Preparando la vuelta

Mientras preparaba la maleta para el viaje de vuelta, hice la lista de las principales diferencias que me molestan cuando llego a París y salgo de la estación.

La primera sería la cantidad de gente que comparte las mismas aceras, siempre con prisa y sin mirar a los demás.
Admito que lo que está en juego es algo tan importante como esperar el próximo metro 2 minutos más…

La segunda es la anchura del torniquete del metro en la estación Bercy, basicamente inadecuada para gente que se mueve con maletas…
Luego es preciso acostumbrarse de nuevo a los olores de metro, a las escaleras mecánicas que no funcionan, sin olvidar que la estación más cercana de mi casa está cerrada por obras.

Luego viene la molestía de los desperdicios abandonados en cualquier sitio: papeles, colillas, latas… Y eso que el Municipio instaló más de 30000 papeleras de calle lo cual significa que en cualquier sitio, la papelera más cercana se halla a menos de cien metros.
Cuando llegan las fechas de mudanzas, también se ven muebles abandonados en la acera. Y eso que hay un servicio gratuito de recogida accesible por teléfono o por internet. (yo lo usé un par de veces y es realmente muy sencillo para activarlo)

Y acabaré con este insoportable olor a pis que desprenden muchas calles de París.
Por cierto el Municipio instaló más de 400 baños públicos de acceso gratuito. Pero estos inodoros (bautizados «sanisettes») necesitan mucho tiempo para limpiar automaticamente el interior entre dos usuarios y son muchos los que no funcionan.
Total entre los hombres que se juntan en la calle para beber, son muchos los que no pueden aguantar hasta que encuentren un inodoro disponible.
A veces me pregunto si se comportan de la misma manera en su propia casa…

Pero París también tiene cosas buenas entre las cuales todos los sitios que todavía no descubrí.
Y ya preparé mis zapatos de caminatas…

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… Vacaciones …

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París en bici

Los días largos y la relativa reducción del tráfico automóvil durante el verano me animaron a volver a usar el sistema de bicicletas compartidas Velib.
Yo tengo un abono que permite trayectos de 45 minutos seguidos y eso es suficiente para casi todos los desplazamientos que me interesan. También mola la posibilidad de considerar cada camino de manera independiente, escogiendo el modo de transporte más adaptado a las circunstancias del momento.

Yo uso Velib esencialmente para ir a la oficina.
A las siete de la mañana ya es de día y somos pocos los que ya están circulando. Además, tras varios ensayos, conseguí identificar un recorrido que evita las grandes plazas, pasa casi exclusivamente por carriles de bicis y resulta relativamente seguro.
Tardo entre 39 y 45 minutos y después de dejar la bici en la estación que se halla al pie de mi oficina, puedo empezar la jornada laboral con serenidad.

No tengo las mismas sensaciones al atardecer. Por un lado hay más tráfico y por otro los conductores me parecen mucho más nerviosos.

Pero cualquier sea el momento, ir en bici requiere mucha atención.
En los carriles, la trampa principal es el peatón despistado o el repartidor apresurado. En las otras partes, es preciso estar atento a las aperturas de puertas de coches.
Total, eso deja poco tiempo para admirar la ciudad de las luces.

En varias ocasiones noté de paso detalles o imágenes muy bonitas. Pero en algunos lugares, pararse para sacar una foto resulta super complicado y preferí renunciar.

Lo cierto es que el abono de velib es un modo de transporte muy económico.
A mi me cuesta 39€ al año y puedo hacer una cantidad ilimitada de recorridos sin coste extra siempre y cuando tardan menos de 45 minutos.
Tambien hay una formula para un día (cuesta 1€70) y otra para una semana (cuesta 8€). Y cuando controlas los 22 kilos de estas bicicletas, cualquier otra bici te parece extraordinaria. 🙂

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¿Paranoia?

Después de la matanza provocada por el camión loco de Niza, los medios de comunicación enfocaron su atención en los acontecimientos que se parecen a actos de terrorismo islámico.
El asesinato de un cura mientras celebraba una misa, aumentó aún la emoción popular por el símbolo que conllevaba.
Y la prensa sigue transmitiendo noticias acerca de todos los crímenes que pueden proceder de esta nueva ola terrorista.

Como si fuera poco, el semanal «Le point» anunció que la policía estaba buscando a un refugiado afgano sospechado de estar preparando un atentado en la instalación de París Playa…
El municipio de París anunció medidas de seguridad reforzadas y mantuvo el acontecimiento. Y la alcaldesa de París mencionó la capacidad de enfretar estas situaciones de crisis entre las numerosas calidades de la candidatura de su ciudad para los juegos olímpicos de 2024…

Y para que las cosas queden claras, el municipio también anunció que ahora tocaba limpiar la estatua de la plaza de la república lastimada por todas las marcas de emoción que dejaron los ciudadanos de a pie.

Efectivamente, cuando pasé por allí, constaté que ya habían recogido las velas, flores, dibujos y los demás testimonios y que ya habían instalado las imprescindibles rejas tan de moda ultimamente.
Si entiendo perfectamente la necesidad de limpiar un monumento, esta manera de pasar página le parece algo prematura.

Y mientras tanto, los políticos, incapaces de explicar que no existen acontecimientos sin riezgo, empiezan a cancelar manifestaciones veraniegas porque no pueden garantizar una seguridad absoluta.

Por suerte, de momento, no cancelaron los conciertos que apunté en mi agenda.

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De tiendas

El campamento de la estación Jaures cambió de forma: ya no ocupa las canchas de baloncesto pero delante del edificio de «France Terre d’Asile», se ve una alineación de personas tumbadas en la acera, con manto o saco de dormir para las más dichosas…

Otro ambiente se nota cerca de la plaza Chatelet.
Pasé cerca de la orilla del Sena y constaté que ya instalaron los equipos de París Playa. En la tienda de jardinería que visité, la gente buscaba soluciones para dejar reservas de agua a sus plantas antes de marcharse de vacaciones. Yo buscaba una maceta para uno de los cactus que tengo en la oficina. Preocupaciones obviamente a años luz de los problemas de los refugiados.

Ese día pasé por algunas tiendas cerca de la fuente de los Inocentes. Pocas veces encontré a dependientes tan despistados. El primero no conocía los colores de los zapatos de su tienda. La segunda tardó casi quince minutos para cobrar porque no controlaba bien su caja. La tercera me dijo que iba a llamar a un colega pero tardó apenas quince metros para olvidarlo.
Yo no tenía prisa y suelo adaptarme a estas situaciones. Pero entiendo que estos tratos puedan despistar a algunos turistas.

El jueves también visité el «Bazar de l’hotel de ville». Remodelaron una vez más la organización de las plantas pero encontré rapidamente lo que buscaba. Allí la gente estaba buscando ideas para decorar su casa, sin prisa pero con exigencias en cuanto a la atención de los dependientes y eso también produce un ambiente peculiar.
Luego pasé por una tienda de muebles y allí se notaba un ambiente de fin de rebajas, con productos presentados pero indisponibles y productos disponibles que no podías ver…

Volví a casa caminando.
En la parte de la calle Montmartre que se halla entre la calle Etienne Marcel y la calle de Aboukir, la sucesión de terazas de café a tope de treintañeros disfrutando del atardecer me hizo pensar que en algunas zonas, la vida parisina es muy agradable.

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