Desde Indochina hasta Argelia

Después de recorrer metódicamente las callecitas del barrio de la Mouzaïa, tuve ganas de explorar sus alrededores y, mas precisamente, la zona de viviendas sociales construidas entre el bulevar Sérurier y el bulevar de Indochina.

El primer contacto que tuve con las construcciones sociales de esta zona fue esta entrada monumental que se puede contemplar en los números 108-110 del bulevar Sérurier.

Me conmovió la elegancia sobria de esta entrada porque es muy representativa de un proyecto de sociedad que proporciona alojamientos dignos a los trabajadores, incluyendo guardería en el centro de la manzana y comercios alrededor.

En otra manzana, me impresionó el espacio entre los edificios que permite disfrutar la presencia de grandes árboles.

Por cierto, no todas las comunidades tienen estas características, pero todas tienen patios con algo de vegetación.

Más arriba, en la loma del castillo rojo, las viviendas sociales tienen patios más minerales, pero se hallan al borde de un parque creado en los años 30 cuya superficie ronda cinco hectáreas, lo cual compensa de sobra 😊

Al llegar al bulevar de Argelia, me percaté de que las únicas estaciones de metro de esta zona no son muy cómodas, sea porque forman parte de líneas secundarias, sea porque se hallan a más de quinientos metros con desnivel. Por suerte el tranvía pasa al pie de la loma y comunica casi todas las líneas de metro.

Dejé la exploración del parque para otra ocasión y me puse a salvo de la lluvia.

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La Mouzaïa

Llevaba siglos sin tomar el tiempo de pasear por esta zona muy especial del distrito XIX y los azares de los intercambios de objetos de segunda mano me llevaron muy cerca de este barrio y me dieron la oportunidad de recorrerlo de nuevo en solitario.

Por cierto, había planeado un itinerario optimizado de subidas y bajadas bastante exigente, y acabé arrastrándome por los suelos, pero merecía la pena.

La primera noticia buena es que a ningún promotor se le ocurrió la idea de transformar las pequeñas casas de las callecitas en construcciones más considerables. Pero el subsuelo de canteras y los derrumbes constatados de vez en cuando en estos casos limitan estos delirios.

La segunda notica buena es que todas estas casas son globalmente bien mantenidas y en algunos casos, muy bonitas.

En algunas “villas”, las viejas casas obreras fueron transformadas en casas de arquitectos, pero si se nota el dibujo de un profesional, no lastiman la sensación global.

Al pasear por estas villas, noté que en las zonas más opulentas las casas se esconden detrás de una vegetación impresionante o de placas de metal pintadas de verde. Las casas más modestas dejan ver algunos objetos o una pintura decorativa.

En algunas partes, me impresionó el contraste entre las casitas modestas de dos plantas y los altos edificios de la plaza de las fiestas. En otras, me encantaron las perspectivas hacia el norte de París y las torres de Flandes.

Pero también me alegró constatar que una callecita admirada en otros tiempos conservaba su encanto de siempre.

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La “Butte aux cailles”

Aproveché una mañana libre para recorrer metódicamente las calles de este barrio que se llama “La Butte aux cailles”.

Se halla en el distrito XIII, muy cerca de la plaza de Italia y su parte central está bordeada por el bulevar Blanqui y las calles Bobillot, Tolbiac y Barrault. El subsuelo de esta loma cuenta con varias antiguas canteras, así que no hay muchas construcciones de varias plantas porque esas necesitarían apoyarse sobre costosas inyecciones de hormigón. Por tanto, sus calles son bordeadas de construcciones de una o dos plantas y la zona se parece a un pueblo olvidado en medio de la gran ciudad.

En su calle principal, se ve una colección de bares y restaurantes muy frecuentados, así como todos los comercios necesarios para vivir sin salir del barrio. La asociación de los amigos de la Comuna de Paris también tiene su sede en esta zona.

Al lado de este eje principal, varias callecitas adoquinadas comunican casas pequeñas y jardines escondidos. Tienen un encanto de otros tiempos.

Pero el otro elemento impresionante de esta loma es la cantidad de paredes transformadas en zonas de exposición de arte callejero. Al caminar tranquilamente, encontré varios dibujos de Miss’Tic, el lobo del distrito XX extraviado en un pequeño callejón, una representación del mimo Marceau, varios homenajes a Jane Birkin, un dibujo celebrando la divisa francesa, un fresco de Louyz, una bonita sirena, un Tragelaphus crocodylus de Codex Urbanus, un fresco de pintura muy clásica y muchas criaturas que pueblan los pequeños rincones de este espacio.

Y entre todos los que vi, escogí este beso improbable en una esquina.

¡Hasta pronto!

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Ya llegó el invierno

Ya llevamos varias semanas con anuncios de olas de frio y de nieve, como si fuera una situación extraordinaria. Por suerte, algunas personas conservan algo de sentido común y recordaron a la compañía que frio y nieve son elementos bastante ordinarios de los inviernos franceses.

Después de varios anuncios alarmistas prematuros, Dama Nieve por fin apareció en las calles de la ciudad de las luces y pude admirarla desde mi balcón.

El verdadero problema con la nieve es que son muy pocas las personas que saben adaptar su manera de conducir a la presencia de una capa blanca y eso provoca pequeños choques que pueden transformarse en atascos gigantes.

Ese día, me marché de casa muy temprano y renuncié a mi autobús de siempre para viajar en metro. Cuando llegué a mi instituto de siempre, varias personas ya estaban reunidas para quitar la nieve de la acera y en medio día casi no quedaba nada de la capa blanca.

Los anuncios relativos al frio también fueron algo exagerados, pero las temperaturas se acercaron de cero y para todas las personas que duermen en la calle, la vida se puso mucho más difícil.

Por suerte, algunos directores de escuelas organizaron alojamiento clandestino en los locales escolares para las familias que acampan donde pueden.

Confieso que este frio me quitó las ganas de explorar la gran ciudad, pero de momento tengo una colección de libros por leer suficiente para divertirme.

¡Hasta pronto!

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Toques invernales

Unos días atrás anunciaron un frio polar y nieve en la región parisina. Yo estaba a unas centenas de kilómetros de París y si noté que la temperatura bajaba (algo muy normal cuando empieza el invierno), de momento no vi la nieve.

Al llegar a la capital, tampoco noté un frio extraordinario y lo único que me llamó la atención al salir de la estación fue el color blanco de la calzada, probablemente saturada de sal, bajo un bonito sol de invierno.

No había nieve en las aceras, ni en las calzadas…

En mi refugio parisino, el termómetro de mi balcón memorizó temperaturas cercas de cero, pero siempre positivas.

Así que pude aprovechar una mañana de libertad para visitar algunas tiendas, comprar los detalles que había apuntados y saborear una deliciosa torta de reyes cerca de la plaza de la república.

A pesar de ser el primer día de las rebajas, no había mucha gente en las calles o en las tiendas. No sé si los parisinos fueron asustados por las informaciones meteorológicas apocalípticas de las noticias, si ya gastaron todo su dinero durante las fiestas o si los problemas de transportes acabaron con ellos.

Al atardecer, hice de nuevo un largo recorrido hacia el centro de París. En el autobús, el maquinista explicaba que circular se volvía cada día más difícil porque hay obras en cada esquina. Pensaba que sería peor todavía durante los juegos olímpicos, peto también decía que, por la prima oferta, estaría trabajando.

En la calle Saint-Antoine, tampoco noté una gran actividad, pero me encanta ojear los escaparates de esta zona.

Entré en algunas tiendas, pero no pude resistir a la tentación de pasar al lado de la zona de Les Halles y de quedarme un ratito admirando las luces de la gran ciudad…

Al día siguiente, tampoco constaté desordenes creados por el frio. Supongo que la próxima crisis aparecerá con la factura de energía…

¡Hasta pronto!

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