Para bien acabar con el verano…

Nada mejor para celebrar los cambios de temporada que arreglar todos los detalles que uno deja pendiente en casa…
Así es como pasé por mi gran almacén preferido, el BHV. Pero siguen reformando la instalación interior del viejo edificio de la calle de rivoli y si encontré lo que buscaba en un plis plas, la reducción temporal de los espacios resulta algo aplastante y me marché corriendo.

Luego asistí a una conferencia super interesante cuyo tema era «Espacio público, lugares de vida, lugares de paso». Desgraciadamente los organizadores de este acontecimiento habían anunciado una conferencia-debate, y para los habitantes exasperados por las incivilidades cotidianas de algunos feligreses, el discurso descriptivo del sociólogo invitado no cuadraba con lo que esperaban.
Yo descubrí que este sociólogo es el autor de uno de los libros que yacen en la pila de libros por leer un día y me alegró la coincidencia.

Al día siguiente, pasé por un café restaurante de la Goutte d’Or que ofrece el cuscús si tomas algunas bebidas. Eso atrae a mucha gente y allí encuentras una mezcla asombrosa de jóvenes al tanto de los planes del momento y de habitantes del barrio. Los dueños son realmente acogedores y había buen rollo.

El sábado aproveché el día soleado para seguir arreglando mi casa. Hice kilómetros para encontrar una maceta adecuada para mis opuncias. Curiosamente, en estos tiempos de crisis, se ven cada día más tiendas de flores en las calles de la capital.

El domingo, pasé por la venta organizada por los inquilinos de una comunidad del distrito 18. Disponen de un patio muy agradable en donde cultivan uvas y allí es donde proponían sus baratijas. Luego visité el mercadillo instalado en el boulevard Beaumarchais. Si los precios me parecieron más «razonables» que en otras ocasiones, no encontré nuevas tentaciones 🙂

Y ahora intentaré enfrentar el primer lunes del otoño…

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Demasiadas tentaciones.

Yo formo parte de los madrugadores y esta semana constaté que ya no puedo saborear mi café con un rayo de sol. Ahora aparece cuando me marcho de casa y me cuesta adaptarme a esta varación de la duración del día. Total casi no usé los transportes subterráneos y pasé horas esperando autobuses o caminando para disfrutar estos últimos días del verano…

En estos tiempos de crisis económica, intenté otra vez una sesión de compras con una amiga que lleva siglos militando… Si los zapatos holandeses fabricados en Hungría consiguieron su aprobación, otro cantar fue en la tienda de ropa que visitamos. No sólo me quitó las ganas de comprar cualquier cosa sino que también dio clases de economía a la dependiente.

Se admitiría este precio si fuera fabricado en Europa pero este producto viene de China y eso sólo aumenta el beneficio de la empresa.

La dependiente intentó explicarle que no maltrataban a los subcontratistas chinos pero mi amiga no quiso escucharla y nada más salir de la tienda, me explicó su actitud: esta chica no tiene otra opción que devolver esta queja a la dirección y si surgen muchas quejas, tendrán que reconsiderar el lugar de producción.
Sinceramente no sé si su queja en el almacen cambiará las cosas pero confieso que siempre me enternecen los utopistas 🙂

Este fín de semana, tras las dificultades de la vuelta, las restricciones presupuestarias y otras noticias desagradables, tocaba divertirse.
La techno parade desfilaba entre la plaza de la nación y la plaza de Italia, muchos sitios proponían visitas gratuitas para celebrar el día del patrimonio y el periódico l’Humanité organizaba su fiesta anual en el parque de la Courneuve.
Mi ternura hacia los idealistas me llevó a escoger esta tercera opción.
Un programa de conciertos especialmente llamativo y un tiempo veraniego habían atraído a mucha gente. Recorrer el territorio de la fiesta resultaba bastante complicado pero había buen rollo y pasé varias horas realmente agradables.

Tras este fín de semana reconstituyente, seguiré recorriendo el asfalto parisino…

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¡De vuelta!

¡Odio volver a París por carretera!
Basta con evaluar la densidad del tráfico automóvil para saber cuantos kilómetros quedan por hacer… Y este último trozo de viaje te hunde brutalmente en la parte más estresante de la vida parisina (y eso que volví el lunes por la tarde)…
Pero superé la prueba y si ya recuperé el ritmo parisino, estos primeros días no borraron la relajación de las vacaciones.

Si no pude meterme en largos recorridos, algunas cosas me llamaron la atención y para empezar, constaté con alegría que el tranvía casi alcanza la puerta de Vincennes. El césped que viste los carriles ya esta instalado y este nuevo toque verde resulta muy agradable.

Luego visité una tienda que suelo ver desde la ventanilla de mi autobus de siempre y descubrí un concepto bastante original.
En este sitio que se llama l’établisienne, la dueña alquila bancos con todas las herramientas necesarias para fabricar o reparar muebles. También organiza cursillos para los que necesitan ayuda o quieren aprender técnicas extras.
Sobra decir que me encantó la idea. Además la dueña supo conservar el encanto de este espacio que albergaba el taller de un techador. Si no tengo proyectos concretos de momento, no descarto la idea de participar a uno de los cursillos.

Y para bien acabar con esta primera semana, visité la tienda de la familia Bru, en la orilla del Sena. Este sitio se llama «el buen jardinero». Lo había notado al pasar por allí en agosto pero desgraciadamente estaba cerrado por vacaciones.
Ayer estaba abierto y descubrí un espacio que tiene un no sé que de otros tiempos.
Si no cumplen con las últimas tendencias de la moda, proponen una colección increíble de semillas y de plantas. Y yo pude encontrar mi primer epiphyllum 🙂

Tras tantas visitas, aproveché este fín de semana soleado para cultivar el ritmo vacacional en algunas terrazas que me gustan.
Y ahora toca regar las plantas sedientas después de este largo día de sol y de calor 🙂

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Vacaciones…

A mi me toca marcharme unos días de París…
Os cito dentro de una semana.. o dos 🙂

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¡Canícula!

Con mis cómplices de siempre, decídimos que afrontaríamos la canícula navegando.
Entonces quedamos a las 14 en la dársena de la Villette y embarcamos en uno de estos barcos que recorren el canal del Ourcq, ida y vuelta, entre la dársena y Bobigny.

Subvencionado por la provincia de Seine-Saint-Denis, estos barcos navegan durante el verano los sábados y los domingos. Para los pasajeros el precio de la ida o de la vuelta se limita a 1€ el sábado y 2€ el domingo.
La idea consiste en mostrar a los parisinos y otros turistas que hay muchas cosas interesantes incluso cuando uno va más allá de los límites de la capital.

Con mis cómplices de siempre, disfrutamos al principio la contemplación de la ciudad y del parque de la Villette desde el agua. Pero tras pasar debajo del periférico, el viaje regaló otros elementos interesantes.
Primero me impresionó la rehabilitación relativamente acertada de los grandes molinos de Pantin.
Luego examiné con curiosidad el centro nacional de la danza.
A continuación pudimos admirar una cantidad inverosímil de graffitis de todas clases.
Yo me quedo con la imagen de este impresionante edificio.

El viaje ida y vuelta tardó dos horas y con una temperatura de 38 grados, a duras penas sobrevivimos. Pero eso nos dio ganas de probar el largo recorrido que lleva por el canal rumbo a Meaux.
¡En otra ocasión será!

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