Golosinas de temporada

Se acercan las fiestas de fin de año y ya llega la hora de acabar con todas las cosas pendientes.

Para empezar, tenía que asumir una apuesta perdida y regalar castañas confitadas a unos colegas. Por suerte no tuve que buscar mucho ya que uno de mis pasteleros preferidos las prepara muy bien. Estas golosinas no me gustan mucho, pero las sonrisas golosas de mis colegas me confirmaron que era buena elección.

El día siguiente tocaba recuperar las cajas de Champagne que me correspondían en el pedido colectivo organizado por unos amigos. Confieso que recluté a un vecino para ayudarme a transportar las preciosas botellas y como tardaba en llegar en el punto de encuentro, aproveché el momento de espera para degustar un chocolate vienes riquísimo cerca del cementerio del Père Lachaise. Luego tocó probar un vino en casa de los amigos y mientras volvíamos a casa, el peso de las botellas se hizo muy leve.

El jueves, aproveché una jornada de trabajo a distancia para subir a la colina de Montmartre y contemplar la gran ciudad. Hacía mucho frío, así que las únicas personas que vi al lado del Sagrado Corazón fueron algunos barrenderos, los basureros y repartidores de la madrugada, así que los feligreses esperando la apertura de la basílica. Este paseo matutino me alegró el día.

Por la noche probé un nuevo pastel construido a partir de macarrones de pistacho y crema de café y cuya forma me llamó la atención. Me pareció muy bonito y además resultó muy sabroso.

Y por fin ayer superé la prueba de los pedidos de comida para las noches buena y vieja. Quedaran varias compras por hacer, pero ya reservé los elementos esenciales. Creo que sobreviviré 🙂

Ahora puedo descansar un poco y contemplar otra vez la ciudad de las luces.

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Ya llegó el frio

Después de varios días con un cielo blanco aplastante, ahora tenemos rayos de sol, pero con temperaturas cerca de cero e incluso negativas. Seguimos con el plan de sobriedad energética así que uno tiene frío tan en su casa como en la oficina. Por cierto, las mantas de lana de carnero o de alpaca resultan preciosas, pero para calentarnos también necesitamos sopas y tisanas.

Yo me acostumbré de nuevo a caminar de noche y en algunos lugares, las luces de la ciudad nocturna tienen un auténtico encanto.

Al lado del canal Saint-Martin, casi todas las terrazas desaparecieron, pero quedan los reflejos de la ciudad en el agua y el toque confortable de algunos lugares preparándose a acoger a los clientes del día.

Yo aproveché el fin de semana para visitar algunas instalaciones de temporada.

Delante de la estación del Este, una gran carpa albergaba un mercadillo con productos de Alsacia. Plaza de las Abadesas, instalaron casillas de madera con productos de todas clases. Al lado de la estación La Chapelle, organizaron un mercado de segunda mano, pero contaba con pocos vendedores y aún menos clientes.

Noté un alto nivel de frecuentación en los bares en donde uno podía mirar los partidos del Mundial. Noté también mucha agitación en las librerías en donde son muchas las ideas de regalos.

Esta semana, el Mundial de fútbol se hizo mucho más presente, con una sucesión de resultados inesperados. En mi barrio mestizo sostuvieron Catar, Irán, Senegal, Arabia Saudita, Túnez, Francia, Marruecos, Camerún, Portugal, y Ghana. Ayer escuchamos clamores de alegría cuando ganaron Marruecos para empezar y Francia más tarde. A ver como sigue la historia el miércoles por la noche.

Hoy hice un largo recorrido para visitar los mercadillos instalados en el Bulevar de Port Royal y en la avenida de los Gobelinos.

En el puente de Austerlitz un hombre preparaba trocitos de pescado para las gaviotas que viven al lado del rio. La ronda de las aves alrededor de esta persona era impresionante.

Más adelante, la tienda de jardinería estaba a tope de decoraciones navideñas. Yo seguí rumbo al norte

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Un cielo blanco aplastante

Últimamente, un conocido me habló de una pastelería que no conocía y cuya especialidad es una mezcla de merengue y crema. Sentí mucha curiosidad y pasé por la tienda que se halla en la plaza de Aligre. Bautizada “Aux merveilleux”, propone estos pasteles que ahora se llaman “maravillosos” porque su antigua designación (tête de nègre) fue considerada como racista.

Escogí una cajita de seis mini pasteles de seis sabores distintos y un sétimo sabor para comer inmediatamente. Cada pastelito corresponde mas o menos a dos bocados. Esta experiencia de precio razonable fue una grata sorpresa. Y como hay una tienda relativamente cerca de mi oficina, creo que repetiré…

Al día siguiente, pasé por la calle de Crimée y me decepcionó la pastelería que se halla al lado del metro Botzaris: cambiaron su oferta de pasteles y ya no proponen los que prefería.

Y el jueves decidí que no volvería a una tienda del bulevar Diderot para comprar pan porque las dependientes no prestan atención a las demandas de sus clientes…

El viernes, por fin recibí las mantas de lana procediendo de los Pirineos. Ahora mis gatas y yo podremos superar el frio si tenemos cortes de electricidad como lo anuncia el gobierno galo.

Ayer, por fin pude caminar de día, a pesar de un cielo blanco aplastante bastante desmoralizador, pero por suerte sin lluvia. Provoqué la inquietud de un policía al pasar al pie de la torre de la justicia, porque en este lugar no se ven muchos peatones. Admiré los colores otoñales rojizos de algunos árboles. En varias tiendas se notaba la efervescencia de la búsqueda de regalos asequibles.

Hoy visité un primer mercadillo instalado cerca del Poteau. Entre las casillas, volví a encontrar la estatua de Betty Boop admirada una semana atrás, en la plaza de la Bastille. Pero su dueño seguía con pretensiones tarifarias exageradas.

Luego seguí rumbo a la calle de Courcelles, en donde otro mercadillo presentaba objetos más selectos. Pero en esta parte muy burguesa del distrito XVII, no había muchos clientes.

El cielo blanco aplastando y el frio del día me quitaron las ganas de seguir caminando…

A ver si tenemos un rayo de sol en la semana que viene…

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Explorando las fronteras

Muchas personas consideran que el bulevar periférico coincide con el límite administrativo de París. En realidad, el territorio de la capital se extiende más allá de esta autopista circular e incluye algunas calles que la bordean por el exterior, así como los bosques de Vincennes y de Boulogne.

El otro día quise descubrir la parte “exterior” que se halla entre la puerta de Vitry y la puerta de Ivry, en el distrito XIII. El mapa señalaba sendas, pero no se veían bien en las fotos aéreas. Así que me marché temprano de mi instituto para explorar esta zona de día.

La primera cosa que me llamó la atención al pararme a la estación de tranvía “Maryse Bastié” fue el desnivel entre este punto y la estación siguiente. Por suerte no se trataba de seguir cuesta arriba y caminé rumbo al Sur para pasar por debajo de un puente del periférico y recorrer la calle frontera.

Esta calle se alejaba de París, pero pronto encontré un pasaje entre dos casas y lo seguí por si se trataba de la senda mencionada en el mapa. Tras un principio en zigzag, llegué a una zona más amplia, comunicando una serie de pequeñas casas, agarradas a la cuesta. Noté una larga escalera en obras, un cartel anunciando la restauración de las antiguas sendas, pero no encontré el pasaje para seguir cuesta arriba. Por suerte, la pequeña calle me llevó a una vía más importante y pude encontrar las salidas de las sendas cerradas.

Este conjunto de casas y parcelas se parece a los antiguos barrios obreros de las afueras de París y deberá su supervivencia al pendiente del terreno que complica la construcción de altos edificios…

Seguí caminando y pude encontrar el límite exterior del periférico y el puente de la puerta de Ivry.

En esta parte del distrito XIII, encontré una colección de viviendas sociales, así como un pequeño huerto compartido.

Curiosamente, en esta zona pegada al periférico, no se oía el zumbido del tráfico automóvil.

Desgraciadamente, ya había anochecido y no pude estudiar la arquitectura del edificio del cuartel de los bomberos. Tampoco pude admirar el taller de arquitectura escondido en el “Square Massena”

Total, seguí al norte a través del barrio chino…

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Volviendo

Aproveché los últimos días de vacaciones para contemplar la migración de las grullas, antes de migrar hacia el Norte con las gatas y una buena cantidad de vituallas.

Al llegar a París, siempre me asombra la agitación de la gran ciudad y necesito un momento para readaptarme. Por suerte, no tuve problemas con los transportes y pude viajar hacia mi casa sin dificultad.

Al volver a mi instituto de siempre, pronto constaté que ya empezó la temporada nocturna. Cuando me marcho de casa, todavía es de noche y si se alarga la jornada laboral, también vuelvo de noche. Si quiero vez la luz del día, algo tendré que inventar.

El miércoles, por la madrugada, había una cantidad impresionante de furgonetas de policía y varios autobuses esperando en el bulevar. Por la hora sospeché que estaban reuniéndose antes de detener a todos los migrantes acampando debajo de la línea de metro número 2.

El jueves, tuve que recorrer la calle de Clichy al atardecer y fue una buena sorpresa. Noté muchas tiendas en ambas aceras y varios sitios para tomar una copa al salir del trabajo. Más adelante la plaza de Clichy no parece tan acogedora, probablemente por el tráfico automóvil.

Ayer varias organizaciones feministas habían convocado una gran manifestación contra las violencias sexistas y sexuales, a partir de la plaza de la República. Si no vi el cortejo, por la cantidad de atascos que provocó la manifestación, pienso que fue un éxito.

Y para acabar con mi readaptación parisina, hoy pasé una gran parte del día visitando las tiendas del centro de París, descubriendo de paso un nuevo fresco cerca del centro Pompidou.

Continuará…

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