Manifestaciones

Después de varios días de lluvia, el clima se puso suave precisamente a partir del día internacional del trabajador.

Yo aproveché este día para caminar rumbo al Marais, dar la vuelta de la plaza de los Vosgos y contemplar las nuevas producciones artísticas que proponen las galerías. Encontré algunas cosas que me gustaron, pero no cuadraban con mi presupuesto 🙂

Luego pasé por la plaza de la Bastille y seguí el recorrido de la manifestación sindical, a lo largo del puerto. Al llegar al final de esta calle, noté la presencia de varias decenas de policías en el puente Morland y preferí escabullirme rumbo a la orilla del Sena porque tuve malas sensaciones. Y las noticias de la noche confirmaron que algunos grupos radicales provocaron disturbios.

Ya pasaron casi dos años desde la decisión de la alcaldesa de prohibir el tráfico automóvil por la orilla derecha y de acondicionar esta parte del muelle para los peatones y las bicis. Por cierto, los jueces escucharon a los opositores y cancelaron la decisión de cierre. Pero la alcaldesa no renunció, promulgó una nueva decisión y los parisinos pueden seguir disfrutando del espacio que bordea el Sena. Al recorrer esta zona noté varios sitios en donde sentarse tranquilamente para un picnic, dos barcos que proponen conciertos, bebidas y comidas, así como un espacio dedicado a los bailes de salón. Pero resistí a todas las tentaciones.

Preferí seguir caminando rumbo al mercado de las flores en donde la primavera regala una variedad increíble de plantas y colores, resistiendo otra vez a todas las tentaciones.

Ayer, François Ruffin, recién elegido diputado, entre los “Insumisos”, convocó una manifestación bautizada “la fête à Macron”, para protestar contra la política del presidente galo. El desfile salía de la plaza de la ópera, rumbo a la plaza de la Bastille, pasando por la plaza de la República. Para quien conoce París, eso significa bloquear todo el tráfico automóvil entre el Norte y el Sur de París. Así que con gusto caminé por algunos bulevares sin coches rumbo a la plaza de la República y luego rumbo a la plaza de la Bastille. Después de los acontecimientos del pasado martes, la jefatura había convocado a dos mil policías para evitar los disturbios, cerrando todas las calles laterales y no hubo disturbios.

Yo no me quedé con los manifestantes y seguí otra vez por la orilla del Sena, en donde la gente seguía bailando.

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Primer puente de mayo

La última semana de abril nos regaló varios días soleados, perfectos para pasear por las calles de la capital. Así fue como descubrí la existencia en París de una calle del Sol en donde las casas ya no benefician del sol de la tarde porque construyeron un gran bloque en la acera Oeste…

Noté varios parques en varios sitios y casi todos estaban abiertos y, al atardecer, muy concurridos por las familias. Las cosas resultan algo diferentes al lado de mi casa. En el jardín León todo pasa como en los otros jardines que pude visitar, con zonas de juegos para los niños y mesas con ajedreces para los mayores. Pero también toca mencionar dos jardines cerrados al público, en donde sólo se ven un vigilante y su coche, 24 horas al día. Eso es la única solución que encontraron los servicios del ayuntamiento para evitar la instalación de campamentos de migrantes. ¡Me desespera!

A lo largo de mis recorridos encontré en alguna pared del distrito XX un eslogan irónico que me hizo reir.

¡Salvemos a los patrones, volvámonos voluntarios!

Lo bueno fue que el viernes se acabaron las vacaciones del panadero de la esquina. Viajó a Egipto para visitar a la familia, y cuando compré unos pasteles, su mujer me confió que le costaba mucho volver a la realidad parisina.

Este fin de semana coincidía con el primer puente de mayo, pero también con el fin de las vacaciones parisinas. Así que una parte de la población se marchó de la capital, mientras otra volvía, por los niños o por las perspectivas de lluvia.
Yo beneficié del puente, pero como una de mis gatas se enfermó, preferí quedarme en París.

Quise visitar un nuevo espacio creado en el edifico de una antigua fundería y bautizado “taller de luces”. Desgraciadamente, mucha gente tuvo la misma idea y cuando vi la cola para entrar, preferí renunciar.

Total, pasé un largo momento explorando el mercadillo instalado en el bulevar Voltaire, en busca de alguna ganga. Pero los precios de los anticuarios y de los chamarileros instalados en la acera no cuadran con mi presupuesto.
Lo bueno es que están haciendo obras en el bulevar para crear carriles reservados a las bicis. Y eso sí que mejorará la vida de los ciclistas parisinos.

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Explorando…

Aproveché unos atardeceres soleados para seguir explorando el distrito XIX a partir de la Puerta des Lilas.

Con gusto entré en el pasaje de Montenegro, tranquila callecita con poco tráfico automóvil. A mano derecha, una construcción moderna me llamó inmediatamente la atención por el bloque de hormigón envolviendo un espacio interior y su ventanal. Intuí que era el invento de algún arquitecto para crear privacidad en una pequeña parcela y, al buscar en la red, descubrí que se llama Frank Salama y que este proyecto fue presentado a un concurso de arquitectura.
En frente de esta casa, un patio arbolado reúne dos edificios. A continuación, las demás construcciones no dejan ver sus encantos y los edificios del final del pasaje me parecieron muy feo.

Luego entré en las calles Emile Desvaux y Paul de Kock, en donde encontré una serie de construcciones muy parecidas a las que se ven en la Butte Bergeyre.

Aquí convive gente desconfiada protegida por sus rejas y gente más despreocupada (sin rejas). Con gusto me apuntaría en este último grupo. Desgraciadamente, el precio de las viviendas de esta zona no entra en mi presupuesto (más de 10000€/m2)

Al salir de este rinconcito, pasé por la calle del Docteur Potain, en donde se ven varios edificios de viviendas sociales construidos en los años 1930s y que necesitarían una rehabilitación.
En la otra acera, un antiguo liceo técnico alberga un colectivo de artistas, pero cuando pasé no tenía mucha vida. Así que tendré que volver por allí.
Luego seguí por la plaza y la calle de las fiestas, rumbo a la calle de Belleville y a la estación de metro Jourdain.

Siempre me asombra esta zona de París porque tiene muchas tiendas de todas clases y todo pasa como si fuera un pequeño pueblo. Resistí a las tentaciones y seguí rumbo a la calle de la Villette. Pero ya cerraron las callecitas que aparecen en el mapa y no pude explorar la “Cité Florentine” o la “villa des Buttes-Chaumont”. Total, pasé por el parque en donde pude escuchar una gran variedad de cantos de pájaros.

El jueves, cerca de la puerta de Vincennes, vi que el pequeño autobús llamado “Traverse de Charonne” llegaba a su parada y quise descubrir esta línea cuyo objetivo es proporcionar un transporte de proximidad a la población del distrito XX. Y la verdad es que, a lo largo de sus recodos, visita una gran parte del distrito y proporciona movilidad para muchos ancianos. Como no tenía tiempo para dar la vuelta completa, abandoné el autobús en la plaza Gambetta, pero al día siguiente pude acabar el recorrido con el primer autobús del día. Me encantó la convivencia que percibí en el pequeño vehículo y así como todos los intercambios entre el chofer y sus pasajeros.
Tendré que probar las demás líneas de “traverse” de París.

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Explorando…

Cuando volví a casa ayer, mi podómetro marcaba 27643 pasos. Pero si sumo los pasos de todos los días de la semana son 144923 pasos, lo cual representa más a menos 103 kilómetros…

Aproveché el primero rayo de sol para recorrer la zona de viviendas sociales que se halla al norte de Parque Severine, entre la puerta de Bagnolet y la puerta de Menilmontant. Lo que más me impresionó es la calidad de estos edificios de cemento y ladrillos rojos, construidos en los años 1930s. Ordenados en manzanas con calles interiores, patios abiertos y jardines, dejan espacios para que los inquilinos puedan respirar y parecen mucho más agradables que algunas construcciones más modernas. Al llegar a la puerta de Menilmontant, un grupo escolar de tamaño adecuado marca el límite Norte de esta urbanización.

A partir de allí se ve otra manzana en donde plantaron seis edificios altos en medio de un jardín y la verdad es que el hecho de tener césped y árboles al pie de tu casa debe de ser muy agradable.

Luego el ambiente cambia radicalmente ya que a partir de la calle de Guebriant hasta la puerta des Lilas, en ambos lados del bulevar Mortier se estiran instalaciones militares con todas las herramientas de seguridad que uno puede imaginar. Pasé por la estación de autobuses en donde encontré una línea que me llevó cerca de mi casa.

Al día siguiente quise pasear por un grupo de calles que bordea el parque des Buttes Chaumont. Encontré una calle de los solitarios, con mucha gente paseando. Más lejos, los antiguos estudios de la Sociedad francesa de producción fueron destruidos para construir viviendas y escuelas, y si no fuera por el nombre de una calle (patio del séptimo arte), nadie recordaría que aquí fue donde Louis Gaumont construyó un primer taller cinematográfico…
Tendré que pasar por allí otra vez.

Pero entre todos los sitios que vi esta semana, creo que el que más me gustó es esta tienda del distrito XX.

Jerga libre: sitio de archivos, de estudio y de conspiración.

Ayer pasé por varias callecitas del distrito XI cerca de la calle de la Folie Méricourt.
Transformaron casi todos los antiguos talleres en loft y se ven cada día más tiendas pensadas para los burgueses bohemios parisinos que no asusta el precio de 9000 euros por metro cuadrado…
Para mantener la moral, hice una parada en una pastelería de la calle Ledru Rollin, antes de seguir rumbo al Sena.

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27643 pasos…

Muchos descubrimientos y demasiado cansancio para compartirlos ahora. Mañana será otro día…

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