Primavera gala

Ya empezaron las huelgas de trenes.
Para los que viven y trabajan dentro de París, no tienen muchas consecuencias. Pero para los que viven en las afueras y necesitan los trenes para desplazarse, la situación pronto se vuelve complicada. A no ser que ya practiquen el teletrabajo y que se queden en casa cuando hay huelga.
Yo viajé varias veces con mi autobús de siempre e incluso fui al trabajo caminando. Pero algunos colegas ya tuvieron que usar días de vacaciones.
Ya veremos cómo van las cosas…

Este fin de semana se celebraban las jornadas europeas de los oficios artesanales. Yo ya conozco a todos los artesanos de mi barrio y tuve ganas de visitar talleres de otras zonas. Pero como ando con poco dinero preferí a salvo de las tentaciones y me metí en un gran recorrido a partir de la puerta de Clignancourt.

En este punto, la antigua estación del ferrocarril de cintura alberga ahora un sitio alternativo en donde uno puede iniciarse a las virtudes del reciclaje.
La zanja de los carriles alberga espacios de ocio y un jardín compartido. Al norte de la zanja, se ven algunas construcciones antiguas y me paré para admirar une yuxtaposición de casas que me gustó.

¿Quién pensaría que esto se halla en París?

Seguí caminando y así fue como llegué a otra estación transformada en lugar de vida: “el azar lúdico”. Más adelante constaté que ya estaban acondicionando el espacio de los antiguos ferrocarriles para transformarlo en paseo.

Cuando abandoné el recorrido del antiguo ferrocarril de cintura, pude descubrir el edificio que el arquitecto Renzo Piano dibujó para el palacio de justicia de París. De momento, está rodeado de grúas y todavía se ven obras por todas partes. Pero el edificio me pareció muy acertado y a pesar de sus 38 plantas, no resulta aplastante.

Luego quise descubrir el pequeño cementerio de Batignolles.
Este pequeño espacio se extiende al lado del bulevar periférico y tiene una parte que se halla debajo del viaducto de la autopista. Pero pronto se olvida este detalle al disfrutar de la bonita colección de árboles.
También descubrí que este modesto cementerio alberga a dos personajes importantes de la literatura gala: Verlaine y André Breton.
¡Qué cosas!

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¿Convergencia de las luchas?

Esta semana inauguraron un nuevo sistema para matricularse en la universidad.
Antes el futuro estudiante tenía que proporcionar una lista ordenada de carreras que le interesaban, un programa controlaba las posibilidades y, en algunas situaciones, elegía las asignaciones al azar. Este proceso tenía la ventaja de maltratar uniformemente a todos los estudiantes interesados por una carrera muy concurrida.
El nuevo sistema requiere que los estudiantes preparen expedientes particulares para cada una de las carreras que mencionan en su lista de preferencia, con carta de motivación y recopilación de las notas relevantes.
Para los profesores, eso se parece a una auténtica pesadilla ya que no tienen el tiempo necesario para examinar todos los expedientes y elegir los más sobresalientes.
Para los estudiantes, significa que ya no podrán arriezgarse a entablar cualquier carrera.
Como si fuera poco, el nuevo sistema intenta asignar a los estudiantes a la universidad más cercana de su casa, lo cual impide matricularse en una de las prestigiosas instituciones parisinas.
Total, se armó un movimiento estudiantil para protestar contra esta forma de selección universitaria y ya bloquearon una docena de facultades.

Mientras tanto, los empleados de la empresa Carrefour se declararon en huelga para protestar contra la supresión de más de dos mil empleos y consiguieron pertubar la actividad de unos tres cientos almacenes.

En cuanto a los empleados de Air France, se alegran de la mejora de los resultados comerciales, piden un aumento salarial y lo repetirán en la calle esta semana.

Y también anuncian reivindicaciones de los empleados que recolectan las basuras, de las enfermeras que ya no tienen el tiempo de atender correctamente a los viejecitos y de varias empresas públicas de energías.

Casi todos los ministros dicen que no entienden estos movimientos de protesta ya que entablaron discusiones para encontrar soluciones. Pero por lo visto no tienen la misma concepción de la discusión que los sindicalistas.

Yo aproveché el fin de semana pascual para descansar unos días lejos de París y vuelvo mañana a la ciudad de las luces.
A ver si el tren que reservé funciona y me lleva a casa.

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¡Huelga!

Esta semana los sindicatos de ferroviarios y de funcionarios convocaron la primera huelga de la primavera. Escogieron el jueves 22 de marzo y esa fecha ya es todo un símbolo puesto que el movimiento del 22 de marzo fue, cincuenta años atrás, el primer paso de los acontecimientos parisinos de Mayo del 1968.
Una semana atrás, los jubilado ya protestaron contra la retención adiciona aplicada a sus pensiones y anunciaron que también participarían en la manifestación del jueves.
Yo tenía que ir a una reunión en el ministerio de haciendas y no pude esquivarlo.

Cuando llegué al lado del ministerio, un cordón de policía cerraba el acceso y tuve que presentar la convocatoria así como mi carné de identidad para que me dejen pasar. Luego, después de cuatro largas horas de reunión, pude volver a la calle y seguir las huellas del desfile.

Entre el ministerio de haciendas y la plaza de la Bastille, me crucé con varios manifestantes caminando rumbo a la estación de Lyon. Noté varias furgonetas de la policía pero todavía se veía poco tráfico automóvil.
En la plaza de la Bastille, los camiones de la limpieza seguían borrando las huellas del desfile mientras algunos manifestantes alargaban su presencia en el bulevar Beaumarchais. En las calles laterales, noté varios movimientos de policía así que no tardé en irme.
A lo largo del recorrido de la manifestación, entre la plaza de la Bastille y la plaza de la República, constaté que habían destruido varios escaparates de oficinas de bancos y de seguros.

Cuando llegué a casa, quise escuchar las noticias en la radio y constaté que casi no mencionaban la manifestación. El presidente Macron dijo que no cedería a las protestas callejeras y sus tropas editoriales se emplean a disimular la amplitud del descontento.

Los ferroviarios ya anunciaron que estarían en huelga dos días de cada cinco y publicaron el calendario previsto. Pero no se sabe cómo seguirán las demás protestas.

Algunas líneas de la novela de Virginie Despentes, «Vernon Subutex 2», me regalaron una descripción decepcionada de la situación:

«Ahora todo está listo para que los que no tienen nada se encarguen de matar a los que tienen menos aún, con el apoyo de la élite encantada: ¡Adelante! Pobres idiotas, ¡mátense todos entre sí! La economía ya no necesita a toda una parte de la población. Ya no son trabajadores pobres: son inútiles. El único circuito que alimentan es él de las cárceles. Habrá que librarse de ellos y la élite cuenta con el pueblo para hacer el trabajo sucio.»

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Coincidencia

Ayer empecé a leer el volumen 2 de “Vernon Subutex”, una novela de Virginie Despentes, y resulta que esta nueva parte empieza en una zona del distrito XIX por donde pasé muy a menudo últimamente: la loma Bergeyre.

Forma parte de los rincones que tanto me gustan, pero para llegar a esta micro meseta es preciso superar la fuerte subida de la calle Georges Lardennois o de una de sus tres escaleras. Volví a subir allí para contemplar la vista hacia el Sagrado Corazón y mirar los efectos de la especulación inmobiliaria.
Por suerte el suelo de la loma no permite programas importantes. Noté algunas construcciones nuevas o reformadas, pero los arquitectos respetaron el estilo de la zona y las callecitas conservaron su encanto de siempre.

Allí es donde el héroe de la novela, que dejamos sin techo al final del volumen 1, encontró una especie de refugio.

El banco que menciona es el único banco de la loma y hace las delicias de los contemplativos que vienen a sentarse un rato para admirar la vista hacia el sagrado corazón.
El grifo y la viña se hallan en el jardín compartido de la loma.
Y duerme en el recinto de una casa abandonada, rica de una vista excepcional hacia la ciudad de las luces, pero también de varias grietas realmente preocupantes.

En este rincón particular, varias personas empiezan a ayudar al héroe. Un viejo borrachín le proporciona comida y medicamentos, los obreros que reforman una casa del vecindario le dejan acceder a sus aseos portátiles y Jeanine, una vecina que también da de comer a los gatos, comparte su cena con él.

Luego la novela nos lleva con los conocidos del héroe, que se juntan para buscarle en el parque de las Buttes-Chaumont. Ayer por la noche los dejé en el Rosa Bonheur, un sitio de ocio instalado en uno de los pabellones del parque y que de momento no visité.

Hoy la vuelta del frío y de la nieve me quitó las ganas de emprender nuevas exploraciones.
Así que me quedé en casa con las gatas para seguir leyendo esta novela, apuntando todos los sitios no conozco todavía y preparando paseos futuros.

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Sucesos en la esquina

En mi instituto suelen informar por mail a todo el personal de los decesos de los empleados o ex empleados. Esta semana nos tocó el deceso de un hombre de 42 años, presentado como un colaborador de buen nivel y apreciado de todos sus colegas. Somos muchos así que no se puede conocer a todos los empleados, pero la nota publicada el martes recordaba la carrera de este señor y se acababa de una manera algo curiosa, muy diferente de los clásicos “fallecido tras una larga enfermedad” o “víctima mortal de un trágico accidente”. Picó nuestra curiosidad.

Al buscar informaciones descubrí que este hombre había desaparecido durante la noche del 14 al 15 de febrero y que sus amigos habían colgado anuncios en varios sitios a partir del 18 de febrero para encontrarlo.

M. desapareció entre los distritos 10, 11 y 19. Tiene 42 años, cráneo raspado, ojos azules y barba de tres días. Mide 1m80 y cuando desapareció llevaba una chaqueta de cuero marrón, una camiseta del PSG, vaqueros y gorro gris. La última vez que le vieron, fue el 15 de febrero a las cuatro y media de la mañana, estaba en un taxi en el cruce de dos calles del distrito XI y andaba rumbo a su casa en el distrito XIX.

Sus familiares también contactaron la policía y entonces empezaron dos largas semanas de investigación pasando por todas clases de emociones.
Finalmente, los inspectores encontraron el cuerpo sin vida de M. en el canal Saint Martin.
Para el amigo que informó a los demás conocidos, si todavía no se sabe lo que pasó, queda claro que no fue un acto voluntario…

Este hombre vivía en uno de los altos edificios que bordean la calle Simon Bolivar y solía instalarse en el tejado con sus amigos para organizar una barbacoa o compartir cervezas. Varias de sus fotos muestran la vista sobre París desde este punto y resulta impresionante. Confesaba que no se cansaba de contemplarla.

Yo suelo pasar al lado de su edificio por la madrugada y esta semana me quedé un momento mirando a los tejados. Hoy quiero dedicar a este desaparecido la imagen que me regaló uno de mis recorridos matutinos.

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