París con casi canícula

En Francia existe una definición bastante precisa de lo que conviene llamar canícula: 72 horas seguidas con temperaturas alcanzando 31° de día y superiores a 20° de noche. Así que los últimos días no entraban en esta categoría. Pero para quien vive y trabaja en París fueron unos días muy cansados.
Primero porque las viviendas parisinas no son adaptadas a estas temperaturas. En mi propio piso, usando todos los truquitos para refrescarlo sin climatización, a duras penas conseguí unos 28° con 34 por fuera.
Luego porque los transportes constituyen una prueba extra para los parisinos agotados por el calor. Las líneas de metro y de autobus no son climatizadas y algunas estaciones o vagones pronto se convierten en sauna.
Pero siempre queda la posibilidad de pasar por alguna tienda climatizada o de visitar los brumizadores de París playa.

Yo adapté mi ritmo de trabajo, empezando muy temprano.
Así fue como el lunes por la mañana vi pasar un grupo de unos treinta ciclistas evadidos del Tour de France y buscando el camino de la ascensión de la colina de Montmartre. Y la verdad es que contemplar París desde la cumbre cuando la ciudad está despertando es un auténtico lujo… 🙂

Al día siguiente experimenté otro momento agradable al dejarme caer en bici desde mi casa rumbo a Bastille, pasando por el canal Saint Martin, con 34 grados. Lo más difícil fue resistir a la tentación de sentarse en alguna terraza 🙂
Por suerte la tarde se nos regaló una magnífica tormenta, casi tropical.

Esta semana, también noté varios depósitos de muebles en la acera. Estudiantes que se marchan o expulsiones, lo cierto es que algunos objetos abandonados pronto encontraron nuevo dueño.

El sábado anunciaban una nueva ola de salidas y en la pequeña estación de Bercy había mogollón de gente.
Si pasé el fín de semana en mi refugio borgoñón, entre calor y tormenta, pronto volví para disfrutar de las semanas que prefiero en París.
Luego os cuento 🙂

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