¡Montmartre festeja el amor!

Por casualidad, viajé en el autobus de la mañana con esa maquinista cuya sonrisa ilumina el día de sus pasajeros. Luego dediqué la duración del trayecto a leer vario artículos acerca de la servidumbre voluntaria.
¡Buen preludio para esta semana!

El miércoles fue cuando empezó la celebración de la octogésima edición de la fiesta de las vendimias y el tema del año era «Montmartre festeja el amor», con un cartel diseñado por la artista callejera Miss Tic.
No sé si será por los 80 años o porque se trata de preparar las elecciones municipales pero el programa tradicional se enriqueció de una veintena de acontecimientos asociados.
Yo pasé por la tienda de mi frutera preferida cuando empezaba el gran desfile y tras sacar una foto de los estimables socios de la République de Montmartre, me dejé invitar a tomar una copa de champagne en la frutería.

Luego abandoné las celebraciones oficiales para asistir a uno de los acontecimientos paralelos…
En el Instituto de las Culturas del Islam, una de las asociaciones de la Goutte d’Or organizaba un desfile de moda con niños y adolescentes del vecindario, luciendo vestidos creados por las modistas del barrio. Una de las organizadoras me contó que todos estos jóvenes estaban participando a una encuesta animada por una periodista acerca de las profesiones de la moda y que eso trasformaba su manera de mirar no solo el universo de la moda sino también el barrio en donde viven. Y felicité a esta doña que lucha para favorecer las relaciones y los intercambios entre los habitantes de este barrio.

Y ahora solo falta hablaros de mi primera visita al Louxor.
Este cine cuya arquitectura evoca Egipto, permaneció cerrado durante 25 años y tras una larga batalla asociativa y una importante reforma, volvió a funcionar en Abril. Estuve en la gran sala y me impresionaron sus proporciones y su decoración. Y después de la peli, pasé un rato en la terraza con un chato de vino.
Os dejo admirar el panorama 🙂

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Octubre…

El lunes al atardecer fue cuando pasé al lado del jardín del Luxemburgo.
Desde la acera, a través de las rejas, se veía la zona dedicada a la petanca en donde una decena de personas estaban jugando. En su límite, se veía un soporte con perchas y algunas chaquetas colgando. Y pensé que en algunas partes de París la inseguridad no es tan alta como lo dicen los diarios y que la vida será muy suave…

Yo seguí rumbo al sur para celebrar un cumple y saborear con unos amigos el «moka infiniment café» de Pierre Hermé. No conocía este pastel y no me arrepentí de la elección. Pero comprar algo en la tienda de la calle Bonaparte invadida por los turistas se vuelve cada día más una pesadilla. Por suerte, este pastelero ahora tiene varias otras tiendas en París…

El martes fue el día del metro: trayecto muy lento por la mañana, plañido del tren en algunas curvas y, por la noche, asamblea general de una asociación de usuarios. Curiosamente los electos parecen muy atentos a las demandas de la gente. ¿No será por las elecciones municipales de la próxima primavera? 🙂

Tras una semana de mucho trabajo, ayer quise aprovechar la mañana para resolver el tema del avitallamiento. ¡Santa distracción! No me acordé que se trataba del primer sábado despues del pago de los salarios. Pero al constatar que no quedaba ni un carro de compras en el supermercado, pronto me enteré. Aplacé el momento compras y me escapé corriendo.

Luego se trataba de celebrar la noche en blanco y quise examinar los elementos instalados para los niños al lado de la dársena de la Villette. Allí se veía una yuxtaposición importante de espacios de juegos pero también se notaba una fila importante y mucho tiempo esperando antes de tener acceso a los juegos.

Total tras un momento contemplando el movimiento, preferí seguir caminando rumbo al parque des Buttes Chaumont en donde anunciaban un concierto gratis. Pero al contemplar cosas y otras, llegué demasiado tarde.
Más tarde, la lluvia me libró del lío de elegir los sitios a visitar…
Octubre es un mes de demasiados acontecimientos 🙂

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Veranillo…

Los azares de mis peregrinaciones me llevaron hasta la orilla del Sena al anochecer.
Si se acabó París playa, se nota la voluntad de dejar que los parisinos tengan acceso al rio. Cuando pasé por allí, varias personas estaban disfrutando una noche muy suave en el pequeño jardín que se halla entre el rio y la carretera, en frente de la isla San Luis. Y constaté que varios semáforos ya permiten el paso de los peatones. La orilla derecha sigue dedicada al tráfico automóvil, pero varias instalaciones ya contribuyen a reducir la velocidad de los coches. ¡Algo es algo!

Yo aproveché este tiempo muy suave para recorrer una gran parte del bulevar Voltaire y constaté que muchas tiendas permanecían cerradas por las fiestas judías. Pero encontré en la calle de la roquette, una terraza muy acogedora en donde pasé un momento muy agradable.

Ayer pasé un largo rato explorando los mercadillos instalados en el terraplén del bulevar de Rochechouart por un lado y en las aceras de la calle Trudaine por otro.

El primero, abierto a los vecinos, me pareció menos concurrido que en otras ocasiones. Menos vendedores, menos compradores… fue un recorrido muy agradable, ojeando tranquilamente las diferentes muestras.

En la calle Trudaine se trataba de un mercadillo de profesionales. Volví a ver varios de los vendedores que había notado la pasada semana en el bulevar Beaumarchais, pero la selección de productos y la manera de presentarlos me pareció levemente diferente. Eso se explica por las características socioeconómicas que los vendedores atribuyen a los vecinos de este barrio. Como me lo contó uno de ellos el pasado domingo: «En la calle Trudaine, se ven más bobos que por aquí»…
Pero la verdad es que la gente no compra piezas importantes y cuando pasé, los vendedores no parecían muy eufóricos, y eso que había sol…

Hoy se acabó el veranillo…
Pasé un rato en el mercado Dejean, en donde un viejo camarada distribuía folletos.
En esta zona de seguridad prioritaria, las compañías republicanas de seguridad jugaban al escondite con los vendedores callejeros. Pero no notaron el coche con matrícula del cuerpo diplomático que cortaba la entrada de la calle Dejean…
Mañana será otro día…

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A destiempo…

Esta semana visité la tienda de un zapatero que se halla al lado de Bastille. Yo venía con botas que ya llevan tres años aguantando mis paseos y cuyas suelas no pueden más. En esta pequeña tienda disfrazada de casita de monte, cinco obreros estaban trabajando y uno de ellos me atendió de manera muy amable. A la hora de la mundialización y de la sociedad del consumo, mola encontrar sitios como éste, que reparan zapatos en vez de tirarlos para venderte otros, y constatar que necesitan cinco obreros…

También visité varias tiendas de mayoristas que venden productos orientales y me impresionaron los precios de varios productos. Caminando rumbo a casa pasé delante de la pequeña iglesia ortodoxa serbia que se halla en la calle Simplon. Por suerte estaba abierta y entré para descubrir el sitio. Me encantó la sencillez de este espacio así como la colección impresionante de iconos. Pero no quise molestar y me marché de puntillas sin sacar fotos.

Este fin de semana tocaba escoger entre todos los acontecimientos organizados en París: Celebración de la comida local en la orilla del Sena, Promoción de las movilidades alternativas en la plaza de la República, gratiferia en el distrito 20, fiesta de los jardines…
Yo preferí regalar un largo paseo por la colina de Montmartre a unos viajeros argentinos. Por la fiesta de los jardines pudimos explorar el jardín salvaje de la calle Saint Vincent y para librarnos de la llovizna, visitamos la exposición que celebraba 25 años de muestras de Arte Bruto en la Halle Saint Pierre…
Si este recorrido se acabó al lado del canal Saint Martin, yo seguí rumbo al mercadillo instalado en el bulevar Beaumarchais, entre el circo de invierno y bastille.

Y ahora toca descansar para borrar las agujetas 🙂

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El otoño empieza con anticipación…

Esta semana, varios sindicatos convocaron la primera huelga de la temporada y una manifestación contra la última reforma de las jubilaciones. Y yo aproveché una tarde de libertad para seguir el desfile entre la plaza de la República y la plaza de la Nación.
Si la participación me pareció bastante importante, tampoco alcanzó el nivel de 2010. Son cada día más numerosos los que consideran que aumentar la edad de la jubilación es ineluctable y el anuncio de lluvias desanimó a los demás.
Yo pasé entre las gotas y aprecié una vez más la creatividad de algunos dibujos.

Después de unos días ajetreados en la oficina, quise pasar por la tienda de bricolaje que se halla al lado de la Nación y constaté que estaba cerrada por una avería de la alimentación eléctrica proporcionada por Electricidad de Francia… ¿Quien se lo cree? ¡Aluciné!

Este fín de semana se celebraba por un lado la fiesta de la humanidad y por otro la fiesta del patrimonio.
La lluvia fresquita del sábado me quitó las ganas de pasear por el parque de La Courneuve y visité algunas tiendas del centro de París. En la tienda de bricolaje instalada al pie de Beaubourg, noté una cantidad increíble de clientes, comprando detalles para decorar su casa. Luego la tarta de vainilla del «Pain de sucre» me levantó el ánimo :-))

Hoy pasé por la estación de Lyon en donde la RATP (compañía de metro) proponía viajes con viejos autobuses para celebrar la fiesta del patrimonio.

El ministerio de haciendas también proponía visitas pero confieso que la fortaleza de Bercy no me atrae…
Total seguí rumbo a una gran tienda de jardinería en donde encontré otra cantidad increíble de clientes, comprando plantas para decorar su casa…
Yo compré los substratos imprescindibles para mis cactus y epifilos antes de escaparme corriendo…

Mañana empieza otra semana de mucho trabajo 🙁

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