Esperando el eclipse…

Estos últimos días, mis caminatas matutinas me llevaron a la estación de métro Palais Royal.

Pasé por varias calles secundarias y me sorprendió la cantidad de antiguas tiendas en donde ya no se ven actividades comerciales. Testigos de otros tiempos, estos locales cuentan una ciudad que no sabía de supermercados y apenas descubría los grandes almacenes. Ahora sirven de vivienda para los que buscan superficies de precio asequible.

También me impresionó la cantidad de formas oblongas yaciendo en cada rincón. En la calle de Rochechouart, una de esas formas ocupaba la entrada protegida de un bar. Cuando pasé por primera vez, la forma estaba guardando su saco de dormir mientras el dueño abría su local. Esta semana pasé más temprano y la forma seguía durmiendo. A su lado, un fulano había dejado una bolsa de papel con provisiones…

Tenía ganas de pasar por los jardines del palacio real pero no fue tan sencillo.
El primer día, caminé demasiado rumbo al oeste y me encontré en la calle Sainte Anne.
El segundo día, llegué demasiado temprano y las rejas del jardín todavía estaban cerradas. Sin embargo pude dar la vuelta por la galería de Montpensier y escuchar el canto alegre de los pajaritos.
El viernes, por fin pude atravesar el jardín.
En el parterre central, los magnolias ya lucían sus flores rosadas y pasé un momento admirando estos árboles.

Luego seguí en metro rumbo a mi trabajo.
A las 10 de la mañana contemplamos el cielo nublado y resultó casi evidente que no se vería nada del eclipse. Y la verdad es que ni notamos el más mínimo cambio de luminosidad.
Yo ya pude contemplar el eclipse total de 1999 así que no me decepcionó.

Y hoy el pueblo galo votaba para elegir a los consejales departamentales. Si París no participa a esta elección, para nada me gustan los resultados del voto en mi refugio borgoñón. Ya veremos si la segunda vuelta resulta más presentable.

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Caminando…

El tiempo muy agradable me dio la oportunidad de seguir con mis caminatas del amanecer.
El martes pasé por la calle de Trévise. Años atrás esta calle albergaba muchas tiendas de alfombras y en uno de sus patios se escondía un viejo palacete abandonado. Ahora ya no se ven alfombras pero restauraron el viejo edificio y uno puede admirarlo desde la calle, a través de la puerta de vidrio que remplaza la antigua puerta cochera del edificio.
Seguí por la pequeña « cité Bergère » en donde se halla una sucesión impresionante de hoteles.
Al día siguiente pasé por la muy discreta cité de Trévise y constaté que su pequeño jardín conserva su encanto de otros tiempos.

El resto de la semana tuve que asistir a una formación en el distrito XV y eso me dio la oportunidad de pasear por una zona que no visito muy a menudo.

El primer día llegué a la estación Porte de Versalles y caminé rumbo al puente de Garigliano, admirando de paso los edificios que bordean los bulevares exteriores. También descubrí que habían remodelado una parte del antiguo recorrido del ferrocarril de cintura para transformala en paseo. Desgraciadamente, ya no tenía tiempo para explorar este espacio.

Al mediodía pasé por el parque André Citroën y pude entrar en uno de los invernaderos. Pero la vegetación me pareció menos abundante que en otros tiempos y el vigilante me confirmó que varios árboles habían desaparecido. Constaté que muchos oficinistas también aprovechaban su pausa para disfrutar de un rayo de sol.

Al día siguiente, pasé por la estación de Javel y cuando entré en el parque, noté una gran cantidad de pájaros. Aproveché la pausa de mediodía para visitar los seis jardines que se hallan en la parte noreste del parque y constaté que albergan varios mirlos. Al atardecer seguí la orilla del Sena rumbo al edificio de Radio France antes de perderme por el distrito XVI.

Este fin de semana, visité el mercadillo de segunda mano instalado en el terraplén central de la larga avenida de Flandes. Pocos anticuarios entre los exponentes y muchas personas vendiendo sus trastos para llegar a fin de mes. Lo bueno es que todo era muy barato, lo malo es que en algunas partes, caminar resultaba super complicado. Y yo encontré varias gangas…

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Un toque primaveral…

Ya llevamos una semana con tiempo muy agradable para los trabajadores : sol para el trayecto de ida, lluvia y chubascos mientras están en la oficina y sol para volver a casa.
Aproveché esta circunstancia para alargar mis caminatas al amanecer. Abandoné las urracas de la calle Louis Blanc para caminar cuesta abajo rumbo a Chatelet.

A las 7 de la mañana, hay poca gente en la calle y pocos comercios abiertos si excepto los bares y las tiendas de comestibles. Al llegar a la calle Montorgueil, me paré en una de las panaderías Eric Kayser que me habían recomendado en varias ocasiones. Compré una « chocolatine » para probar y el producto me pareció de precio correcto y muy sabroso. Más abajo, los vendedores de frutas estabán instalando su muestrario y tuve la sensación que la calle estaba despertando.

Al día siguiente pasé por la calle de rochechouart. Pero en la calle Cadet, las tiendas de comestibles todavía estaban cerradas. Resistí a la tentación de pasar por la galería Verdeau y seguí rumbo a la calle Montmartre, cuyo nombre engaña porque empieza al pie de San Eustaquio y se acaba a más de 1 kilómetro de la colina de Montmartre. Cuando pasé por allí, esta zona de oficinas estaba todavía semi dormida, pero había una luz muy bonita.

Ayer visité la tienda de la comunidad Emmaüs en el distrito 19 y encontré un estupendo mantón negro con flecos… perfectamente a juego con la pantalla que fabriqué. Agradezco a Ana por la idea 🙂

Hoy tocaba pasear por la « brocante » que organizaban en la calle de los martirios.
Basta con un rayo de sol el domingo por la mañana para que la calle se llene de parisinos. A duras penas caminé cuesta abajo pero pude visitar varias casetas y encontrar la bandeja que buscaba. Cuando llegué a la iglesia Notre Dame de Lorette, tuve que esperar un ratito antes de conseguir una mesa en el cafe de la esquina, pero merecía la pena porque me regaló un perfecto puesto de observación de la vida callejera. Cuesta arriba visité otras casetas y me marché cuando llegó la hora de almorzar.

En la plaza de Anvers, los niños y los gorriones jugaban alrededor del quiosco de música…

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Lluvia y claros

Segunda semana de vacaciones escolares…
Son muchos los parisinos que tomaron una semana : los más afortunados disfrutan la nieve en las estaciones de esqui, otros pasean por París. Yo formo parte de los que se marchan a destiempo y en mi instituto, no tuve tiempo para aburrirme… Pero como llovió casi todos los días, no me molestó.

Sin embargo conseguí escaparme una tarde y aproveché un claro para hacer una caminata desde la plaza del Palacio Real, rumbo a la estación de metro Wagram.
Pasé primero por la avenida de la ópera antes de recorrer la calle Daunou en donde se halla el famoso Harry’s Bar. Luego la calle de Sèze me llevó al lado de la iglesia de la Madeleine y seguí rumbo al bulevar Malesherbes. A continuación fui a mano derecha hacia la iglesia de San Agustín.
A partir de este imponente edificio, se ven menos comercios y más inmuebles residenciales. El bulevar tiene poca vidilla y mucho tráfico automóvil así que abrevié mi recorrido.

También conseguí marcharme temprano el viernes para disfrutar de otro claro y de una luz muy bonita en el canal Saint Martin.

Me encanta pasar por este sitio por la mañana porque ultimamente, cuando no llueve, se escuchan muchos pajaritos. Y cuando hay viento, algunas gaviotas se divierten con las corrientes de aire.
París se esta transformando en una gigantesca reserva ornitológica.

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El salón de la agricultura

Esta mañana amanecimos con un bonito sol y un cielo azul, o sea un tiempo ideal para salir de casa.
Por un lado el nuevo año chino y sus petardos, por otro el salón de la agricultura…
La vaca del cartel tenía buena pinta así que escogí la segunda opción.

Lo bueno es que hay una línea de autobus que camina entre el ayuntamiento de mi distrito y la puerta de Versalles en donde se celebra la feria. Así que dediqué una horita a contemplar el paisaje parisino desde la ventanilla. Llegué a la entrada del parque de las exposiciones sobre las 11 y todavía no había mucha cola.

El recinto del parque de exposiciones de la puerta de Versalles es muy grande y son muchas las cosas que uno puede ver pero ya había escogido tres etapas esenciales.

La primera me llevó al pabellón de los bovinos en donde presentaban «Filouse», la vaca del cartel. Cuando llegué, el recinto de la estrella ya estaba rodeado de gente. El ganadero estaba hablando con los visitantes y su vaca roja de Flandes me pareció muy bonita.


Luego caminé rumbo al pabellón en donde presentaban perros y gatos.
Entre los perros vi varias perros pastores y algunos razas de gran tamaño. Pero había demasiado gente y pasé a la zona de los gatos.
Allí pude admirar dos gatos bengalíes, un gato noruego y un magnífico gato macho de raza maine coon que alcanza nueve kilos. También estudié el folleto que distribuían y que distingue razas apacibles, sentimentales y demonstrativas. Descubrí que con mis dos hembras maine coon, me toca gatas sentimentales, equilibradas y sensibles (algo sospechaba… 🙂 )

La tercera etapa me llevó al pabellón de la gastronomía en donde quería comprar algunos productos. Desgraciadamente, ya eran las 12 y eran muchos los visitantes que estaban recorriendo el pabellón en busca de un sitio para almorzar. Yo me colé entre las filas y a duras penas conseguí encontrar la caseta de mi proveedor del País Vasco. Jamón, chorizo, confits, axoa y salsa…: con gusto rellené mi bolsa de 20 litros 🙂

Con esta carga, intenté escaparme del pabellón que ya estaba a tope de gente. No tuve la energía de visitar otras partes del salón y caminé rumbo al fin de la línea de autobus que me llevaba a casa.
Otra vez una sesión de admiración del paisaje parisino desde la ventanilla…

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