Retomando el ritmo parisino

Dediqué el día de San Valentín a recorrer varias partes del distrito XVII.

Para bien empezar el día, pasé por el cementerio de Batignolles en donde se hallan las últimas moradas de Verlaine y de un gran amigo. Si había poca gente, al contemplar la vegetación noté un toque primaveral.

Más adelante pasé por la puerta de Champerret y me impresionó el caos provocado por las obras de extensión del tranvía.  Franquear la zanja de los bulevares exteriores se convirtió en una auténtica pesadilla porque no encontré señales de desviación y varias idas y vueltas fueron necesarias para seguir caminando.

Luego seguí por la larga calle Laugier rumbo a la avenida de Wagram. Mirando los edificios y las tiendas, se nota que se trata de un barrio de gente activa y adinerada. Y la verdad es que el extremo sureste de esta calle se halla a unos quinientos metros del Arco del Triunfo. Pero la lluvia me quitó las ganas de seguir paseando. Pronto encontré la parada de un autobús que me llevó directamente a casa.

Después de este día de libertad, volví a trabajar, alternando días en el instituto y días en casa para seguir la readaptación de las gatas a su territorio parisino.

Al final de cada día de teletrabajo, necesito escaparme de casa y caminar una o dos horas para compensar las horas de encierro.

Esta semana, pasé esencialmente por los distritos IX y X, rumbo a los grandes bulevares, explorando de paso algunas callecitas olvidadas. La buena noticia es que volví a encontrar en el número 3 de la calle de Rochechouart, esta tienda increíble que propone pasteles improbables. Ese día probé una mezcla de chocolate y castaña que te sacia en apenas un mordisco… Pero no me cansó de esta decoración que parece salir de un cuento para niños.

Pero la gran caminada de la semana ocurrió el sábado, con una amiga exploradora.

Pasamos por la puerta de la Chapelle, para visitar esta zona que pertenecía a la sociedad de ferrocarriles y fue dedicada a la construcción de algo que presentan como una eco-urbanización. Lo cierto es que al caminar entre esta decena de edificios de más de diez plantas, cuesta trabajo encontrar la parte “eco” del proyecto: no hay tiendas entonces no hay vida, y solo se ven unos escasos espacios ajardinados…

Entonces pronto huimos de este espacio con la idea de seguir rumbo a una antigua estación de la antigua línea de ferrocarril, transformada en café. Nos costó trabajo encontrarla, sin mapa, pero allí llegamos y pudimos tomar un café en la terraza soleada.

¡Hasta pronto!

Esta entrada ha sido publicada en París y etiquetada como , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta