Tregua navideña

Como lo imaginaba, la última semana laboral entera del 2018 dejó poco espacio para caminar.
Sin embargo, pude pasear por el muy burgués distrito VIII, desde los Campos Eliseos, rumbo a la plaza de Clichy.

Como siempre las iluminaciones de la famosa avenida parisina, vestida de rojo, me parecieron suntuosas. Y cerca de la estación de metro Franklin-Roosevelt no se veía la más mínima huella del desorden provocado por los chalecos amarillos. Lo cual demuestra que en algunos barrios son capaces de arreglar las cosas en un santiamén… Pasé por la pequeña calle Jean Mermoz en donde pude descubrir varias galerías de arte. Luego la calle de Penthièvre me llevó a la calle de Miromesnil en donde pude admirar varias tiendas de categoría. Al final de la calle, el bulevar des Batignolles me llevó a la tienda en donde me esperaban mis nuevas gafas…

En mi asociación de siempre, una de las personas que ayudamos a controlar las herramientas infórmaticas nos hizo una grata sorpresa. Aunque no tenga mucho dinero, había comprado una bolsita de chocolates para agradecernos por todo lo que aprende con nosotros. Ahora no tendremos otra opción que seguir regalando tiempo para ayudarla.

Y ahora toca disfrutar de los largos puentes regalados por mi instituto.
¡Que tengan felices fiestas y que el 2019 sea muy generoso con vosotros!

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Intermedio

Vuelvo de una semana de vacaciones activas lejos de París.
Estaba en un pueblo en donde los chalecos amarillos habían organizado una barrera y varias decenas de camiones estaban inmovilizados. La confrontación entre los manifestantes y los camioneros empezó a emponzoñarse, uno instalando su tractor en medio del cruce, otro arremetiendo contra los chalecos amarillos desde su camión. Total, la policía y los bomberos se juntaron para acabar con la manifestación.
Pero ayer instalaron una nueva barrera, más flexible, para imponer circulación alternada en el cruce. Me impresionó la cantidad de gente que demostraba su apoyo a los manifestantes. Pero este lugar forma parte de estas zonas desfavorecidas de Francia, que algunos bautizaron “diagonal del vacío”.

Hoy, nada más salir del tren, reencontré la multitud parisina, siempre de prisa, siempre corriendo.
El metro estaba a tope de gente y cerca del “Forum des Halles” había una cantidad increíble de personas, aprovechando la apertura dominical del centro comercial para hacer las compras navideñas.

A mi me espera una semana de mucho trabajo y no dejará tiempo para ir de tiendas.
Luego os cuento.

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Los chalecos de la cólera

Si nadie sabe lo que pasará con el movimiento de los chalecos amarillos, entender como llegarón a este nivel de cólera no es tan complicado.

Desde la elección del presidente Macron, son muchas las pequeñas decisiones que machacaron al ciudadano de a pie.
Si recuerdo bien, todo empezó cuando redujeron el subsidio de alojamiento de 5 euros mientras renunciaban a una parte del impuesto sobre la fortuna. La idea era devolver dinero a los ricos para que puedan gastarlo y así mejorar los ingresos de los demás como lo explica la teoría del goteo…
Luego hubo un recorte de las pensiones de jubilación superiores a 1200 euros.
En el campo de la educación, armaron una nueva herramienta para que los bachilleres puedan enunciar las carreras que les interesan y, si hay suerte, tener la autorización de matricularse…
Al principio de las últimas vacaciones, redujeron la velocidad máxima a 80 km/h en las rutas, lo cual, concretamente, significa más multas por exceso de velocidad.
Y ahora hablan de una nueva tasa carbono y de convergencia de precios entre el diesel y la gasolina.

El ciudadano de a pie no tiene bastante dinero para vivir en una zona con muchos transportes públicos.
Depende de su coche y los gastos asociados son cada día más importantes. Trabaja, pero su sueldo no es para tirar cohetes (la mitad de los franceses gana menos de 1700 euros al mes). Y para una parte de la población, es preciso contar cada centimo para no endeudarse, y más aún cuando empieza una temporada de paro.

En frente de estos ciudadanos, el presidente demuestra una inexperiencia alucinante con frases tan tontas como «para encontrar un trabajo, basta con cruzar la calle»…
Y eso aumenta la cólera de todos los que se sienten despreciados.

El pasado jueves, estaba esperando un tren en la estación de Bercy. Los cobradores impedían el acceso a los vagones a toda persona que no presentaba su boleto. Y eso provocó enseguida el enfado de unos viajeros, hartos de pagar abonos mensuales caros para trenes que no funcionan o tienen atraso. Y empezaron a insultar a los empleados de la sociedad de ferrocarriles, «privilegiados que cobran más de 2000 euros al mes sin mover ni un dedo»…
¿Cómo explicarles que estos empleados no son responsables de esta situación?

Lo único bueno de este movimiento de los chalecos amarillos es que provoca la formación de nuevos colectivos. Y si hay suerte, un dia entenderán que «El pueblo unido jamás será vencido«.

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Retomando las exploraciones…

Por fin recuperamos el sistema colectivo de calefacción en mi residencia y cuando llego al anochecer, encuentro una casa agradablemente calentada.

Aproveché una tarde tranquila con algo de llovizna para explorar el nordeste del distrito XVIII. En esta parte de la capital, en la zona que se halla entre los bulevares exteriores y el antiguo ferrocarril que da la vuelta de París, hay una colección de pequeñas calles y quería explorarlas.

Para empezar, entré en el edificio de la iglesia del tabernáculo que pertenece a una comunidad protestante. Descubrí una sala sencilla y luminosa en donde el pastor estaba regalando sus enseñanzas. Me invitaron a entrar y a sentarme, pero después de echar un vistazo, preferí agradecer por la acogida y marcharme para seguir mi exploración.

Casi en frente de este edificio, encontré el primer callejón sin salida. Esta vía, tan estrecha que los coches no pueden entrar, comunica varias casas que preservan su intimidad detrás de unos altos muros.

El siguiente callejón sin salida, mucho más ancho, comunica un conjunto de edificios haussmanianos, muy homogéneos. A continuación, una pequeña calle comunica casas de una o dos plantas, con pequeños patios y vegetales. A pesar del gris de este día, el sitio tenía cierto encanto. Pero seguro que cuando llegue la primavera, se transformará en un agradable refugio.

Luego pasé en medio de un conjunto de viviendas sociales antes de llegar a otro callejón sin salida, con sus casas bajas y su vigilante con perro. Sobra decir que no me eternicé…
Pasé al lado de la antigua estación que ahora alberga el “azar lúdico”, espacio cultural híbrido, que propone conciertos, talleres, así como comida y bebidas. A continuación, pude constatar que en la calle de los tennis, ya no hay canchas de tenis, antes de decidir que ya hora de volver a casa.
Por la tarde caminé rumbo a la dársena de la Villette en donde pude probar el barco que navega entre los dos complejos cinematográficos.

Confieso que no pasé por los Campos Elíseos para ver la amplitud de los daños causados por algunos chalecos amarillos furiosos. En cambio intento escaparme en medio día para disfrutar de los escasos rayos de sol y así el invierno me parece más fácil de aguantar.

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Murria

En mi residencia, tenemos un sistema colectivo de calefacción por suelo radiante que nos lleva a unos 17 grados, y quién quiere más tiene que instalar radiadores individuales. Cuando llegué aquí, siete años atrás, este sistema me pareció muy ingenioso porque permite que cada uno escoja la temperatura que le conviene sin molestar a los demás.
Desgraciadamente no consiguieron reactivar este sistema y ya llevamos varios días esperando una reparación. Varios vecinos me comentaron que les cuesta aguantar el frio y si yo tengo radiadores individuales de calidad, no compensan la avería.
Así que el pasado miércoles, aproveché un día soleado para viajar rumbo a la frontera del distrito XIII para comprar cortinas térmicas. Lo bueno es que no sólo limita las pérdidas nocturnas, sino que también ofrece un nuevo escondite a la gata. Por suerte, ella ya tiene su pelaje invernal y no sé si habrá notado algo, pero yo necesito abrigarme.

Mientras tanto, una gran parte de la semana fue dedicada a comentar el movimiento de los chalecos amarillos y su proyecto de reunirse en París. Lo cierto es que el aumento de los precios de los combustibles afecta mucho a una parte de la población que tiene salarios modestos y necesita su coche para ir al trabajo. Y esa parte se enojó porque está harta de contar cada céntimo y no entiende porque el gobierno suprimió el impuesto sobre la fortuna si se necesita dinero. Queda claro que la distancia entre esta parte de la población y los políticos se vuelve cada día más grande.

El sábado, los chalecos amarillos invadieron los Campos Elíseos y provocaron un autentico caos. Yo preferí pasear por el barrio de la Bastille, en donde los parisinos, aprovechando el “Black Friday”, daban rienda suelta a sus ansias consumistas.

Yo no tuve ganas de meterme en este torbellino.
El frio, la lluvia, el cielo gris abrumador y la sensación de vivir casi siempre de noche me dan murria. Oscilo entre mi casa (fría) y mi instituto (en plena reorganización) e intento cambiarme las ideas leyendo.
Por suerte la hija de los vecinos fabricó un bonito objeto de papel y me lo regaló para adornar mi puerta.

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¡Algo es algo!

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