Momentos

Después de la celebración del armisticio de noviembre de 1918, tocó recordar los atentados de noviembre de 2015 y como la mayoría de los acontecimientos ocurrieron en el distrito XI, a las ocho de la mañana, cerraron el acceso al bulevar Voltaire. Por suerte mi autobús de siempre me llevó antes del cierre…
Durante la tarde, hubo un momento de emoción cuando un camión compactador de basura provocó una explosión antes de incendiarse. Sobra decir que muchos pensaron que se trataba de nuevo atentado, pero pronto resultó que sólo se trataba de un accidente.

El día siguiente, hice una larga caminata por el bulevar Voltaire, en donde quedaban varias huellas de la celebración, y me paré para mirar la modesta placa que enseña los nombres de las noventa victimas del asalto en la sala de espectáculos.
Luego me fastidió la presentación de las consecuencias, en mi modesto instituto, de la política del presidente galo.
Por suerte, por la noche, la sonrisa de Malika, tan contenta después de haber logrado instalar un programa en su computadora, pagó todos los esfuerzos de la asociación en donde doy clases de informática.

El viernes por la noche, caminé rumbo al parque de la Villette, en donde el Circo Plume había instalado su carpa. Cuatro años atrás tuve la suerte de ver el precedente espectáculo y me encantó su poesía.
Unas semanas atrás escuché un programa en la radio y descubrí que la compañía circense estaba preparando su último espectáculo para una última gira de cuatro años. En este programa, los fundadores explicaban que no querían transmitir el circo a unos continuadores porque llevaban años batallando por un precario equilibrio económico y no querían sentirse culpables de un posible fracaso. Confieso que esta manera de cerrar esta aventura de más de treinta años me impresionó y compré enseguida entradas.
Así que el pasado viernes, con gusto me instalé en la fila más alta del circo para admirar este último espectáculo.
Como en el precedente programa, los espectadores están hundidos enseguida en un universo poético por las imágenes y la música. Si no son extraordinarios, los números dejan ver años de trabajo y cuerpos que se cansan poco a poco. Después de casi dos horas de espectáculo viene la hora de la despedida, con una imagen muy conmovedora.
¡Me encantó!

Hoy quise aprovechar un agradable día soleado. Hice otro largo recorrido rumbo al bulevar des Batignolles en donde organizaban un mercadillo y por suerte no encontré muchas tentaciones.

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Gris

Ya llegó la temporada de los días cortos. Renuncié a mis caminatas de la madrugada e intento marcharme temprano de mi instituto para pasear al atardecer.

El martes, me encargaron que comprara una entrada para la exposición dedicada a Picasso que propone el museo de Orsay. Así que caminé rumbo al fórum des Halles en donde se halla la taquilla de la FNAC. El dependiente, muy amable, me preguntó la fecha planeada para visitar la exposición y luego me propuso varios horarios. Pedí las 13 y me anunció que tendría que presentarme con media hora de antelación. Confieso que eso me quitó las ganas de acompañar al amigo que quería ver esa exposición.

El día siguiente, empecé a visitar varias tiendas en busca de unos detalles para decorar mi casa de Borgoña. Encontré pocas cosas interesantes y me asustaron sus precios…
Así que volví a escudriñar las ofertas en un sitio de segunda mano y el sábado, a pesar de la llovizna, caminé rumbo al ayuntamiento del distrito X para comprar el pequeño banco que había reservado.
Llegué temprano así que pude pasar por el mercado Saint Martin y visitar varias tiendas de la calle du Chateau d’eau. En esta zona se ven cada día más tiendas que proponen objetos de decoración.
Entré en la “Trésorerie” (instalada en el antiguo edificio de haciendas) en donde vi perchas bastante originales. En otra tienda vi una magnífica cabeza de gacela estilizada. En ambos sitios, los precios de esos objetos no eran compatibles con mi presupuesto 🙁
Total, volví al lugar de la cita y por 15 euros conseguí el banco que quería.
Luego, la maquinista de mi autobús de siempre no aceptó que subiera con mi trofeo (supuestamente peligroso en caso de accidente) así que tuve que volver a casa caminando. Esta prueba deportiva me hizo olvidar el enojo y además aprendí que la dimensión más grande de tu equipaje no puede superar 75 centímetros. Mi trofeo mide 79 centímetros…

Hoy amanecimos con lluvia, cielo gris y la celebración del armisticio de noviembre de 1918.
A las once, tocaron todas las campanas del Sagrado Corazón y poco después, vi pasar un grupo de aviones de caza encima de mi casa.
Para no perder la moral, quedé con unas amigas para compartir unos pasteles de Arnaud Larher.

Así fue como pudimos resistir agradablemente al circo conmemorativo mientras más de mil personas manifestaban en la plaza de la República contra la presencia de Trump.

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De tiendas y trenes

Hoy se acaban las vacaciones de Todos los santos.
En mi instituto preferido, casi tod@s l@s madres y padres tomaron una de las dos semanas, con una preferencia por la segunda y su puente de cuatro días. En la oficina apenas quedaba un tercio de la plantilla, pero no nos maltrataron. Yo aproveché estos días para marcharme temprano e ir de tiendas en el centro de París.

Ya pasaron casi tres años después de los atentados de 2015, pero la gente ya olvidó este momento dramático y ya deja rienda suelta a sus ansias consumistas.
Yo me atreví a visitar varias tiendas, en las partes subterráneas del Forum des Halles, en busca de unas gafas nuevas y me impresionó la cantidad de gente que pasea por esta zona. Por cierto, se acercan las fiestas de navidades y son muchos los que ya están buscando ideas de regalos o detalles para decorar las casas. Pero también noté que muchas personas tenían una bolsa de compras…

También quise pasar por la Fnac, pero con tanta gente el sitio me pareció agobiante y pronto me escapé.

A pesar de todo, el hecho de poder ver el cielo o la silueta de la iglesia Saint Eustache desde algunas partes de las plantas bajas me pareció realmente agradable. Pero no sé si merecía el precio pagado por las obras…

Aproveché otro atardecer para visitar la tienda de bricolaje que se halla al lado de Beaubourg. Aquí también había mucha gente en busca de soluciones para decorar su casa. Yo compré una cortina térmica aislante porque ya llegó el frío y no tengo dinero para pagar una puerta nueva.

El miércoles por la noche, los siete vagones del tren rumbo a Borgoña estaban repletos.
Esta noche yo y mi gatita descubrimos que nuestro asiento estaba en un vagón que no existía en el tren. Encontramos un rinconcito y sobrevivimos a la ola de gente saliendo de los nueve vagones y caminando rumbo a la estación de metro.
¡Vaya vida de locos!

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Los cementerios del distrito XII

Al pasear por el distrito XII, noté tres cementerios diferentes en menos de un kilómetro cuadrado. Eso me llamó la atención y pasé otra vez por esta zona para visitar estos recintos, pequeños por el tamaño, pero grandes por lo que suelen contar de las ciudades.

El más romántico es probablemente el pequeño cementerio de Bercy, que se halla al extremo sureste de la calle de Charenton. Su superficie apenas llega a sesenta y dos áreas y no alberga personajes excepcionales. Pero cuenta con una decena de árboles, entre los cuales un melocotonero que se instaló en una tumba, varios rosales, una parra, y los altos árboles de las calles contiguas completan el panorama. A pesar del movimiento exterior, desprende una muy agradable sensación de tranquilidad.

En el otro lado del bulevar Poniatowski, el cementerio Valmy no tiene el mismo encanto. Comparte sus límites con el bulevar periférico, el espacio de la red ferroviaria y la avenida de la puerta de Charenton, o sea un caos de ruido y de tráfico. Curiosamente, a pesar de ubicarse en el territorio parisino, pertenece a la ciudad de Charenton-le-pont. Cuenta con unas 250 áreas, pero no tiene mucha vegetación y cuando hay sol, regala poca sombra.

Tampoco alberga personajes excepcionales o sepulturas notables, pero entre las filas de tumbas, me gustó el juego del sol en esta mira de vidrio colorido.

El tercer cementerio de halla al lado del museo nacional de historia de la inmigración. Como el precedente, se ubica en el territorio parisino, pero pertenece a la ciudad de Saint Mandé. Cuenta con unas 300 áreas y también se halla al lado del periférico. Pero tiene ya bastante vegetación para regalar algunas zonas de sombra.
Nada más entrar uno encuentra un cartel con la lista de los personajes “conocidos” y la ubicación de la estatua creada por Raymond Sudre para la tumba del luchador Calixte Delmas. Pero lo que más me divirtió fue el espacio de almacenaje de las regaderas, justo al lado de la fuente, con cadenas y obligación de poner una moneda para poder soltar una regadera.

No sé cuánto costó este sistema que impide el vagabundeo de las regaderas, pero apuesto que será mucho más que el valor de dichos objetos. Lo cierto es que este dispositivo me parece bastante representativo del conservatismo de la muy selecta ciudad de Saint-Mandé. Y también me confirma que instalarme en un barrio rebelde fue una buena elección.

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La calle de Charenton

Después de todas estas emociones tuve ganas de explorar detenidamente una parte del muy tranquilo distrito XII. Y mi primera exploración consistió en recorrer la larga calle de Charenton, desde la puerta del mismo nombre rumbo a la plaza de la Bastille.

La puerta de Charenton es un sitio curioso. Por un lado, tiene un acceso directo al bosque de Vincennes. Por otro, es el punto por donde los trenes que llegan a las estaciones de Bercy o de Lyon entran en la ciudad. Y en medio de todo eso hay dos cementerios distintos y el tranvía que comunica el sur de París.

La primera cosa que me llamó la atención fue el nombre de los comercios y de los cafés, desvelando la presencia de una comunidad hispanoportuguesa. Incluso noté una agencia de autobuses proponiendo viajes baratos rumbo al sur de los Pirineos.

Más adelante pasé al lado de una gran parcela ajardinada de viviendas sociales antes de llegar a una zona con muchas tiendas de barrio, justo al lado del cruce con la calle Taine.

La calle de Charenton sigue rumbo al ayuntamiento del distrito XII antes de cruzar la avenida Daumesnil, justo al lado del jardín de Reuilly. Confieso que no pude resistir a las ganas de entrar en este recinto verde y la verdad es que al atardecer estaba mucho más tranquilo que los jardines de mi barrio.

A partir de allí la calle de Charenton se transforma y uno pasa por un primer tramo que comunica esencialmente tiendas de informática y se acaba al pie de la fuente muy coqueta de la plaza del coronel Bourgoin.

Luego aparece otra zona en donde quedan algunos artesanos al lado de las tiendas de barrio y de unos cafés que tienen buena pinta. La calle Ledru Rollin marca el principio del tramo final en donde la acera sur bordea el hospital de los Quinze-Vingts y la ópera Bastille, mientras la acera comunica algunos pasajes que llevan al Faubourg Saint Antoine, y desvelan la parte trasera de algunas tiendas de esta calle.

Me asombró la numeración de los edificios porque normalmente, tendría que empezar en la puerta de Charenton y acabar en la plaza de la Bastille. Pero esta calle es más antigua que la regla promulgada en 1805 y forma parte de las excepciones.

Finalmente, este paseo me pareció muy agradable y para quien quiere saber cómo viven los parisinos de a pie, puede constituir un buen acercamiento.

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