Días tranquilos en la colina de Montmartre

El mes de abril empezó como una mala broma: un bajón de temperatura brutal, algo de granizo y un día de lluvia con cielo de plomo… Tuvimos que sacar los abrigos de los armarios, pero el día siguiente un bonito sol de invierno acompañó el frío y resultó mucho más fácil adaptarse.

Aproveché estos rayos de sol para recorrer metódicamente el mercado de segunda mano instalado en la larga calle Caulaincourt. Tuve la sensación de que había mucha gente del barrio, vendiendo prendas que ya no visten, intercambiando prendas de niños o aprovechando la oportunidad de despejar sus armarios.

Yo noté cortinas de seda, vasos de vidrio soplado, varios objetos de diseño… Globalmente todos los productos expuestos eran de buena calidad, conforme al poder adquisitivo de los inquilinos de esta calle.

Mientras algunos se dedicaban al juego de vender, otros disfrutaban el sol invernal en una terraza, escuchando las piezas de un trio de jazz.

La verdad es que había muy buen rollo.

Hoy se celebraba el maratón de París y eso provocó un auténtico caos en la red de transportes parisinos. Varios autobuses, cuyo trayecto corta el recorrido de la carrera, dejaron de funcionar y no pudieron compensar el cierre de algunas líneas de metro por obras.

Cuando crucé el Sena, sobre las dos de la tarde, la carrera no era terminada. Así que pude admirar un grupo de corredores, vistiendo polos de color verde con peluca naranja, empujando a una persona en silla de ruedas. El desafío me pareció muy conmovedor.

Seguí rumbo a la universidad de Jussieu, en donde organizaban otro mercado de segunda mano, antes de pasar por el jardín de las plantas, muy concurrido en este domingo soleado. Pasé por la rosaleda por si acaso, pero las rosas parisinas suelen aparecer más tarde en la primavera.

El resto de mi recorrido se convirtió en pesadilla porque la estación de metro al lado de mi casa estaba cerrada por obras y todos los autobuses que necesitaba para volver estaban parados por causa de manifestaciones.

Finalmente seguí caminando hasta la estación del Este, constatando, de paso, que muchos parisinos disfrutaban el sol del día. Encontré un autobús que me acercó de casa y cuando llegué tenía una buena marca en el podómetro.

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