Esperando las vacaciones…

Esta semana nos regaló unos cambios de temperatura realmente brutales. Casi 20 grados para empezar y apenas 5 grados ayer, escoger la ropa del día resultó bastante complicado.
Yo aproveché los días suaves e hice un largo recorrido en busca de las macetas que necesitaba para instalar las últimas plantas que compré. Si mi primer visita resultó infructuosa, al día siguiente encontré todo lo que buscaba y como me acompañaba una cómplice de siempre, sacamos partido del camino para comentar las últimas noticias económicas.

Entre los gastos aplazados, había notado que el recorte relativo a las prendas de vestir alcanzaba el 31%. (Y las noticias que tenemos de varias tiendas confirma esta tendencia.) También anunciaban un recorte relativo a la alimentación de 29%. (Y no recuerdo todas las cifras…)
¡Todo eso huele a recesión!
Entonces para sostener el consumo, varios comercios programaron sus «rebajas libres» esta semana. En el supermercado anunciaban super descuentos en el segundo producto si compras dos. En la tienda de muebles Habitat, proponían rebajas de 30, 50 o 70%. Y no pasé por las calles comerciales de París…
Lo cierto es que eso provoca por lo menos la curiosidad de los consumidores. Pero no resuelve el problema de fondo.
Yo compré la alfombra que quería y me beneficié por casualidad de un 30% de descuento.

Mientras tanto y a pesar del frío, una asociación colectaba juguetes para su fiesta de diciembre.
En este barrio en donde coexisten varias religiones, la persona que regala los juguetes se llama la madre Leon, Leon como anagrama de Noël y como el nombre del jardín público en donde organizaron su primera fiesta…

Y digo yo que mientras existen soñadores armando proyectos tan generosos, podemos guardar la fe en el género humano 🙂

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¡Un año ya!

Hoy celebré el primer aniversario de mi instalación en mi nuevo piso.
Tras el tsunami de la mudanza y varias adaptaciones, conseguí una vivienda muy agradable y para nada me arrepiento del cambio.
En cuanto a las gatas, se apoderaron del espacio y resulta evidente que prefieren el nuevo piso.

A modo de celebración, hice varios kilómetros para mejorar algunos detalles de decoración. Y para empezar pasé por una tienda que se llama «la casa de Alep». Se halla muy cerca de mi casa y en teoria proponen productos fabricados en Siria y más precisamente en Alep. Pero como me lo contó la dueña, ya no tienen noticias de sus contactos en Alep. Sin embargo, todavía tenía las placas estampadas que ya había ojeado y pude seguir cazando detalles.
Al día siguiente, mientras buscaba otra cosa, encontré los tiradores de puerta que quería asociar a las placas de Siria. De paso, examiné la estación de tranvía que instalaron cerca de la plaza de la Nación y me gustó su diseño sobrio.

El jueves, visité al lado de Bastille, la tienda de un zapatero que me habían recomendado y descubrí el refugio de tres artesanos perpetuando técnicas tradicionales de reparación de zapatos. Me aconsejaron muy amablemente y encontré el betún que buscaba. Pero entre la lluvia del día y el marasmo actual, no tenían otro cliente.

Esta semana, uno de los diarios gratuitos explicaba que para mantener su nivel de vida frente a la crisis, los franceses aplazaban algunos proyectos y utilizaban una parte de sus ahorros. Lo cierto es que tras un largo momento esperando una mejora de la situación, por las elecciones, por las vacaciones, … se ve que el paro sigue aumentando y que dar abasto con los gastos cotidianos resulta cada día más complicado.

Por suerte todavía existen algunos recreos gratuitos como meterse en largos recorridos…
Así que seguiré caminando 🙂

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¡Mala suerte!

Este fin de semana se celebraba la fiesta de las vendimias en la colina de Montmartre. Ya asistí a varias ediciones y entre la cantidad de cosas por hacer, la lluvia y el frio de la tarde, no tenía la intención de admirar el desfile. Pero los azares de mis peregrinaciones del día me llevaron al sitio en donde se formaba. Y poco despues pasé al lado del recorrido del desfile.
Confieso que la visión de esta automóvil descapotable y de su conductor muy digno con su paraguas abierto me alegró la tarde.

Por la noche, la lluvia se paró un rato y pude constatar que las calles rodeando el sagrado corazón estaban a tope de gente: algunos probando los productos regionales de las casetas instaladas en esta zona, los otros atraídos por el fuego de artificio. Si conseguí salir de este atasco peatonal, necesité casi 15 minutos para recorrer 200 metros.

En el otro lado del bulevar Barbes, los artistas de la goutte d’or organizaban las puertas de oro. Algunos presentaban su trabajo en sus talleres, otros aprovechaban la hospitalidad de comercios, bares o galerías.
Yo visité cinco lugares de exposición.
En la tienda del florista de la esquina, los colores de su instalación otoñal aplastaban las creaciones expuestas.
El enmarcador de mi calle acogía en su taller a un estimable señor remodelando mapas para inventar algunos territorios nuevos.
En el echomusee presentaban una exposición muy interesante de fotos dedicadas al momento de la comida.
En la tienda contigua, cinco personas presentaban su trabajo y había muy buen rollo.
En la bodega del barrio, topé con un humorista muy muy famoso y el ego de esta persona no dejaba mucho espacio para los demás. Así que saludé al dueño y me marché.
¡Mala suerte!

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Más caminatas…

No quise perder el entrenamiento del pasado fin de semana y aproveché varios pretextos para volver a pasear.

Todo empezó con la necesidad de encontrar unos detalles para celebrar el cumple de unos amigos. Caminando al azar, a pesar de la lluvia, encontré una librería muy interesante en una calle popular del distrito 11 y pude resolver el problema. De paso vi varias callecitas tranquilas y noté que tendré que visitarlas más detenidamente algún día.

Al día siguiente quise encontrar un sello y recorrí una gran parte del bulevar Voltaire entrando en varias tiendas para pedir presupuesto. Me anunciaron los precios que me asombraron y acabé buscando otra solución.
Lo más divertido fue el comentario del comerciante más caro. Cuando le dije que su precio me parecía excesivo, este estimable señor quiso culparme pretendiendo que tenía que elegir entre un honrado artesano y una multinacional china. Al final contacté una empresa del Macizo Central y me costó cuatro veces menos caro…

El sábado, cuando llegó la hora de llevar dos visitantes argentinos a pasear, había llegado a un buen nivel de preparación física 🙂
Para empezar dedicamos más de tres horas a visitar el mercado de las pulgas y sus diferentes mercadillos.
Llevaba tiempo sin pasar por allí y constaté varios cambios.
En las alamedas del mercado Vernaison, los adoquines desaparecieron debajo del asfalto. En el mercado Paul Bert, algunas tiendas de anticuarios, contiguas, fueron transformadas en restaurante. La creación del pasaje directo entre este mercado y el mercado Jules Valles aumenta la frecuentación de Jules Valles. Pero lo que me alegró de verdad fue constatar que la primera planta del mercado Dauphine ya tiene tiendas y vida.

Tras esta exploración fue preciso pararnos en algún café para retomar fuerzas antes de recorrer la colina de Montmartre, con lluvia incluida…
Fueron tres horas más con la imprescindible parada en la pastelería de Arnaud Larher 🙂
Confieso que volvi a casa con algunas agujetas…

Al día siguiente visité dos mercadillos de barrio organizados por asociaciones de vecinos y encontré varias cositas totalmente inutiles :-)))
Si sigo así, tendré que apuntarme entre los vendedores cuando llegue la primavera.

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Caminatas…

Pasé el fin de semana entre caminata y caminata…

El sábado por la tarde, la asociación de los greeters parisinos organizaba para sus socios un juego de pistas en el distrito 15.
Para localizar el punto de salida era preciso encontrar la solución de una enigma y así ganabas un punto. Pero comunicaron el lugar el viernes por la noche y así no perdieron participantes 🙂
El recorrido tardaba casi tres horas y pasaba por varios lugares interesantes del distrito. Visité de nuevo algunos sitios que ya conocía pero también descubrí un pequeño jardín con una escultura de Miro, una iglesia en forma de cubo y el square de Vergennes con la casa diseñada por Mallet Stevens.

A la hora de los móviles con acceso a internet, contestar a las preguntas no es tan complicado pero todavía quedan algunas trampas. Así pasamos un gran rato buscando la identidad de algunas estatuas cuando la respuesta esperada era «unos revolucionarios«…
En otro sitio las indicaciones para caminar resultaron demasiado escuetas y fue preciso reunir nuestros conocimientos acerca de la zona para encontrar la calle siguiente.

El recorrido se acabó en el parque Georges Brassens en donde una voluntaria compartió con nosotros su percepción de este espacio.
¡Una tarde muy agradable!

Al día siguiente, uno podía escoger entre dos opciones.
Por un lado una decena de camiones transformados en escenas móviles para los conciertos de la love parade entre la plaza de la Bastille y la ópera.
Por otro el desfile reuniendo unas cincuenta organizaciones para protestar contra el nuevo tratado europeo.

Si los cortejos eran muy diferentes, compartieron la eterna discrepancia entre la policia y los organizadores acerca de la cantidad de participantes 🙂
Pero tras tantas horas caminando, preferí volver a casa y descansar en previsión del próximo recorrido.

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