Esta semana Doña Meteo nos reservó un momentito agradable, con frío seco y sol y este cielo azul tan especial del invierno. Me otorgué una tarde de libertad y fui a pasear.
El recorrido empezó en la plaza de la Nación y como era hora de almorzar pronto surgió la primera pausa en un lugar realmente decepcionante.
Retomadas las fuerzas, seguimos el camino por la vieja calle del Faubourg Saint Antoine. Llevaba tiempo sin pasar por allí y constaté una gran cantidad de transformaciones. Seguro que los viejos patios que tenían tanto encanto seguirán existiendo. Pero ahora están escondidos detrás de puertas cerradas y códigos misteriosos.
Algunos edificios nuevos remplazaron los inmuebles bicentenarios que no se podía renovar pero globalmente eso no daña la pinta general de la calle.
En frente del hospital, el café corso sigue acogiendo a los isleños perdidos en la ciudad de las luces y el mercado de Aligre sigue alimentando todo el barrio.
A partir de la avenida Ledru Rollin, las tiendas de moda y de diseño desalojaron los viejos comercios de muebles y los pocos que sobreviven ya no tienen mucho que ver con los artesanos de antaño.
Lo bueno es que pude probar la butaca de diseño que había notado en una revista y constatar que no es tan confortable como imaginaba.
Pero al salir tuve que resistir a la tremenda trampa de la librería L’Arbre à Lettres en donde defienden los libros con auténticos libreros. Y al llegar a la plaza de la Bastille, me centré en el destino del día : una tienda de muebles esencialmente Arte Deco.
Nunca había entrado a esa tienda cuya cantidad de muebles presentados impide caminar tranquilamente pero andaba de consejera y no tenía elección.
La pregunta del día se refería a un velador redondo, relativamente sobrio, pero a mi parecer demasiado caro por una fabricación reciente. Mi amiga parecía entusiasmada y tocaba emitir una opinión razonable sin molestarla. Al final sugerí que tomara las medidas del velador y que controlara como cuadraba en el destino que imaginaba, discurso perfectamente admisible para el vendedor algo pelmazo que nos atendía.
Al salir a la calle, tuve una iluminación: no discutí la belleza del objeto pero señalé que tal como pensaba colocarlo en su piso, no sé podría apreciar correctamente.
Así que mi amiga decidió pensarselo un poco más.
Al final tuvimos una perfecta tarde de tiendas, sin gastar un duro 🙂
Ni imaginas los ahorros que hicimos al pasear juntas ya que, por suerte, no caemos en las mismas trampas 🙂
En la sociedad actual no deberíamos salir de compras sin una amiga o consejera, pues hoy el mundo del comercio es cruel y falto de profesionalidad, coexisten diferentes tipos: Los dependientes pijos y selectivos,los pasotas, los comisionados, y desde luego los profesionales, que cada vez son más escasos, cuando das con uno lo sobrevaloras y te entra «el síndrome de Estocolmo» y te llevarias toda la tienda,ahi al lado tienes a tu amiga centinela, para sofocar tus ansias, dudas y ayudandote a sobrevivir a una tarde de de compras. SALUDOS