billete por 15 euros.
Al salir de la oficina, el metro me llevó a la estación de Lyon. Luego atravesé por primera vez el Sena por el puente Charles de Gaulle contemplando de paso el curioso edificio construido en la orilla del rio y que alberga la ciudad de la moda y del diseño.

Luego seguí rumbo al jardín en donde ya había una cola de unos 30 metros, media hora antes de la hora de entrar…
Ese día los guardias fueron muy amables y nos dejaron entrar con algo de antelación. Control rápido de los billetes, control de los bolsos, control oficial de los billetes… y luego pudimos descubrir la instalación dedicada a los océanos.

Todos los elementos presentados tienen una estructura de hierro, vestida de tejidos sedosos, colorados y translúcidos, y llevan luces más o menos sofisticadas por dentro. Algunas estructuras tienen un tamaño impresionante, otras tienen partes articuladas, con un mecanismo que las mueve.Y si aparto algunas excepciones, se veían varios ejemplares de cada estructura, lo cual permite admirarlas tranquilamente.

El recorrido por la instalación también me pareció muy acertado ya que, al principio, uno tiene que escoger entre dos alamedas que presentan los mismos objetos. Así que no se siente agobio como en otras exposiciones muy concurridas, y siempre viene el minuto a solas con cada estructura.

A mí me impresionó el cangrejo gigante que movía sus pinzas en la entrada y la muy bonita colección de conchas y estrellas de mar. La mirada del cocodrilo me pareció muy viva y con gusto contemplé las tortugas de mar.
Varias instalaciones representaban el fondo del mar con plantas, corales, anémonas de mar y los peces asociados. Dos gambas gigantes interesaron a mucha gente y, más adelante, tuvimos que pasar por la boca de un tiburón antes de seguir por la parte de la exposición instalada en las alamedas del pequeño zoológico.
Medusas, pulpo y peces de las grandes profundidades y, antes de salir, una morsa y una colección de osos polares.

Tardé casi hora y media para verlo todo y finalmente, el precio de la entrada no me pareció exagerado.

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