Cerca de la calle de Castagnary

Seguí explorando la parte del distrito XV que se halla al lado de las vías de ferrocarriles de la estación Montparnasse.

El primer elemento que me llamó la atención fue el contraste entre el pequeño edificio de ladrillos rojos y su vecino de ocho plantas.

En la casa roja, la gente que no tenía cuarto de baño en casa podía ducharse en una de las 56 cabinas (28 para las mujeres y 28 para los hombres en dos plantas separadas). Por eso lleva el cartel “BAINS-DOUCHES” en la fachada. Este sitio dejó de funcionar en 2011 y fue ocupado por un colectivo de artistas hasta 2017.

Luego demolieron la parte albergando las duchas para construir el alto edificio cuya estructura es de madera. El inmueble cuenta con 17 departamentos de alquileres compartidos para estudiantes y la pequeña casa propone espacios de trabajo compartidos. Pero su bonita puerta sigue adornando una de las esquinas de este cruce.

Mas adelante, entré en un pequeño callejón sin salida que se llama “Villa des Charmilles” y aprecié la tranquilidad de esta pequeña vía a salvo del tráfico automóvil.

Luego pasé por la calle Charles Weiss en donde me paré un rato para admirar la bonita casa construida por el arquitecto Marcel Zielinski en 1928.

¡Quien pudiera vivir en una casa como ésta!

Pero al salir de esta pequeña calle por su extremo Oeste, la realidad parisina es un conjunto de edificios macizos de nueve plantas con jardín privado en el centro de la manzana. Preferí seguir rumbo al Norte en busca de los pequeños jardines escondidos al pie de las viviendas sociales…

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Momentos

Ya que se acerca la hora de acoger a no sé cuántos visitantes en la capital de los juegos olímpicos y paralímpicos, me parece oportuno contar algunos de estos momentos especiales de la vida parisina.

Empezaré por una buena sorpresa. Ese día en mi autobús de siempre, el maquinista estaba escuchando música y el tema de este grupo me recordaba algo, pero no conseguía adivinar. Así que me acerqué al maquinista para preguntarle el nombre de este grupo y resulta que se trataba de un disco de los hermanos Brecker que tengo en casa y que sonaba el tema que prefiero. No podía tener mejores condiciones para viajar hacia mi oficina.

Seguiré con un concepto importante: el precio de la distracción. Hay distracciones de todos tipos y de consecuencias variadas. Entre las pequeñas distracciones, mencionaré el olvido de llevarse una botella de agua. Al pie de tu residencia, encontrarás una botella de un litro de agua por menos de cincuenta céntimos. Pero en la estación de tren o en cualquier sitio turístico, necesitarás varios euros.

Otro momento interesante ocurre cuando surge algún problema en la red de transportes públicos. El otro día, mi autobús de siempre, eléctrico, no tenía bastante batería para acabar su circuito. Entonces abandonó a sus viajeros en cualquier lugar ubicado entre su circuito normal y su itinerario para volver al garaje de los autobuses…

Y espero que todas las obras pendientes se acaben antes de los Juegos. De momento, la jefatura dice que los habitantes de Paris tienen que registrarse y conseguir un QR código para atravesar algunas zonas cerradas por causa de Juegos Olímpicos. Pero resulta difícil medir el impacto de estas medidas sobre el cotidiano laboral y peatonal. Y si fastidia demasiado, muchos trabajadores pedirán vacaciones durante los juegos.

De momento, toca seguir disfrutando la ciudad y aprovechar los días soleados para pasar un rato agradable en un de los 730 jardines públicos de la capital. El de la foto se halla en el distrito XV y se llama Square Necker y proporciona bancos con sol o sombra.

Pero todavía queda tiempo antes de los Juegos y seguiré explorando la gran ciudad.

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¿Cerrado por causa de puente alargado?

Son muchos los parisinos que aprovecharon los días festivos de la semana para disfrutar de un fin de semana alargado. Algunos comerciantes siguieron el programa de sus clientes e incluso encontré un cartelito diciendo: “Ya que todos se van, nosotros también tomamos unos días”.

Yo aproveché estos días de libertad para seguir explorando el distrito XV.

Y para empezar pasé al pie de los bloques que bordean el lado sur del parque Georges Brassens. Estos edificios cuentan una quincena de plantas y para el peatón resultan bastante aplastantes. Y los pequeños jardines que se hallan al sur de las construcciones no son suficientes para compensar esta sensación.

Por suerte, el paseo instalado en une antigua vía de ferrocarril pasa al norte del edifico, y la pintura que adorna la fachada Oeste me pareció muy interesante.

Las sensaciones son muy diferentes al acercarse de la puerta de Versalles y del centro de exposiciones, sobre todo cuando llega la temporada de la feria de París con sus visitantes de todos orígenes. Y la gente parecía muy alegre de visitar este espacio comercial gigante.

Yo preferí seguir explorando las zonas comunicadas por la calle de Vaugirard y visitar el jardín del hospital local. Ubicado en medio de una manzana, el jardín está a salvo de las molestias del tráfico automóvil. Cuenta con muchos árboles que proporcionan una sensación de frescura muy agradable cuando el sol pica demasiado.

Confieso que allí fue donde me instalé para comer mi bocadillo.

Luego pasé por varias calles residenciales comunes antes de llegar a la calle del comercio. Pero eso será otra historia…

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Como cambia la ciudad…

Este siglo tenía dos años cuando pasé por primera vez por la calle de Castagnary.

Ese día me asombró el faro coronado por la bandera de Bretaña y aunque no me gusten los productos del mar, visité el mercado que se hallaba en este lugar.

Los años pasaron y el mercado dejó de ser un sitio pintoresco para transformarse en una construcción con amianto, encima de tanques de fuel de volúmenes importantes, relativamente peligrosos en un entorno residencial.

El mercado y las pescaderías cerraron, pero varios años fueron necesarios para imaginar un proyecto aceptable, particularmente porque la compañía de calefacción urbana seguía utilizando los tanques.

Algunos alternativos imaginaron un proyecto con una finca urbana vertical, un mercado cubierto y jardines compartidos. Pero el municipio de París prefirió construir una residencia social de unos 250 estudios para estudiantes, trabajadores migrantes y jóvenes trabajadores.

Veintidós años después de mi primera visita, me dejé atrapar por la curiosa fachada de la parte sur de esta construcción nueva. Su forma me recordó el faro y así fue como me enteré de esta evolución.

En la planta baja ya no se vende pescado. El local alberga una estructura alternativa dirigida por el Ejército de Salvación que propone productos de segunda mano y talleres de reciclaje.

Esta evolución me pareció muy pertinente porque son muchos los jóvenes trabajadores o estudiantes que tienen la vida muy difícil.

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Un callejón pintoresco

Unos días atrás, al pasar por la avenida del Maine, había notado la entrada de un callejón pintoresco, pero no tenía bastante tiempo para desviarme y explorarlo. Entonces volví a esta zona y lo primero que hice fue explorar el pequeño “Camino de Montparnasse” que ahora se llama “Villa Marie Vassilieff”.

Este callejón sin salida no llega a ochenta metros de largo, pero su aspecto convoca los fantasmas de todos los artistas de la zona de Montparnasse.

Inicialmente, comunicaba una treintena de talleres construidos con materiales de reciclaje, a principios del siglo XX, para artistas y artesanos pobres.

Marie Vassilieff es una artista que se instaló en este recinto en 1912 y el año siguiente creó su propia academia. Este sitio pronto se transformó en un lugar de encuentro para los vanguardistas de esta época. Y cuando organizó una cantina de los artistas en donde proponía comidas muy baratas durante la primera guerra mundial, muchos jóvenes artistas sin dinero pasaron por esta zona.

Y el callejón siguió albergando artistas, artesanos, arquitectos. Entre sus habitantes, un artesano fontanero compró los talleres, uno tras otro, y llegó a ser propietario de la parcela completa. Su hija peleó contra los promotores para preservar el sitio, pero en 1992 fue cuando el municipio de París pudo comprar este recinto a los herederos del fontanero, con la idea de construir una residencia de artistas.

Por suerte, los habitantes del callejón consiguieron que el valor artístico e histórico de este sitio sea reconocido y preservado.

Unos años atrás, el callejón albergó un “museo de Montparnasse”, pero esta aventura se acabó en 2020. Ahora una asociación especializada en las mujeres artistas propone una biblioteca y acontecimientos conformes con su proyecto.

Yo me quedé bastante tiempo para husmear las ondas positivas de este sitio antes de seguir explorando el distrito XV.

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