Lo bueno de vivir en París es que nunca acabas de descubrir esta ciudad…
En mi estimable instituto celebramos el día internacional de los derechos de las mujeres escuchando una presentación acerca de los nombres de calles refiriéndose a personas y calculando la proporción de nombres de hombres y de mujeres. Queda mucho trabajo antes de llegar a la igualdad en este campo 😊
Después de una mañana algo pesada profesionalmente, aproveché una tarde libre y soleada para pasear y relajar.
Empecé caminando rumbo a Bastille, probando de paso un pequeño bocadillo y un pastel, antes de seguir por la calle Saint Paul.
Luego giré a la derecha para seguir la calle del Roi de Sicile.
En esta calle hay una tienda de decoración que propone una colección impresionante de espejos de bruja, así como insectos enmarcados y otras curiosidades. Me gusta mucho pararme delante de esta tienda y escudriñar sus escaparates, aunque los precios no sean muy compatibles con mi presupuesto. Sin embargo, siempre se puede pillar y adaptar alguna idea.
Más adelante hay otra tienda de decoración, en la esquina de la calle des Ecouffes. En esta tienda proponen productos de diseño de categoría y la selección es generalmente muy acertada. Sobra decir que tampoco cuadra con mi presupuesto, pero siempre mola mirar algunos bellos objetos.
Ese día mi verdadero destino era la heladería italiana que se halla en el número 39. Compré un cono de tres sabores y eso borró todas las contrariedades para reactivar mi optimismo de siempre.
Dediqué el resto de la tarde a recorrer una parte del distrito XVII que algunos llaman “Plaine Monceau”.
En esta zona se ve una muestra muy interesante de la arquitectura del fin del siglo XIX y principio del siglo XX.
Para empezar, miré las viviendas sociales del principio del siglo XX y contemplé con envidia estos patios cuyos nombres evocan algunas provincias de Francia y que regalan aire, luz y vegetación a sus habitantes. Luego me paré en frente de un impresionante edificio de talleres de artistas en los números 29-31 el bulevar Berthier.
También me impresionó el conjunto de edificios del principio del siglo XX que se ve al llegar a la calle Verniquet.
Luego aprecié particularmente la calle Alphonse de Neuville, en donde varios hoteles particulares tienen talleres de artistas en la planta superior.
Dando vueltas por esta zona, descubrí un pequeño callejón sin salida, cerrado por una reja muy original.
Después de unos 24000 pasos, había olvidado el estrés de la mañana 😊