Retomando el ritmo

Para superar el estrés de la vuelta a la oficina, nada mejor que planear caminatas.

Así que para empezar pensé que el tintorero de la calle Piat había vuelto de vacaciones y caminé rumbo a Belleville y la calle Piat. Cuando pasé por primera vez, no estaba en la tienda pero al día siguiente lo encontré. Fue un intercambio muy interesante con un auténtico profesional. Primero examinó la calidad del tejido y me preguntó si era una camisa de teatro. Luego quemó algún trozo de hilo para controlar que se trataba bien de algodón y me propuso varios colores con una paleta pantone. Como me divertía eso, me explicó que en realidad, conseguir los colores elegidos con la paleta resultaba muy complicado ya que depende mucho de la calidad del tejido. Total escogí el color a partir del catálogo de tintes que tenía y, normalmente, veré el resultado la próxima semana.

Aproveché otras tardes soleadas para pasar por la calle Secretan en donde se acabaron las obras de reforma del mercado. Ya se instaló una tienda, pero tendremos que esperar unas semanas más para ver como va la cosa.

También escogí detenidamente mis caminatas de la madrugada. Así fue como descubrí que las entregas de comestibles para un gran hotel de la calle de Rivoli usan un escotillón que da a la bodega del establecimiento.

También pasé un delicioso momento en los jardines del palacio real contemplando las esculturas creadas por Thierry Coutardon con piedra de Volvic. Curiosamente, me enteré de esta exposición al leer la prensa regional de mi lugar de vacaciones. Tenía muchas ganas de ver estas obras y pensé que visitarlas era una buena manera de empezar la jornada laboral. Y la verdad es que este momento en este recinto me alegró el día.

Al azar de estas caminatas matutinas, descrubrí un hotel en donde residió Louis Armstrong entre 1934 y 1935, así como un lugar de residencia de Simon Bolivar. Pero lo que más me impresionó fue el ruido del tráfico a las siete de la mañana. Yo recordaba los tranquilos paseos de agosto pero ya volvieron los parisinos y ya se acabaron estos días tan agradables.

Nada más volver, también quisé subir en la colina de Montmartre y tras un ascenso de 65 metros constaté que la vista desde el sagrado corazón sigue tan bonita como siempre.

Hoy organizaban un desafio deportivo en el edificio de Radio France e invitaban a subir por las escaleras hasta la última planta de la torre de 68 metros. Pero pensé que no aguantaría estos 3 metros extras, y preferí no apuntarme.

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Volviendo…

El tren de vuelta llevaba poca gente y me dejó, puntual, en la estación. La gente en el andén y luego en la acera te prepara a la vida subterránea del metro parisino. Pero el caos en la salida de la estación Château Rouge siempre produce un choque. Y cuando vas con la mochila y un bolso de transporte de gato en cada mano, caminar resulta más complicado aún…
Finalmente tardé poco más de media hora para llegar a casa y liberar las gatas.

Constaté con alegría que las plantas fueron bien cuidadas : la última lavanda que instalé se volvió muy exuberante e incluso quedaban algunas fresas.
Mi buzón albergaba una cantidad razonable de correos de todas clases y noté con alivio que no llevaba malas noticias.
Y después de estas verificaciones dediqué mi primera tarde parisina a las cuestiones de avituallamiento.

Salir de compras por la tarde, mientras todos están trabajando, forma parte de los pequeños placeres cotidianos. En la frutería, la dependiente no tenía prisa y pudimos conversar tranquilamente. Y el supermercado también me pareció super tranquilo.

Ayer quise volver a sumergirme en el movimiento parisino y pasé por la plaza de la república en donde el municipio presentaba las proposiciones de los ciudadanos en el marco del presupuesto participativo. No noté mucho interés acerca de este acontecimiento…
Luego seguí rumbo a la colina de Belleville y a la tintorería que ya había ubicada. Desgraciadamente no abre los sábados pero una parada en el salón de té argelino de la calle Saint Maur me hizo olvidar esta contrariedad…

Y hoy, por la mañana, hice un largo recorrido alrededor de la colina de Montmartre. Los turistas siguen afluyendo por la plaza de Anvers y en la calle de las abadesas se nota que los parisinos ya volvieron de vacaciones.
Al lado del ayuntamiento del distrito 18, los refugiados expulsados del pequeño jardín que se haya al pie del metro La Chapelle, estabán manifestando para conseguir papeles y techo, rodeados por una treintena de policías.
Mientras tanto los políticos peroran sobre la necesidad de acoger a otros refugiados…

De momento toca saborear mis últimas horas de vacaciones. Desconecté totalmente del trabajo y no sé lo que me espera en la oficina.
¡Mañana será otro día!

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Pillado en un libro

«París (…) es a menudo una fiesta, pero sólo para los invitados, y puede llenarse de tristeza y de cansancio, como puede también enfriarse tanto. Y uno no sabe ni escoge el momento en que deja de ser un invitado en esa linda ciudad, pero un día ya no hay más fiesta alli para uno, y lo más sano es salir.»

Alfredo
Bryce Echenique,
La amigdalitis de Tarzán

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Veraneando…

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Paseando…

Llevaba tiempo sin pasar por la plaza Saint Michel y constaté con alegría que la fachada de la jefatura de policía, en el muelle de los orfebres, recien revocada, tenía muy buena pinta bajo el sol del atardecer.
Luego tocó pasear al azar por las calles del Marais y disfrutar la suavidad del atardecer en la terraza de un café. Ya de noche, atravesé le village de Saint-Paul antes de pararme en frente del hotel de Sens, tan impresionante como siempre, y de sacarle una nueva foto.

Seguí por la instalación de París playa, en la orilla del Sena, en donde ya estaban preparando el cierre nocturno, admirando una vez más estas iluminaciones que ponen de relieve los puentes y los edificios que bordean el rio.

El miércoles, en la calle de los martirios, un osito de peluche abandonado colgaba de un hilo encima de la acera. No sé como llegó a esta posición…
Lo cierto es que con tantos parisinos de vacaciones, la ciudad se vuelve mucha más agradable. Mi autobus de siempre sólo tarda medio hora para llevarme al trabajo y hay menos gente tan en los transportes como en las zonas comerciales.

Total, antes de marcharme, quise visitar algunas tiendas que permanecieron abiertas a pesar de las obras en el Forum des Halles. Si el ambiente en varios lugares sigue oprimente, en algunas partes ya se ven las mejoras. Desde el nivel «-3», de repente surgió un rayo de sol y, mirando arriba, pude ver la canopea y la silueta maciza de la iglesia de San Eustaquio.
Creo que me gustará este nuevo espacio cuando acaben las obras…

Ese día seguí cuesta arriba rumbo a Montmartre, por unas calles casi deshabitadas. Desgraciadamente la lluvia casi tropical del día me pilló en camino y acabé con una buena ducha.

Las gatas ya se mudaron a la casa de verano. El jardinero ya está convocado para regar mis macetas. Sólo falta prepara la maleta antes de marcharme de vacaciones.
¡Hasta pronto!

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