Exploraciones

Ya son casi diez años viviendo en el mismo piso (solo faltan cuatro días) y empecé a contemplar la posibilidad de mudarme a otro sitio. Llevo varias semanas escudriñando los anuncios en internet y el pasado lunes tenía una cita para visitar un piso en la séptima planta de un edificio del distrito 20.

Este distrito se halla en la parte este / nordeste de la capital. Cuenta con varias zonas de mucho encanto, tiene un ambiente relativamente popular y queda más cerca de mi trabajo. Así que imaginé que podría adaptarme a este barrio.

El piso que visité tenía casi la misma superficie que el mío, una cocina con ventana, un precio asequible y supuestamente más luz ya que se halla en la séptima planta. Tuve una primera sorpresa al descubrir que un edificio de diez plantas tiene un único ascensor de cinco personas. Luego, nada más entrar, la sala de estar me pareció relativamente pequeña e incluso llegué a dudar de la superficie anunciada. Pero supongo que la percepción cambiaría al derribar la pared entre la cocina y la sala de estar. Por cierto, el piso tiene una vista relativamente despejada hacia el este parisino, pero no sentí la corazonada imprescindible para seguir adelante.

Lo bueno de esta visita fue que dejé de mirar los defectos de mi piso para apreciar sus cualidades interiores y valorar más su ubicación dentro de la capital, al lado del eje norte-sur de la línea de metro número 4.

Dediqué el resto de mis atardeceres a visitar varias tiendas y a comprobar que todavía aguanto recorridos largos con objetos voluminosos.

Seguí las exploraciones el sábado al participar a una reunión organizada por unos veinteañeros militantes políticos. Me alegró constatar que algunas utopías siguen vivas y que estos jóvenes tienen muchos proyectos.

Hoy pasé por un pequeño mercadillo cerca de la estación del Norte en el distrito X antes de trasladarme hacia la calle Botzaris en donde el “Lions Club” local organizaba un mercadillo a lo largo de las rejas del parque des Buttes-Chaumont.

Mientras algunos parisinos aprovechaban una tarde soleada para pasear por el parque, otros exponían sus trastos para conseguir algo de dinero.

Lo cierto es que, por la crisis sanitaria, estos mercadillos fueron prohibidos durante varios meses y son muchos los parisinos que necesitan vender los objetos que ya no sirven. Para los otros recorrer estas muestras es un entretenimiento muy barato mientras no compras nada. Pero los objetos expuestos también dan indicaciones acerca de la situación económica de la gente. En la primera parte de la calle Botzaris, noté varias muestras de objetos “vintage” o por lo menos de buena calidad. Mas adelante se trataba de productos más modestos que apenas alcanzaban medio euro…

Yo miré algunos dibujos y un Bidendum de Michelin sin comprar nada.

Y ahora toca descansar

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